La número 16 no sabía que pretendía hacer con aquello que estaba diciendo. ¿A donde quería llegar a parar? ¿No se daba cuenta que solo 1 de nosotros podría llegar al final? No se, pero a mi vista parecía que eso de animar a la gente era contraproducente si lo que pretendía era ganar ella. La verdad es que me daba igual lo que ella hiciese, yo solo quería seguir adelante y terminar el juego.

Y para ello lo primero era superar el siguiente juego. Juego en el que me emparejaron con otro chico que no parecía mala gente, claro que después de todo lo que habíamos pasado todos podíamos parecer o el ser más despreciable o el más inocente. ¿Y el juego? El juego era tirar una canica. Había jugado con ella de pequeñas, de hecho, en algún lado de casa de mis padres debía haber una bolsa llena de canicas de distintos colores. La diferencia es que cuando jugábamos no era por nuestra vida, ahora si.

Suspiré y tomé una de las canicas mientras miraba de reojo al otro chico. Le hice una pequeña mueca y después miré al frente. No era persona de muchas palabras, pero ahora es que básicamente no tenía palabras que decir, no me salían. Suspiré, me coloqué el pelo y después tomé la canica con los dedos de una de mis manos antes de comenzar a mover el brazo hacia delante y hacia atrás. Y cuando llegó el momento... simplemente la solté para ver hasta donde llegaba, pero no se por que me entró miedo de que por mi culpa muriese alguien más, me entró mucho miedo y casi como si mi brazo obedeciese a mis ordenes...dejé la canica caer con apenas fuerza. Creo que era demasiado buena a veces...

DADOS

Dado para lanzar la canica.

Desvia la mirada hacia Katherine cuando, de manera casi alegre se dirige a ellos. Si, han llegado lejos ¿pero a que costo? En ese momento, Zdenka sabe que la mujer no ha perdido a nadie importante en esa competencia y, que su unica motivacion, es ganar.

En el fondo, la viajera le envidia.

La competencia es una canica, alguna vez en sus vidas pasadas jugó pero duda que ahora sea fácil, no con sus animos. Su pareja en el juego la tira primera. Zdenka emite un suspiro y se pone en posicion, para hacer lo propio, pero sus animos están por el suelo, es de esperarse, ni siquiera ha tenido motivacion esos dias para arreglarse, es una suerte que hubiese pasado la ronda anterior.

Su canica no alcanza ni mucho menos sobrepasa la de Cedric. Es cuestion de minutos, o incluso segundos, para que uno de los organizadores del juego se acerquen a ella para asesinarla, en ese momento sus vidas pasan por su memoria, los mejores momentos y tambien los peores, es como si le pasaran un trailer de toda su vida.

Piensa en su padre, la unica constante en toda su vida, el hombre que le enseñó lo que sabe y gracias a quien es quien es, y tambien, el hombre al que le ha fallado. Le ha fallado al caer en ese juego y no sobrevivir, pero no solo le ha fallado a él sino a todos los viajeros, ninguno de ellos merece tener la maldición, pero ella no ha podido ganar su libertad. Piensa en Kaleena, su mejor amiga y hermana, su otra mitad; nunca pudo conocer al hombre misterioso, o ir a su boda, espera que Kaleena algun dia se case, su esposo sería el hombre mas afortunado del planeta, Kaleena es un ángel.

Dos guardias se acercan, con el arma en alto; pero Zdenka no los ve a ellos, en su lugar, ve a Defne y Aledis, ya no con sus overoles verdes, sino bien arregladas, ambas parecen dos princesas sacadas de un cuento de hadas. — Se ven preciosas. —Susurra, distorsionando la realidad. — ¿De verdad están aqui? —Lo cierto es que no, es solo su imaginación. La viajera extiende sus manos para tocar las de las chicas, pero nunca llega a hacerlo; los guardias disparan sus armas apagando su vida por completo.

Esta vez, no hay hechizo pasajero que valga.
Esta vez, no volvera a la vida en otro cuerpo
Esta vez, la vida de Zdenka realmente ha llegado a su final.

