Lleva meses buscándolos. Desde su encuentro con aquel batets, sabe que la hermandad está en Nueva Orleans. Asique los ha estado buscando. Y aquella noche parece haber tenido mucha suerte. Porque ha encontrado a uno de esos animales salvajes. Y por ende cree haber encontrado a la hermandad. Porque si, para el todo batets tiene algo que ver con los Sacmis.

Por eso lo ha perseguido y ha esperado a que finalmente se transformarse en un humano para comprobar que efectivamente era un metamorfo. Dion a aprovechando la oscuridad para moverse y sin embargo no ha atacado porque lo primero que quiere es información para los suyos. Información del tipo que esa, eso le importa poco.

— Nunca habéis sabido ser discretos —declara finalmente observando a aquel muchacho de apariencia asiática—. Cualquier humano podría haberte visto. —Y con ello deja clara una cosa: él no es sencillamente un humano. Porque no se ha asustado de lo que ha visto, e incluso hasta cierto punto le ha parecido algo normal. Eso le delata, claramente como un ser sobrenatural.

La pregunta ahora es, que tipo de acciones tomara el contrario. Si decidirá marcharse o sentirá curiosidad por su interlocutor. Aunque pudiese ser lo segundo quizás hubiese una tercera opción que Dion también contempla: un enfrentamiento directo.

Un error. Un mínimo error podría echarlo todo a perder y, sin embargo, Yusei no se amedrenta demasiado por ello. Por la manera en que aquel hombre se obsesiona con irle atrás y logra seguirle el veloz paso que el felino mantiene mientras salta entre techo y techo puede suponer que no está tratando con alguien "normal". Y además, está enterado de los últimos eventos ocurridos dentro de la Hermandad, por lo que sus sentidos están mucho más alerta de lo habitual, sobre todo estando en Nueva Orleans. Yusei sabe perfectamente que, cuando te están siguiendo, la ventaja es que tú decides a dónde ir y, si eres bueno, a dónde frenar.

Un callejón sin salida no es un problema para alguien que puede trepar hasta lo más alto de un edificio y escabullirse por cualquier hueco, así al menos lo piensa el bastet; así es como su experiencia se lo confirma. Un callejón sin salida es, por lo tanto, una trampa para el contrario y no para él.

Ya una vez vuelto a humano, aún sobre el techo de una construcción, los dos hombres se enfrentan cara a cara —con clarísimas diferencias de alturas— por primera vez. Yusei sonríe con sorna ante las palabras ajenas, que solo confirman lo que ya había deducido por sí mismo.

—¡Chaaanfles! Qué tonto, he sido descubierto... —Ni hace falta aclarar el tono jocoso y de sarcasmo exagerado que usa para burlarse—. Repórtalo con la jefa —añade juguetón, vanidoso como lo sabe ser—. ¿En qué te puedo ayudar, no-humano? —concluye con diversión. Claramente no está ofreciendo sus servicios, sino probando qué es lo que de veras quiere aquel hombre de él.

El tono jocoso del contrario lejos de sentarle mal le recuerda con qué tipo de criaturas está hablando. Sin embargo, la mente fría siempre ha sido una de sus características y son pocas las cosas que sacan de quicio a al vampiro.

De hecho, no recuerda el rostro de aquel en el evento que tanto marcó su vida. ¿debería de hecho reconocerle? No. No lo hace. Pero está seguro de que pertenece a la hermandad. ¿Cómo estarlo? No existe una lógica exacta. Sencillamente, si es un batets es un miembro de la hermandad que lo condeno a siglos de calvario.

Quizas eso es en parte lo que ha permitido que vuelva a ver con lealtad a Tristán y con menos recelo. Buscar otro culpable quizas le hace olvidar y enmascarar la realidad.

— Oh créeme, eso es lo que me gustaría. Poder retorcerle el cuello a tu jefa paraque toda la hermandad dejase de existir —responde, escupiendo prácticamente las palabras—. Pero sois como una plaga ¿verdad? Siempre existiréis —finaliza, sentenciando con sus palabras a todos ellos.

Porque incluso ellos, los vampiros son una plaga. Todas las razas que pueblan la tierra en realidad lo son. Incluso lo humanos. Lo que los diferencia a unos y otros, son los intereses egoístas que cada cual posee.

Los ojos del bastet brillaron ambarinos cuando oyó sobre las intenciones del no-humano sobre su líder. Yusei no dejaba de sonreír, pero el instinto y las ganas de querer arrancarle el cuello de un zarpazo a aquel desconocido se hacían ahora más que evidentes. Él, a pesar de toda la rebeldía y lo que despotricaba y se quejaba de su trabajo, era leal y defendería, literalmente, con uñas y dientes a cualquiera que ostentara poder siquiera tocarle un pelo a uno de los suyos. Sin embargo, mantuvo la calma. Aún teniendo una buena razón para saltarle encima y atacarlo, aún no sabía la raza del contrario ni cuánto potencial tendría; y lo cierto es que buen guerrero no se hacía con simple valentía y ferocidad, sino también con prudencia: elegir cuáles eran batallas que podía dar y cuáles eran un suicidio era parte de hoy en día estar vivo y haber llegado a Sombra.

