—Querida, cómo me alegro de verte.—Los Ellsworth, siendo una de las más reconocidas familias entre los aquelarres de Nueva Orleans, han labrado relación cercana con la mayoría de apellidos importantes, y los Rousseau no podían ser menos. No es que Harlow y Rosalie hayan tenido un trato especialmente estrecho, pero coincidir y compartir conversaciones superfluas de vez en cuando no es nada que no hayan hecho una y mil ocasiones antes que coincidir aquella tarde en el Rousseau's.

Y, como en todas aquellas ocasiones, su conversación aquella tarde no sería demasiado distinta. ¿O sí? —Estos Rousseau, cómo sois. Siempre velando por el negocio familiar.—Le sonríe con amabilidad, separándose luego de abrazarla brevemente.—Te veo muy bien. ¿Cómo está tu padre?—Preguntarla por sus parientes es más sencillo que hacerlo sobre su pareja. Hasta donde Harlow escuchó —y los rumores tienden a llegar a ella altos y claros—, la situación con su, ¿prometido? No debió ser demasiado favorable en los últimos tiempos.

Ah, pero qué te puedo contar: si se trata de desamores y de hombres poco convenientes, la señora Ellsworth tiene un máster.

—¿Es poco adecuado ofrecerme a invitar? Como todo queda en familia.—Bromea, riéndose con levedad mientras alza una mano para llamar la atención del camarero.