Pero muere con una sonrisa en sus labios, una sonrisa sincera, al volver a ver los rostros de Defne y Aledis una ultima vez, aunque sea, en su imaginación.

¿Que tan lejos llega la canica? F.

La número 16 (Katherine) se mostró insensible. Darío levantó la mirada con seriedad. —Sí 16, ya te vimos y ya sabemos que no tienes a nadie, ¿Quieres guardarte tus palabras para ti?—sugirió con un gruñido. Les dieron las indicaciones para jugar a las canicas. Darío se hubiese alegrado, solía jugarlas de niño, pero la vida de su pareja dependía de esto. El lobo se incorporó para situarse junto a la vampiresa con el número 17 (Victoria).

Tomó aire mientras ella se preparaba para tirar. Necesitaba concentrarse, por su hermana y por Selene que había caído. —¿Qué estás haciendo?—preguntó al ver lo que hacía. Él dudó unos instantes pero la mirada fija de los guardias le intimidó. Quería ser empático con la chica pero no podía. Si comenzaba a comportarse así no podría ganar. Su corazón latió con fuerza y tiró. Evidentemente, su canica fue más lejos que la de su compañera. Darío se incorporó y la miró. —Perdón—se disculpó, dando un paso atrás. Cerró los ojos. No quería verla morir, no podría soportarlo.

La matarían por su deseo de ganar. De sobrevivir.

Sus últimas palabras hacia Connor sonaron a despedida. E irónicamente, lo serían. Y puede que fueran un adiós definitivo.

Los soldados los habían emparejado al azar y el policía se había quedado solo. Aquello le hizo temer lo peor.

— ¡No! ¿Qué vais a hacer con él? — su corazón empezó a latir de forma desesperada ante el pánico de lo que pudieran hacer con él. Intentó seguirlos, pero los guardias la retuvieron contra su voluntad —. ¡Es un maldito error vuestro! ¡No podéis hacerle daño solo porque no hay suficientes participantes! — gritó con rabia y frustración. Notaba un nudo se formarse en su garganta y cómo sus lágrimas estaban a punto de aflorar.

Prometió que lo protegería, y ahora...

Mientras se intentaba recomponer, escuchó las normas de la nueva prueba. Volvió la mirada hacia su rival, que se encontraba junto a ella. Katherine Pierce.

Solo una saldría con vida.

— Tengo curiosidad... ¿Qué te han prometido? — aunque se podía hacer una ligera idea sobre ello —. ¿Librarte del acoso de mi hermano? — ¿Qué otra cosa podría pedir la vampiresa después de medio milenio huyendo de Nik?

— Y pensar que nuestras vidas están en manos de algo tan pequeño... — la rubia hizo rodar la canica entre sus dedos. No podía morir, no allí. No cuando el regreso de Isaac a la vida estaba en juego. No sin saber que habían hecho con Connor —. Suerte — pronunció justo antes de lanzar su canica.

Dado: Potencia de la canica.

—Oh, qué grosero.—Bufa casi teatralmente ante las palabras del número tres (Darío). Habría hecho algo más contra él, pero el juego está a punto de empezar—. Tienes suerte.—Le dice simplemente—. He arrancado cabezas por menos.—Y arrancar cabezas es sólo el menor de los límites que ha cruzado.

Las reglas de aquel juego parecen fáciles: quien lance más lejos su canica, gana. La pareja contra la que se tiene que enfrentar Katherine es inesperada. —Rebekah Mikaelson.—Sonríe con curiosidad a su rival—. Vaya, esto debe ser cosa de familia. No eres la primera Mikaelson a la que he visto por aquí.—Aunque puede que ya haya visto a su padre. Él no tuvo tanta suerte como Katherine—. Supongo que será un alivio para ti... que no haya superado el juego anterior.—Al menos, el Destructor no volverá a atormentar a sus pequeños retoños nunca más.

—Veo que no he sido muy original, ¿eh?—Mikael también acertó el deseo de Katerina Petrova—. Más interesante sería preguntar cómo has terminado tú aquí.—¿Qué puede ser tan inalcanzable para un vampiro original como para terminar en el campo de aquel juego?

