You’re the first face that I see
And the last thing I think about
You’re the reason that I’m alive

El aire fresco de la noche le acaricia el rostro mientras abraza a Elena por la espalda, compartiendo el calor de su cuerpo bajo la luz de la luna. A lo lejos, se puede escuchar el suave murmullo del agua contra el casco del barco, mientras se desliza suavemente por el río.

Sí, un barco. Y no por cualquier río, el Danubio ha resultado el elegido. Damon ha encontrado en Budapest un destino encantador, un refugio en su difícil situación…

Siendo marcado por Rayna, la cazadora de cazadores,  al vampiro no le quedó más alternativa que huir de Mystica Falls. Aunque en un principio se negó a la compañía de Elena, acabó permitiendo que también se convirtiera en fugitiva. Y aunque desde entonces, han ido saltando de un lado a otro, es la primera vez que Damon le lleva de sorpresa a un crucero panorámico nocturno, aprovechando San Valentín.

Deposita un par de besos en el cuello de su novia. Damon parece verdaderamente feliz de estar ahí con ella. Elena ha dejado todo por él, sacrificando su vida sin dudar ni un instante.

Por supuesto que Damon haría de esto, algo memorable.

—¿Entonces? ¿Un diez de diez? Te estoy regalando una escena romántica tipo Titanic.—Canturrea.—Vamos, quiero escucharte.—Murmuró con los labios rozando la delicada piel de su cuello.—Quiero oírte decir que soy el mejor novio del mundo. Y quiero un premio.—Sigue un cálido y corto beso en el lóbulo de la oreja. Damon aspira lentamente el aroma de la vampiresa, embriagándose.

No se encuentran solos en el barco, sin embargo, eso no les ha impedido disfrutar de cierta intimidad en esa zona del barco. La gente parece más centrada en otras en el interior del mismo. Si se lo preguntas, algo incomprensible.

Creyéndose el hombre más afortunado del mundo, susurra a la morena sobre su nuca.—Feliz San Valentín, Elena Gilbert.—A metros de distancia, las luces de la ciudad destellan como estrellas urbanas, creando un espectáculo de colores y sombras que dan vida a las calles y los edificios.

Sin duda alguna, será una noche inolvidable.

SHIP: #DELENA

¿Pasar San Valentín en Budapest?

Si le hubieran dicho a Elena hace tres meses que, lejos de ser una hipótesis o una aspiración, podría ser una realidad, no se lo habría creído. Y sin embargo, allí está: compartiendo junto a Damon un crucero de ensueño por las aguas del Danubio. Las luces nocturnas envuelven el paisaje, creando el escenario de un momento perfecto. Quién les iba a decir que, incluso en las más adversas y complicadas circunstancias, podían encontrar la manera de ser tan felices.

Claro que Damon siempre consigue hacerlo todo más fácil. —Ten cuidado con lo que deseas.—Le recuerda, sonriendo aunque haciéndose un poco la dura.—Después de la escena romántica, el Titanic chocó contra un iceberg.—Y no es como si el Danubio pudiera esconder un iceberg colosal en medio de su camino, pero... más vale no tentar a la suerte.—Damon, no estamos solos.—Le recuerda, echándose a reír mientras contiene un escalofrío de placer.

Sí: irónicamente, de placer. El tiempo no acompaña demasiado en esta época del año, pero no es como si a ninguno de los dos les importara.

Al resto de pasajeros y tripulación sí porque, en realidad, son los únicos que no han preferido resguardarse en el interior del navío. —Pero está bien, está bien.—Concede, volviendo el rostro para mirarlo.—Eres el mejor novio del mundo. Y —añade, arqueando una ceja, divertida—, puede que te hayas ganado tu premio.—No es que Elena se lo ponga demasiado fácil.

Al fin y al cabo, los dos ya saben que ella nunca ha tenido una cita como aquella... hasta ahora. —Feliz San Valentín.—Encandilada, obnubilada, enamorada, los ojos de Elena se enclavan en los azules de Damon antes de atrapar sus labios en un beso perfecto.

