«¿Tú estás pendeja o qué mija?» Su interlocutor se altera y durante unos segundos, Pierce se limita a sonreír. Aquel parece un buen final después de todo.

—Llámalo como quieras, no pienso dar un solo paso más.—Advierte con firmeza, mientras una sonrisa torcida aparece en su rostro—. Ah, no. No habrá más juegos porque yo aquí me planto. Y si me planto aquí termina el tiempo, ¿verdad? Todos morimos. ¿No sería poético? El fin de Katherine Pierce... y de todos los presentes.—Sería muy típico de ella, ¿no es verdad? Abandonar este mundo pero llevándose a todos consigo. Y es que si aquel premio no era suyo, no sería de nadie.

«Ya deja de decir mamadas.»

El jugador (Darío) intenta hacerse el héroe y al final sucede lo inevitable: cae al vacío. —De modo que sólo quedamos tú y yo.—Inquiere con una ceja arqueada observando a su último rival (Cedric). De porte mucho más decidido y agresivo, tiene la seguridad de que si no salta por su cuenta, él mismo la empujará. Suspira con resignación avanzando hacia la plataforma correcta y observa el siguiente nivel a avanzar—. En fin.—Suspira con resignación—. Al menos diremos que fue épico.—Y dicho aquello... salta.

Dado: Avanzar.

Sigue viva. ¡Sigue viva!

Katherine abre los ojos comprobando que acaba de pasar lo que acaba de pasar: ha pisado la baldosa correcta. —¡Sí!—Exclama con satisfacción—. Sabía que tarde o temprano me seríais útiles, preciosos.—Y sí, acaba de hablarle a sus propios tacones.

Pierce toma una amplia respiración. —Bien. Puedo hacerlo.—Se dice a sí misma, y se lo repite un par más tratando de convencerse de ello—. Soy Katherine Pierce. No voy a morir aquí.—Porque sí: podrían decir que fue épico. Pero, ¿qué mejor que la propia Katherine cómo, de la forma más épica posible, consiguió hacerse con su ansiado premio?

De modo que, tomando una respiración profunda, salta con seguridad hacia el que cree, será su pase hacia la salvación.

Dado: Avanzar.

Definitivamente la prueba que se les presentaba ahora era mucho peor. La única ventaja que tenía Cedric era ser el último.

El primero en pasar fue un pobre hombre (Connor) que, en su primer salto, ya cayó. La segunda era la de los tacones, la famosa número dieciséis (Kat) que, inconscientemente, le hizo acordarse de Céline y de su ficticia promesa sobre la posibilidad de ganar un Balenciaga si llegaba al final de la meta.

Cedric sonrío amargamente ante aquel recuerdo. Por aquel entonces había creído ingenuamente que Céline y él habrían llegado a la final. Que estaría viva. Aún no se creía el hecho de que había fallecido y, en consecuencia se veía reducido a rechazar, como pensamientos culpables, las imágenes más atractivas que tenía de ella. El recuerdo aún era demasiado lacerante para él.

“Ya deja de decir mamadas”

La voz varonil de uno de los de su reducido grupo, lo había despertado de sus pensamientos. El moreno(Darío) parecía estar teniendo una discusión acalorada con la de tacones (Kat). Cedric había entendido en su comportamiento un deseo por querer lanzarla al vacío; hecho que le hubiese encantado de observar. Sin embargo, su decisión final le dejó estupefacto: el joven decidió ¿suicidarse?

“De modo que sólo quedamos tú y yo”

Cedric alzó la mirada hacia su única interlocutora. De nuevo se limitó a observarla con soberbio desprecio. La quería muerta. Ahora sólo dependía de ella y él:-No por mucho tiempo-murmuró por lo bajo y con contenida rabia. Las intenciones del nigromante mientras saltaba eran muy claras: iba a empujarla (concretamente hacia delante para que le resolviese el misterioso puzzle de cristales).

No obstante, nunca llegó a precisar de esa “ayuda”, puesto que ella misma acabó fallando. Ahora sólo quedaba él. Enfrente no había más que un par de cuadrados de cristal. Si acertaba con el correcto, llegaría vivo a la meta:-Vamos, decide-en aquella desesperante situación, en la que el cronometro del tiempo jugaba en su contra, se volvió a acordar de ella (Céline). Se acordó de su voz. Era una voz que acariciaba sus oídos, predestinados a encontrar infinitamente agradable aquel timbre velado y un poco agudo; era la misma voz que, mucho tiempo atrás, había dicho: “eres un capullo integral”. Cedric sonrió ante aquel recuerdo:-Un capullo, sin duda-aquello finalmente le hizo saltar en el lugar correcto. No se rompió. Había ganado. Lo anunciaron enseguida y, mientras era conducido hacia otra sala para recibir el premio, los pensamientos de Cedric volvieron a centrarse en la bruja.

Céline le había vuelto a dar otra lección. Lo que le había sostenido hasta ahora era ella:-Maldita Céline-susurraba:-Me he acostumbrado demasiado a verte, es tu culpa, has dejado nacer y formar esta dulce costumbre. ¿Lo peor y que nunca te reconoceré? Te has vuelto en mi único consuelo en esta breve experiencia triste y oscura. Ahora sólo quiero verte y para hacerlo, he continuado jugando por ti. Voy a por vosotros, esperadme.

Aquí acabó su juego y ¿respecto a aquellos que lo habían participado? Digamos que, Cedric, en un ataque atípico de “bondad”, sacrificó algunas de las vidas de los organizadores para devolverlas a esos jugadores que, como él, habían sufrido esta pesadilla.