Respira hondo. No se olvida de que son rivales. Rebekah es la primera en lanzar su canica, aunque Katherine comprueba con cierto alivio que esta no llega muy lejos. —Lo lamento.—Se encoge de hombros antes de tirar—. No es personal, pero... mejor cualquiera de vosotros que yo.—Y dicho aquello, lanza su canica.

Dado: ¿Dónde llega su canica?

Ni siquiera pudo despedirse de ella.

Lo sacaron a la fuerza del campo de juego y, después de creer que ese sería su final, descubrió que se había equivocado... y fue Rebekah la que se encontró con su final. Impotencia. No pudo salvarla, como tampoco pudo salvar a Isaac, a su hermano o a sus padres.

¿Qué sentido tenía, entonces, seguir luchando?

Lo haría solo porque se negaba a morir acurrucado en una esquina, llorando y temblando, o suplicando. Si iba a conocer la muerte, lo haría con dignidad.

—Espero que alguno de vosotros lo consiga... y logre vengarse de los cabrones que organizaron esto —se dirigió a sus rivales, porque ninguno de aquellos podía verse ya como un compañero. Cualquiera de ellos, al final, actuaría con egoísmo por pura supervivencia.

Tras comprender de qué iba aquel juego, el brujo dio un paso al frente quedando al borde del abismo. Hizo lo que no debería hacerse en esos casos: mirar hacia abajo, a unos cuantos metros de distancia bajo ellos. Si fallaba, no habría salvación para él.

Respiró hondo y, al final, eligió en el último momento... y, simplemente, saltó.

DADOS

¿Me muero ya?

Los juegos van de mal en peor.

Cada vez quedan menos, cada vez están más cansados. Hace días que Katherine no se alimenta como es debido, y lo que empezó siendo una ilusión, ha terminado convirtiéndose en un auténtico calvario.

El siguiente juego no es sino la demostración de que quienes quiera que estén organizando todo aquello, están completamente dementes. Los supervivientes deben cruzar por orden un puente de cristal y el sacrificio de quienes crucen primero será la pista para quienes crucen después. Por desgracia, el lugar que les ha sido asignado ha sido por sorteo.

Y Katherine es la segunda.

El hombre que pasa por delante de ella (Connor) cae al vacío apenas pone un pie en el puente, y aunque la vampiresa puede avanzar hacia la baldosa correcta, sus siguientes movimientos decidirán no sólo si vive o muere, sino también si viven o mueren los demás. —No.—Katherine se vuelve hacia sus compañeros, negándose a avanzar—. No pienso seguir cruzando. ¿Me oís? ¡No pienso morir por ninguno de vosotros!—La atención de Katherine se vuelve hacia el hombre que se encuentra detrás de ella (Darío), quien casualmente se encaró con ella antes de comenzar el juego de las canicas—. Tú.—Le increpa—. Vas a pasar delante de mí o moriremos todos.—Y no admite lugar a discusión.

Mejor vosotros que yo.

Dado: Se niega a cruzar.

Darío estaba cada vez más ansioso. El número de participantes se redujo notablemente. El lobo se situó detrás de la vampiresa a la que encaró en el juego anterior y pensó que su suerte no podía ser peor. Pero estaba muy equivocado. Al ver el siguiente juego, supo que estaba jodido sí o sí. Esto se confirmó cuando el primer participante avanzó y cayó al vacío al romperse el cristal que lo sostenía. —¡Madres!—exclamó Darío—Tremendo putazo se metió—dibujó una mueca.

La vampiresa se movió y Darío la siguió aunque como esperaba, la vio dudar. —Bueno, ¿Tú estás pendeja o que mija?—le preguntó el lobo—Muévete maldita sea, de todas formas, si no mueres aquí, morirás en el siguiente—le dijo con una mueca. —Ya deja de decir mamadas—la mandó a callar. Cuando la vampiresa se dirigió a él, puso los ojos en blanco.

—¿Sabes qué? Sí, yo voy a avanzar, pero te chingas mamacita —y dicho esto, Darío saltó a la verga.

Dado: Quitese alv.