Juntos. Prometieron que lucharían y permanecerían juntos, pero nadie habló sobre qué harían si empezarían a caer. Oliver se sintió siempre fuerte, pero no imaginaba lo que sería ver cómo las dos mujeres a las que más quiere mueren con un disparo en la sien.

Y lo ve. Hoy lo ve... y casi a la vez. —Eva, estoy aquí. —Evangeline ha comenzado a ponerse nerviosa y trata de reconfortarla, separándose de su tarea unos instantes... lo suficiente para contemplar cómo su galleta se quiebra—. No.—Uno de los guardias se coloca frente a Eva preparado para disparar y Oliver se levanta dispuesto a impedirlo—. No, ¡no vais a...!—Pum. Demasiado tarde. A su espalda, otro se encarga de dar el golpe de gracia.

—No... No-no-no-no-no...—Oliver empieza a balbucear nerviosamente cayendo junto al cuerpo de su difunta esposa. Pum. Un disparo más. Selene, frente a ellos, también es disparada, y su sangre le salpica directamente en el rostro—. ¡Selene!—Y ahora, ¿cómo se supone que debe continuar?

Oliver desvía la mirada, dubitativo, hacia su galleta. Con la mano temblando nerviosamente, trata de utilizar el punzón...

Dado: ¿Extrae la galletica o muere dramáticamente?

Por ellas.

Por Aledis y Defne es que ha seguido en la competencia, aunque sus ánimos se han visto disminuidos. ¿Será posible cambiar su recompensa y pedir, que ambas chicas vuelvan a la vida? Por mucho tiempo, los viajeros han buscado su propia libertad, han buscado romper la maldición pero, ¿a que costo esta dispuesta a conseguirlo? ¿la muerte de dos grandes amigas?

No, no es justo.

Se ha encerrado en si misma, no ha hablado con nadie. La noche de la muerte de ambas chicas no quiso separarse de sus cuerpos, hasta que un guardia tuvo qu golpearla para que perdiera el conocimiento y poder sacarla de ahi, hubiese preferido morir ahi mismo, a seguir sin ellas.

Un nuevo día, ¿o es noche? Da igual, hay una nueva competencia, y Zdenka sigue a los demás como un ente, sin interactuar, sin mirar a su alrededor. La sonrisa de Defne, y la voz de Aledis, todo de ellas sigue grabado en su cabeza, y su corazón. — Por ustedes. —Susurra en cuanto llega al lugar de reunion, sin dirigirse a nadie en particular.

Si no puede cambiar su premio, aun puede traerlas a la vida.
Es una viajera y tiene magia, ¡maldita sea! Con la magia todo es posible, ¿no?

Habían llegado hasta ahí. Quedaban muy pocos, y la gran mayoría habían perecido víctimas de un juego cruel que parecía imposible de detener. Algunos lo habían intentado, incluso él, pero nadie iba a ayudarlos. Solo ellos mismos.

—¿Qué es este lugar? —preguntó a nadie en concreto. Parecía el decorado de una especie de barrio de pueblo; ninguna otra pista sobre el tipo de prueba al que se enfrentarían en esa ocasión. Se fijó en sus siete compañeros, aquellos con los que se había unido para sobrevivir en la anterior prueba.

—Tienes mal aspecto —se mantuvo cerca de Rebekah. Sí, nunca creyó posible decirle algo así a alguien como Rebekah Mikaelson, pero incluso a una mujer tan perfecta como ella comenzaba a notársele el agotamiento y la dieta a la que los estaban sometiendo a todos— ¿Debería preocuparme el estado de mi yugular? —bromeó. Él tampoco se encontraba demasiado bien; apenas dormía, y tampoco comía. Era como si quisieran que su desesperación aumentara con cada día que pasaba.

—Mantén los ojos bien abiertos —fuera como fuera, no podían bajar la guardia. Connor aún tenía la esperanza de que ambos podrían salir de allí, vivos.

DADOS

Blabla.

El nigromante aún no había superado el terror de ver el cuerpo inanimado de la bruja. Intentaba acordarse del instante en donde ella había fallado, pero parecía ser que su mente se negase a concederle ese deseo. El cerebro tiende a olvidar aquellos momentos que arañan al alma y, sin embargo, Cedric se sentía igual de dolido y obnubilado ante el trágico suceso. La imagen de aquella prueba podría haber sido olvidada, pero no el tiempo compartido con la insoportable Brigitte.

