Blanche estaba intrigada. Hacía ya varias semanas que notaba a su protegida más entusiasmada, demasiado entusiasmada. No es que eso no la alegrase… solo le sorprendía. Y estaba preocupada porque sabía que Marine era muy ingenua como una niña y, aunque tuviera a Helga para protegerla en ese sentido, temía que le sucediera algo.

Por eso había decidido que harían algo que llevaban tiempo sin hacer. Esa tarde la sacaría de paseo, irían a merendar tarta en alguna cafetería bonita del pueblo y charlarían. O al menos eso esperaba ella. Quería que Marine estuviese cómoda para que le hablase —ella o alguna de sus otras personalidades— sobre qué la tenía tan contenta.

Pero su esfuerzo iba a ser en vano, pues Marine sabía que no podía decirle que los vampiros existían o entonces la acabaría ingresando en un psiquiátrico, Helga ya le había dejado claro eso… así que sería el secreto de los cuatro y nada más. Su adorado vampiro quedaría solo entre ellos…

Marine y Blanche iban de la mano por la calle porque, aunque ya no era una niña, se sentía segura de ese modo y no tenía esa mentalidad de que, por ser adolescente, no podía hacer eso con su madre… o con su abuela. Blanche deseaba que, algún día, la chica la llamase abuela, pero sabía que sería difícil.

Aún recordaba como aquella ratoncita tuvo la suerte de ver aparecer a un buen samaritano que le salvase de las garras de la gata que estaba a punto de terminar con ella, o sea yo. O hacerla mía, no había llegado a decidirlo, por desgracia, tampoco tuve que llegar a tomar una decisión.

Pero, aquella sangre me había resultado demasiado dulce, con ese toque inocente y embriagador que solo conseguía hacerme sentir más rabia por tener que haber abandonado a mi presa. Algo que no solía hacer y que por eso ni a la misma Bellatrix le había dicho nada.

Pero, quizás, no había terminado todo y mi oportunidad iba a volver a presentarse ante mí. Aunque, mejor dicho, me cree esa oportunidad. La busqué, la estudié y la encontré. Me relamí, si, me relamí al ver a la pequeña ratoncita caminar emocionada de manos de una mujer mayor. Blanche? Probablemente, la mujer que dijo la cuidaba. Maravilloso. Era todo tan maravilloso y sería tan divertido.. Era hora de tomar el precio por haberme dejado en ridículo.

Me recoloqué la chaqueta, puse mi sonrisa más adorable, cálida y agradable y me acerqué a aquellas dos mujeres. Fui directa a la mujer mayor, sin atender a la ratoncita. Primero, debía asegurar que no pudiese mancharse. - Blanche. - Pronto mis pupilas se dilataron al entrar en contacto con la contraria. - Te alegras de verme tanto como yo a ti. Verdad? - Sonreí un poco más mientras me situaba a su lado.

- ¿Es tu nieta? - Miré a la ratoncita solo unos segundos para no romper la compulsión. - Vamos a dar una vuelta y tomamos algo las tres. - Una orden impresa en una sugerencia. - ¿Vale? - Estabas en mi juego ratoncita y ahora no tendrías a ningún príncipe azul para salvarte. - Vamos por allí. - Señalé una zona que se alejaba de donde se encontraba todo el mundo. ¿Quieres ser Bella? Me temo que esto te va a salir caro ratoncita.

Marine no tenía ni idea del verdadero motivo por el que Blanche la había sacado de casa, solo que iban a dar un paseo y merendar en un sitio bonito, porque así se lo había indicado su tutora. Con eso le bastaba y, si ya de por sí estaba feliz, aquello la mantenía en esa nube de alegría y calma que llevaba tanto tiempo necesitando. Jamás habría imaginado que lo que se la traería sería un ser que no solo parecía sacado de sus libros favoritos, sino que era la viva imagen —si es que se le podía llamar así— de su querido Edward Cullen.

Vale, no se parecía nada a Robert Pattinson, salvo en el color del pelo, pero por la descripción en el libro sí podría pasar por su personaje favorito —después de Alice, claro— y amor de su vida.

No tenía ni idea que toda esa felicidad se iría por la borda en unos segundos… cuando aquella visión apareció ante sus ojos y los abrió de par en par. Había intentado gritar, pero el grito se había quedado atascado en su garganta.

«Joder, tío, ¡joder!».

