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JERUSALEM D.C.
Cinco figuras avanzan con seguridad, confundiéndose con la oscuridad. La que avanza desde el centro sobresale un poco por encima de las demás. La luna, argentada y casta, revela sus facciones: tan confiadas como relajadas. Todo sale una vez más, tal y como estaba planeado... o no todo.
Los cinco brujos se topan con un obstáculo en su camino: el Puente Wickery que permite el acceso al pueblo, está cortado. Parece que está en obras. Los brujos se miran entre sí, como sugiriéndose en silencio propuestas o soluciones. Aquella quinta mujer no les observa, sin embargo. Avanza un par de pasos antes de agacharse, hundiendo sus dedos en la tierra húmeda y sintiendo a la madre naturaleza a sus pies. Una naturaleza a la que los brujos como ella jamás sirvieron, ni servirían.
Cierra los ojos disfrutando de la sensación. Inspira hondo. Silencio. Los presentes contienen el aliento, como si ya supieran lo que va a suceder y sin embargo, dejándose embelesar una vez más. «Va a hacerlo otra vez.» —Supra. —La voz de la mujer es delicada, pero firme. De nuevo, silencio.
Y entonces, el suelo comienza a temblar bajo sus pies. La mujer, de cabellos negros como la noche, permanece tranquila; y así se mantienen sus seguidores quien, impasibles a la par que satisfechos, contemplan de inmediato el porqué de aquellos temblores. Las profundas raíces de los árboles más cercanos abandonan la tierra y comienzan a crecer precipitadamente, entrelazándose las unas con las otras repetidas veces y creando, en cuestión de pocos segundos, un puente alternativo por el que cruzar.
Sin esperar a que la sigan, mas sabiendo que lo harán, Erzsébet Báthory, más conocida como la Condesa Sangrienta, cruza por aquel nuevo puente, y sólo cuando llega al otro lado se permite alzar la voz de nuevo. —Hemos llegado. —Mystic Falls. Todo el que haya prestado la suficiente atención sabe lo que está pasando en este pueblo, y si hay un lugar por el que deban empezar su misión, sin duda es este. La Condesa se detiene en su camino volviéndose hacia sus cuatro Jinetes: los brujos más fieles y leales que una mujer como ella pudiera desear. Su mirada se desliza entre unos y otros, evaluadora... hasta que finalmente, sonríe con satisfacción—. Ya sabéis lo que tenéis que hacer. —Se aproxima una Nueva Era.
Y en aquella, ellos serán los reyes.
01 / 05 • 2 am • AC
A Bastian N. Delgallo le gusta esta publicaciòn
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