—Qué chistoso, cree que sin jefa desapareceríamos... Tú lo has dicho, no-humano... —pronuncia sin más, solo por provocar otro poco al contrario y ver hasta dónde los lleva esa conversación—. ¿Cuál es el plan, entonces? ¿Seguirme y ver si te guío hasta ella? —Oh, eso podría ser divertido... Si él dirigía el paso tranquilamente podía llevar al contrario a donde quisiera y tirarlo a un estanque de cocodrilos. Una lástima que el zoológico estuviese cerrado a esa hora... O no—. ¿Quejarte y que yo le eleve tu reclamo? —Como típico felino, mientras hablaba la mayor parte del tiempo había permanecido inmóvil, pero por momentos caminaba grácil y lentamente por el techo del callejón, de un lado a otro, cual fiera acechando a su presa.

Si no había quedado claro, en ese momento Dion supo que efectivamente aquel muchacho pertenecía a la Hermandad de Sacmis. Para el Strix, sencillamente era así. Cualquier bastets sin duda debía pertenecer a la hermandad, y por tanto merecían ser aniquilados. Por unos instantes se preguntó qué haría Tristán de Martel si supiese que se había encontrado con uno de ellos. ¿Le permitirá atacarle? Al fin y al cabo, son enemigos desde hace siglos.

Y, sin embargo, existía un problemas. Y es que pese a la sangre fría que siempre era propia de Dion… el vampiro tenía una debilidad. La sangre le hervía cada vez que uno de ellos estaba cerca, porque en los últimos meses había desplazado toda la duda y culpa implantada en su líder a esa raza. Después de arreglar las cosas con Deucalion, Bartholomew dejo de culpar a Tristán y paso a culpar solo a los Strix de todo lo que paso tras la masacre de Marsella. Porque… de no haber sido atacados por la Hermandad, Dion jamás se habría marchado.

— Por desgracia, sois demasiado para que yo solo pueda con todos vosotros —responde, dejándole ver que no es estúpido—. Pero puede que si te utilice para enviarle un mensaje a tu querida jefa… tu cabeza en una bolsa. Sería un buen significativo de que los Strix seguimos aquí, esperando por acabar con todos vosotros —declara finalmente. Se descubre como vampiro no solo por sus palabras si no por su mirada tornándose negra en el momento en el que lo ve pavonearse y contonearse.

Dion no va a atacar… porque sabe que podría ser un problema… defenderse, por el contrario, no lo sería tanto.

—¡Oh, oh, te tengo noticias! —Yusei actuaba como un auténtico grano en el culo cuando quería... y la verdad era que quería la mayor parte de las veces, sobre todo cuando se trataba de fastidiar a un enemigo declarado como lo era aquel—. Lo seguiremos siendo, cadáver. Y cada vez más y más y más... —decía con un tono supuestamente jovial y liviano, como si estuviese hablando de ello cual si fuera charlar acerca de margaritas—. Y ustedes cada vez menos. Tantos menos que los últimos de ustedes van a preferir volver al agujero en el que se deberían haber quedado antes que seguir caminando por ahí.

Internamente Yusei decidió que, tal vez, el pobre infeliz no valía la pena. ¿Hacía la diferencia arriesgarse por matar a solo uno de ellos? Lo lindo, según él, hubiera sido que hubiera varios de aquel pestilente y traicionero grupo que osó a jugar con Sacmis, así al menos quizá moría, sí, pero llevándose a varios de ellos consigo.

Ante la amenaza, el bastet soltó otra carcajada que quebró la noche en un posterior silencio sepulcral.

—[b]Para eso tendrás que atraparme primero[/b] —pronunció con el mismo tono "juguetón" de siempre, antes de lanzarse a la fuga. A ojos del vampiro, lo que habría visto es que el felino solo se dejó caer hacia atrás, como en el más estúpido de los actos suicidas; mas no fueron dos segundos después que se oyó apenas un poco de movimiento en el techo y la figura del veloz y ágil circense se vio comenzar a alejarse en la oscuridad.

El odio sobre toda su raza era lo que le habia mantenido durante mucho tiempo buscándolos. Era lo que actualmente le había permitido retornar a lo que siempre habia sido y nunca tendría que haber dejado de ser. Pero eso no lo hacía más sencillo. No hacía más sencillo escuchar todas aquellas estupideces.

Pero el Strix siempre había sabido mantener la cabeza fría, y por suerte para él, acaba de descubrir un dato interesante. Al parecer, los Sacmis estaba comenzando a ser… ¿más? Ellos tambien estaban en decadencia, Dion lo sabía. Pero… aquella seguridad bien podría ser un farol, bien podría ser la verdad. La pregunta era… como. Como estaban consiguiendo más de los suyos, y sobre todo a quien estaban usando para crearlos.

— Puede que acabes llevándote una sorpresa —responde con sequedad, clavando su mirada en el—. Ganar una batalla no implica ganar la guerra. —Y ellos tenían también sus armas. Tristán tenía sus armas. Entre ellas el mismo y sus nuevo poderes. Después de todo, los Sacmis no podía representar una amenaza.

Hastiado ante semejante situación y el hecho de no poder atacar para no general problema alguno, Dion agradece que el bastet salga huyendo de la zona. Porque así es como lo ve el. Una carcajada sale de su boca en ese momento—. Adelante… huir siempre ha sido vuestra única opción —responde al acercarse al borde de aquel edificio y ver al contrario—. Nosotros, plantamos cara de frente, no por la espalda —declara antes de introducir las manos en los bolsillos para marcharse de allí. ¿Huira, o volverá para intentar matarlo? Dion ansia ver el resultado.