—¡No! —exclamó la chica— ¡Blanche, no, no quiero ir! —casi suplicó cuando su tutora empezó a andar con la vampira sin siquiera cuestionarla. ¿Por qué hacía eso? ¿Es que se conocían…? Quizá sí, tal vez se conocían y la vampira se había hecho pasar por una buena persona… pero Marine estaba aterrada, aún podía recordar los colmillos de la mujer clavándose en su piel… y le dolía. Solo de recordarlo lo sintió como si hubiese sucedido el día anterior— Blanche, por favor, no… —pidió, tirando de ella, pero la chiquilla no tenía fuerza suficiente para poder retenerla. O eso creía, pues Helga había sido capaz de matar a un hombre adulto.

«Deja de perder el tiempo y pide ayuda ya, que todos miren antes de que sea tarde».

Y Marine obedeció a Helga de inmediato.

—¡AYUDA! —chilló.

¿Podría haber sido más perfecta mi entrada? Creo, sinceramente, que no. Ver como el terror aparecía en su cara. La confusión al ver que su querida y adorada Blanche me sonreía y respondía como si me conociese de toda la vida... Dime ratoncita... ¿Te sientes engañada? ¿Quizás traicionada? Oh... vamos querida, este solo es el principio. Mejor dejemos que todo siga avanzando.

- Oh... ¿Pero que le pasa? Blanche querida, creí que me habías dicho que tu nieta era más agradable. - La mujer mayor miraba a Marine sin comprender por que reaccionaba así, pero tampoco podía negarse a aquello que yo había implantado en su mente, por eso, solo podía mirar confusa a ambas para finalmente seguir caminando conmigo.

Y entonces... gritó. Mi pequeña ratoncita gritó. Oh, vamos, ¿Va a estropearnos toda la diversión? Creo que no. Sonreí y me moví en un rápido movimiento para quedar frente a ella, fija en sus ojos. - Vas a dejar de gritar. No volverás a gritar hasta que yo te diga que lo hagas. - No había medias tintas, era una orden, una orden clara para que no me estropease aquello hasta que yo decidiese que podía hacerlo.

- Con todo claro... -Volví junto a Blanche y la tomé del brazo. - No la sueltes. - Y tras aquellas palabras, caminé junto a las contrarias para ir alejándonos del centro y del barullo de gente hasta una de los callejones más abandonados y solitarios. En cuanto llegásemos a uno... empezaría la función especial para mi ratoncita. James fue un imbécil que no supo jugar con Bella. Yo, no cometería el mismo error. Nt nt.

Blanche miró a Marine con desconcierto y luego a la vampira, sin saber qué estaba ocurriendo ni quién era aquella mujer, aunque una parte de ella le decía que sí que la conocía.

—Es muy educada y tímida, pero tiene un problema con la gente desconocida, cuando era más pequeña le hicieron mucho daño. Te pido que no se lo tengas en cuenta —dijo con cierto calor en el pecho al oír cómo se referían a Marine como su nieta. Tal vez ella algún día se viera como tal y la llamase «abuela». Lo estaba deseando.

«¿Pero cómo se atreve a contarle eso a una tipeja odiosa como esa?», dijo Helga en la mente de Marine, como si tuviese cuerpo y estuviese apretando los labios.

—Marine, cielo, cálmate. Es una amiga…

Ninguna de las personalidades de su cabeza fue lo suficientemente rápida como para evitar que Marine pronunciara, a gritos, sus siguientes palabras.

—¡Es una vampira! —Y a ese grito lo siguió otro para pedir auxilio… justo antes de que la Vulturi prácticamente apareciera delante de sus narices. Para entonces ya era tarde, todo intento de hacer algo por salir de aquella situación se vio prácticamente sepultada bajo aquello que la vampira le hizo. Marine asintió a sus palabras con una expresión que auguraba que estaba a punto de llorar.

«¿Pero qué coño acaba de hacer?», dijo Owen.

—Por favor, déjanos en paz. No le hagas daño a Blanche, ella es muy buena, no te ha hecho nada malo —suplicó Marine, intentando abogar por algo que ni siquiera creía que existiese, como la bondad de aquella vampira—. No tienes por qué hacernos daño…

«Sí, de buena tiene lo que yo de tonta», dijo Helga.
«Ya estoy hasta los cojones».

—¿Qué coño quieres de Marine y Blanche, eh, pedazo de loca? ¿Tan aburrida es tu vida o lo que sea que tengas que tienes que espantar a niñas inocentes? Qué triste —soltó Owen sin poder controlarse, con una voz menos sentida y aguda que la de Marine. Su expresión facial también era diferente, reflejaba un enfado que Marine jamás había enseñado. Normalmente Owen no hablaba así a la gente, pero estaba cabreado. Además, aunque no había podido soltarse de Blanche sí que había conseguido detener el camino.