Estúpida Brigitte.

Se apretaba con rabia la mandíbula. Quería gritar al mundo y a los condenados guardias que los vigilaban de cerca. Habían tenido que inmovilizarlo cuando la habían disparado. Se negaba a marchar y, mucho menos, a dejar con vida a aquel que había osado cometer aquel acto.

De repente, un profundo dolor vino a reemplazar su cólera. La convicción de su muerte no se había aún adentrado en su alma. Se habían odiado y se habían deseado mutuamente más de una vez las peores cosas inimaginables y, sin embargo, el brujo a raíz de esta tragedia se percató que, detrás de todo aquello que él había disfrazado bajo una capa de hostilidad; se encontraba un genuino sentimiento de .…¿cariño? El poder de un amor siempre se medirá de forma equivocada si solo se valora en función de lo que ha provocado y no por la expectación que lo precede, ese espacio oscuro e ignoto que se abre ante todos los grandes acontecimientos del corazón. La francesa había creado, mediante su actitud difícil, una atracción a la que Cedric se había negado confirmar. Una expectación que él había anhelado por descubrir hacia dónde conduciría ese tira y afloja entre ellos.

El ruido que se hizo alrededor le sacó del letargo en que estaba sumiso. Parecía que había otra prueba. Sin embargo, Cedric permaneció todavía sentado en su sitio. ¿Pasaría ésta? ¿Volvería a verla a ella y a Ethan gracias a la resurrección o moriría en estos juegos? Fue entonces cuando experimentó el lacerante dolor de su pérdida y todo el horror del adiós sin retorno. No sabía si la volvería a ver. No sabía si podría decirle lo enamorado que había estado de ella.

Comenzaron a anunciar las reglas y se obligó a levantarse. Lo único que ahora le movía era resucitar a Céline y Ethan. Pretendía ganar y matar a cualquiera que lo impidiese. Sus ansias de venganza habían vuelto a substituir su tristeza.

Fue buena idea unirse a aquel equipo. Haciendo uso de su fuerza e intelecto, combinados, lograron superar la tercera prueba, que resultó ser más atroz que la anterior. Tan solo la mitad logró sobrevivir.

Cada vez más agotada tanto mental, como físicamente, enarcó una ceja cuando Connor hizo mención a su aspecto.

— ¿Ese es el tipo de cumplidos que sueles hacerle a una mujer? — el amago de una sonrisa apareció en su rostro —. No eres el más indicado para hablar dado el tamaño de esas ojeras — y aún con ellas, Connor seguía pareciéndole uno de los hombres más atractivos que había conocido en sus mil años de existencia, sino el que más —. Tranquilo... creo que podré aguantar unas veinticuatro horas más. Mañana no prometo nada — y en caso de que hubiera un mañana, el brujo sería la última persona en la sala a la que atacaría.

Ese lugar era incluso más espeluznante que el anterior. Rebekah se mantuvo en silencio unos instantes, observando la expresión del policía, que a pesar del cansancio, se mantenía alerta. Tres días juntos, trabajando en equipo y todavía no había tenido tiempo de decírselo. O más bien, no se había atrevido.

— Me prometieron resucitar a Isaac — habló por fin, tras colocar las palma de su mano sobre el antebrazo de este, dejando que sus miradas se volvieran a encontrar —. Ese es el motivo por el que acepté participar en este juego — por alguna razón, sintió la necesidad de decírselo en ese preciso instante.

Todos los que los rodeaban sufrían la perdida de alguien y cargaban con asuntos que quedarían pendientes el resto de sus vidas. Si para Rebekah no había un mañana, no quería marcharse con una espinita clavada.

DADOS

Dado: Esperar por los crueles designios del destino.

Durante las noches siguientes, Darío tuvo pesadillas con la muerte de Selene. Si ganaba, ¿Podría incluirla a ella en la resurrección de su hermana? Esperaba que sí. La sola idea de que Einar o Alexa sufrieran por la muerte de la loba como él había sufrido la de su hermana, le carcomía las entrañas. Como era de esperarse, no durmió bien. Los micro sueños que logró conciliar siempre terminaban en su abrupto despertar, cuando el disparo atravesaba el cuerpo de Selene y caía al suelo sin vida.

