Mystic Fall siempre fue un lugar lleno de magia. Le basto con poner un pie en aquel lugar para darse cuenta de aquello. El problema es que los suyos quedaron atrapados bajo las órdenes de un hombre que vivía lejos de allí. En parte eso es algo que la beneficia bastante.

Pero también en parte añora su vida pasada, donde los demonios corrían por la tierra causando todo tipo de atrocidades. Ya nadie cree en ellos y eso… la fe perdida en ellos y en lo que podían hacer se ha visto suplantada por el hecho de que los humanos ahora se creen capaces de cualquier cosa.

Ella sencillamente no esperaba encontrarse con semejante obstáculo en su existencia. La espada de Lucifer no solo estaba fragmentada si no seguramente oculta… y tenía que encontrar todos los fragmentos aun cuando no supiese por dónde empezar. Lo que la ha llevado al cementerio en ese momento no es otra cosa que la necesidad de sentir la muerte a su alrededor. Pero como es habitual no está sola.

Hay humanos que terminan siendo parte de su cena. Sus almas terminan presas de la mujer, que una vez más está siendo observada en ese acto. Nunca ha sido cauta, aun cuando debería—. ¿Tu también quieres formar parte de mi cena? —alza la voz. Una pregunta, una advertencia quizas. Pero esta cerca de descubrir que aquella mujer de rubia cabellera no es una humana como la que yace a sus pies.

Cazar en el cementerio su cena no era algo extraño, la cantidad de personas que se quedaban en aquel lugar, incautos a sus ojos e incluso estaban los que buscaban profanar las tumbas en muchas ocasiones llevándose objetos de valor, algunos calaña a sus ojos mientras que otros simplemente lloraban a sus muertos pero cuando la rubia tenía hambre no eran más que una señal de autoservicio abierto.

Y allí precisamente era donde se encontraba aquella noche observando a una mujer de gran porte que se erguía ante unas cuantas tumbas, la rubia consideró que pudiera ser su alimento por aquella noche pero tras escucharla dirigirse a ella directamente enarcó una ceja observándola con cautela-Curiosa pregunta cuando yo también estaba buscando mi propia cena-mencionó la rubia dejándose ver mientras se acercaba a la contraria-aunque no soy una presa precisamente fácil y veo que tú personalmente ya vas servida por esta noche-denotó dirigiendo una mirada al cuerpo inerte que yacía junto a ella.

-Ahora que quedó claro que ninguna de las dos estamos aquí para llorar a los caídos-algo que le resultaba obvio entre sus palabras y el cuerpo de la mujer sin vida-¿Por qué no pasamos a las presentaciones y me dices quién eres?-sugirió la hereje, tras eso juzgaría si era una posible amenaza para ella o Nora.

— ¿Crees que yo puedo llegar a ser una presa? Tu… ¿presa? —una carcajada sale de su garganta, profunda y sonora. No, aquella muchacha, seguramente una vampira no está a la altura de comprender con quien se ha encontrado—. Siempre tengo espacio para un alma más —declara finalmente tomando entre sus manos uno de los cuerpo que allí yace.

Para mostrar su poder, Lilith sencillamente extiende la mano libre para abrir la mandíbula del contrario y acercar su propia boca, dejando así una pequeña muestra de su poder. Cualquier sobrenatural podrá ver aquello similar al lama saliendo del cuerpo ajeno y entrando en el cuerpo de la demonio. Luego, sencillamente deja caer el cadáver.

— Aún tienen sangre… asique si es eso lo que buscas —añade apartándose y dejando aquella montaña de cadáveres visible para la contraria—. Adelante… aún están los cuerpo calientes. Debería ser como beber de un cuerpo prácticamente vivo —añade pasando la lengua por su s labios. ¿Cómo ha deducido que es una vampiresa? Fácil, no huele la esencia d ellos demonios, y ninguna otra raza tiene la necesidad de buscar la cena en humanos normales.

-Entonces ve a buscarla a otro lado-respondió con dureza mientras la observaba como si sus palabras le fueran completamente una completa broma porque para alguien como lo era Mary Louise no dudes que efectivamente eran precisamente eso-yo no tengo de eso, la perdí hace mucho y no estoy para acertijos de asesinas en serie de poca monta-sus palabras carecían de respeto alguno como solían porque precisamente la rubia no creía que la contraria lo mereciera.

Tal vez fuese también porque a Mary Louise las únicas personas que le importaban eran aquellas que formaban su variopinta familia, los demás le resultaban completamente secundarios en su historia-¿Primero me amenazas y ahora me brindas unas presas fáciles?-cuestionó con una media sonrisa algo irónica en sus labios-¿Por qué habría de confiar en ti? No te conozco de nada, además, ¿quién me dice a mí que no intentas envenenarme?-puso en duda desconfiando de las intenciones de la contraria, había aprendido hacía ya tiempo por las malas que nadie daba nada gratuitamente.

-Además sabes lo que soy sino no me hubieras dicho que bebiera pero no pareces uno de esos malditos chuchos sarnosos, no, ellos tienen tendencia a olernos y atacarnos en lugar de ofrecernos comida-dedujo pero si no era una loba... ¿entonces qué? Había algo raro en ella que le gritaba peligro-No has respondido a mi pregunta-en voz podía notarse la urgencia, se le acababa la paciencia-¿Qué y quién eres?-cuestionó de nuevo observando a la contraria algo molesta por la falta de claridad.

Una sonrisa torcida se dibuja en los labios de la demonio que sin duda aprecia las mujeres con el garbo y el carácter de la contraria. De haberla conocido quizas Lilith se había dado cuenta de que era una mujer de aquellas a las que sin duda merecía la pena tener en cuenta.

— Interesante —responde ante la contraria—. Eso quiere decir que te pareces más a los míos de lo que aparentas, pero… tu esencia no es la misma —añade encogiéndose de hombros y haciendo una mueca. No, no es un demonio, aunque quiera parecerlo—. Tu carácter es fuerte, se nota que no eres una mujer débil. Además, bien podrías haberme atacado y no has hecho. —Quizas porque ha sabido que no era prudente quizas por algún otro motivo—. No tengo motivos para envenenarte, no te conozco y se lo que eres porque puedo sentir la magia y el olor a muerte. —Es el mismo aroma que desprende la Condesa Sangrienta asique… Lilith no tarda en descubrir lo que tiene delante.

Sin embargo y como suele ocurrir de forma normal, para las personas no es fácil descubrir que es ella precisamente. Asique simplemente mantiene aquella sonrisa ante la insistencia de la contraria.

— Si te dijera lo que soy en realidad, existen muchas probabilidades de que decidas no creerme —responde riendo ligeramente—. A no ser que tengas fe en el cielo y en el infierno, me creerás una mera loca. —Pero no. No lo era. Los demonios vagaban por aquellas tierras, y aunque lo hacían presos de la magia, tarde o temprano recuperarían s libertad.