El beso perfecto, para el momento perfecto...
... o casi.

Aferrándose al cuerpo del vampiro para sentirlo más cerca de ella, la mano de Elena descansa —sin querer—, sobre su espalda; justo ahí: donde la carne sigue abierta, en forma de marca de Rayna Cruz. Elena deja escapar un respingo, levantando la mano como un resorte. —Lo siento.—Se disculpa con él, mordiéndose el labio inferior.

Una sombra invisible, una amenaza que nunca se separa de ellos del todo.

SHIP: #DELENA

—No me preocupo por el iceberg.—Le asegura, encogiéndose de hombros, reaccionando tan atrevido como siempre.—Sé que si llega el momento me darás un espacio en la tabla.—O preferiría dejarse hundir junto a él en el fondo del mar. Esa era Elena Gilbert, su Elena. Tan suya que se le dificulta contenerse cuando la estrecha entre sus brazos.

«Damon, no estamos solos.»

Damon sonríe con picardía a escasos centímetros del cuello de su novia.—Déjalos que disfruten de la vista antes de que cambie a contenido para adultos.—La provoca con tono seductor, haciendo amago de morderle la yugular, sin hacerlo verdaderamente, solo jugando a comérsela.—Te gusta nuestro cine para adultos.—Le recuerda, susurrando al oído de su chica, buscando sonrojarla. Le encanta las reacciones que suele causar en la vampiresa.

Sin embargo, Damon acepta contenerse, aunque ahora mismo no tengan público cerca.

—De acuerdo, con ese ‘puede’ me vale.—Sonríe feliz y contento, dándose por satisfecho. En verdad Damon se siente como si estuviera en un sueño del cual no quiere despertar. Por supuesto, no se lleva a engaño: la marca en su espalda le recuerda todos los días que aquella es solo un oasis en medio de su desierto.

Damon disfruta de los labios que se le ofrecen, los saborea y como siempre, casi se pierde en ellos. Sin embargo, el tacto en su marca le saca un repentino quejido. Y aunque Damon trata de restarle importancia, Elena jamás lo haría.

Su expresión se torna algo seria, o más bien, de cierta manera, entristecida. Damon niega con la cabeza.—Descuida, estoy bien. —Le asegura. Le gusta fingir que esa marca no está allí, como recordatorio perenne de lo idiota que fue al sacrificarse así por Lily.—Ya sabes que me gusta cuando eres ruda.—Sonríe de medio lado. La vieja confiable: atacar la situación con su característico sentido del humor.

Sin embargo, la realidad se alza cruel e inevitable: ni siquiera hallándose a kilómetros de distancia de Rayna Cruz, abordando un crucero de ensueño junto a la mujer de su vida, Damon consigue evadir por completo sus debilidades. Y no se refiere precisamente a la marca en su espalda.

Su sonrisa se apaga poco a poco, mientras que su rostro adquiere una expresión reflexiva.—No lo entiendo, Elena.—Dice finalmente. Aunque muy en el fondo sabe el por qué lo hizo.—Ni Stefan ni yo le importamos de verdad, ella… Nos abandonó.—Damon no ha pronunciado su nombre, pero no hace falta. No está hablando de Katherine Pierce y Elena lo sabe. No fue por ella que Rayna Cruz le hizo esa marca. No es por ella que se han visto obligados a cruzar el océano rumbo a Europa.—Soy un idiota.—Jamás volverás a escuchar a Damon Salvatore decir algo así, jamás de los jamases en toda tu vida, así que presta atención.

Le habría gustado abrazar a Elena en medio de un crucero, hacerle el amor una y otra vez en una especie de luna de miel improvisada, pero una que ambos hubieran decidido empujados por el deseo de compartir un viaje y no porque él debe huir, arrastrándola a ella.

Elena no se merece eso.—Perdón yo… No quiero empañar nuestra noche.—Todo fue su culpa, Elena no tienen por qué escuchar que todavía no supera a su traidora madre.

SHIP: #DELENA