Por suerte, logró pasar el juego de la cuerda pero se sentía cansado. El humor que tuvo días atrás se esfumó y su actitud se volvió taciturna. Francamente esperaba resistir los demás juegos porque su determinación por ganar estaba presente. Por Selene, por aquellos que habían caído buscando un sueño. El lobo emitió un suspiro, haciéndose bolita en el rincón. No conocía al resto de los sobrevivientes y no tenía la suficiente confianza para acercarse a ellos y entablar relación.

Se limitó a mirar de vez en cuando a los demás y captar conversación al azar que para él no tenían sentido. Se estaba quedando dormido pero se pellizcó el brazo para evitar perderse en los brazos de Morfeo.

Había pasado aquel juego de la estrella, pero eran muchos los que no lo habían logrado. Muchos habían caído muertos cerca y no muchos habíamos logrado dejar la galleta intacta. En mi caso, al menos, había podido lograrlo, después de todo, tantos años resolviendo rompecabezas y puzzles no parecían haber caído en saco roto, y al menos, para ese juego, me habían servido para sobrevivir.

Para el siguiente... más bien lo hizo mi nueva naturaleza. Nunca había jugado a tirar de la cuerda, mucho menos había jugado para conservar mi vida. Pero siempre hay una primera vez y en mi caso fue esta. Y ganamos, si, pero no pude evitar dejar escapar un gritito ahogado al tiempo que sentía como me temblaban las piernas cuando vi caer a todas esas personas que no habían tenido tanta suerte al haber perdido. Mi vida por la suya... sonaba demasiado cruel y egoísta.

Pero no tenía otra alternativa y me mantuve aquella noche en una esquina abrazada a mis rodillas sin ser capaz de despegar los ojos de los contrarios el rato que estuve despierta. Veía lo que aquellos juegos hacía en todos, no había que ser un genio para ello. Y para mí, como vampiresa reciente que era aún, empezaba a ver a aquellas personas de una forma realmente apetecible. Pero no, debía resistir. Un poco más, ganar otro juego y aguantar un día más.

DADOS

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Están siendo días muy duros para todos, aunque Katherine —como de costumbre—, sólo está preocupada por sí misma. No esperaba que Mikael cayera en uno de los juegos anteriores, y sí puede considerarse una lástima porque, de alguna forma —y por irónico que parezca—, empezaban a hacer buenas migas. A su retorcida manera, claro.

En cualquier caso, junto al resto de sus compañeros han sobrevivido a un juego más: el de tirar de la cuerda. Sin embargo, los ánimos están demasiado bajos entre los presentes. —¿A qué vienen esas caras largas? —Les increpa a algunos de ellos, como el número tres, el seis, el trece o el diecisiete—. Aún estamos vivos, ¿no? Podemos conseguir lo que nos han prometido. —El problema es que sólo uno de ellos podrá hacerlo.

Y, aunque aún no saben en qué consistirá el siguiente juego, Katherine tiene claro que debe ser ella.

Ignoró por completo a la número dieciséis (Kat) mientras esperaba a que les explicasen las reglas. No se sentía con humor de conversar cuando estaban a punto de iniciar otra prueba. Prefería reservar su rabia para aquello que les tenían planeado. Sin embargo,esta vez parecía una muy simple.

Cedric comenzaba a replantearse el ingenio de quién estaba detrás de todo aquello. Debían jugar con canicas con alguien que les hubiesen asignado. En su caso fue la del número seis (Zdenka). Una joven alta y rubia que, como él, había perdido a dos personas importantes (Aledis y Defne). Sus rasgos llevaban la huella de un sufrimiento tan lacerante como el suyo. Cedric supo empatizar con la susodicha, pero era mucho mayor su egoísmo. Celine y Ethan eran prioritarios y no iba a permitir que la debilidad de los sentimientos o cualquier ínfima empatía acabasen con su genuino deseo de volver a verlos.

Le resultaba aún curioso cómo, un sentimiento que siempre había despreciado, ahora fuese su único impulso por continuar.

En un arranque de determinación, decidió aprovechar la ocasión en cuanto fueron colocados. Cedric lanzó la canica; con la única esperanza que fuese algo más lejos que la de la contraria.