Asentí dejando ver sorpresa e incluso "pena" por las palabras que Blanche me estaba dedicando. Aquellas en las que me contaba un cuento nada interesante y muy obviable, por ahora, sobre la historia de aquella ratoncita. Pero la información es poder y quizás en un futuro sea interesante. Pero ahora, no lo era. - Ay, pobrecita. Tranquila, lo comprendo mucho, también pasé por algo malo hace no mucho tiempo. - Dejé ver como apretaba mis labios, ante el dolor de un recuerdo. Si, era repugnante y asqueroso recordar como aquellos me rodearon y casi dejaron al borde de la muerte. Pero. Gracias a ellos conocí a Bellatrix y ahora soy un ser mucho más superior de lo que jamás había deseado. Las desgracias, son bendiciones a veces.

Upsi. Pero si Marine ha dicho la palabra "prohibida". Después de hacer que dejase de gritar me reí por lo bajo y miré de reojo a Blanche mientras volvía a su lado. - Pero que imaginación tienen estos niños de hoy en día eh Blanche. - Me reí buscando que la contraria hiciese lo mismo. - Tanto crepúsculo y mira... ya se creen que esas cosas son verdad. - Negué despacio y miré a Marine con la máxima expresión de compresión y dulzura que podía dejar ver. Y creedme, eso es mucho.- ¿Daño? Pero corazón, si solo quiero ponerme al día con una buena amiga. - Miré a  Blanche que negó despacio dispuesta a intentar dejar las cosas claras.

Y por cierto. ¿No dije que ya la ratoncita tenía una sangre super dulce e inocente? Pues... creo que el pequeño animalito aún tenía muchas más cosas interesantes y divertidas para mostrarme. Como aquel puntito de rebeldía que de pronto dejó ver. - Nt nt nt... una quiere hablar... pero no la dejan. - Suspiré y negué colocándome detrás de ambas para que empujando sus espaldas siguiesen andando hacia el callejón ante el que nos encontrábamos... - Sabes ratoncita... No me dejas más que una alternativa. - Suspiré una vez más como si realmente aquello fuese un esfuerzo sobre humano que me doliese en el alma hacerlo. Aunque spoiler, no lo era.

- No te muevas de aquí. - Una nueva orden a Blanche para impedir que se moviese y después tomé a Marine de la camisa - No te muevas, hasta que oigas tu nombre. - Y con dos rápidos movimientos, alzarla y lanzarla a uno de los lados del callejón. - Ratoncita. Nuestros actos tienen consecuencias. Es algo que debemos aprender desde pequeños... y me temo que tu aún no te has dado cuenta....- La sonrisa dulce de mi rostro iba tornándose por una macabra y desquiciada mientras me situaba detrás de Blanche. - de que tus palabras... van a causarle la muerte a la persona que se ha desvivido por ti. - Acerqué mi nariz al cuello de una asustada Blanche mientras olía aquel aroma delicioso. - Cada momento, cada instante.

Dejé ver mis colmillos y los clavé con fuerza en el cuello de Blanche. Sin cuidado sin compasión. Bebí de ella con velocidad y después saqué los colmillos con violencia, con la intención de que la herida en el mismo fuese mayor. - Mira lo que has hecho. Bella no dejó morir a nadie, casi da la vida por su René, por Renesmee. ¿Y tú? - Rompí la camisa de la mujer para dejar ver la parte que se encontraba entre el cuello y el pecho, para pasar mis uñas por este, arañando, dejando la marca roja inconfundible que daba paso al dolor. - ¿Que has hecho ratoncita? Le has mentido, le has engañado. A ella...

Negué y de mis pantalones saqué una pequeña navaja que clavé con fuerza en el costado de Blanche. - A Blanche. - Pronuncié con lentitud aquel nombre, sin apartar mi mirada de Marine. Apretando con fuerza aquella navaja, dejando que el dolor de aquella mujer llegase a su "nieta". - Si huyes de mí... te buscaré y mataré a quienes te importen. Lentamente. Dolorosamente. - Estaba dejando a drede que la mujer sufriese y se desangrase en mis brazos.  Pero como tampoco me apetecía perder tanto tiempo... cuando me cansé, simplemente, le partí el cuello a la mujer de un rápido movimiento. - Ups. - Dejé caer el cuerpo sin vida y ensangrentado de la mujer al lado de la ratoncita mientras me relamía la sangre que había quedado en la mano que aún sostenía la navaja. - Es tu culpa. Por tu culpa ha muerto. Has matado a la única persona a la que le importabas... Patético. Marine.- Una importante lección, no me gusta que mis mascotas huyan, que mis juguetes se escapen... Y si lo hacen, pasan cosas. Ups. Si había dicho su nombre... ahora podría correr. Que "torpe" soy... Je..

A nadie consciente en la cabeza de Marine le importaba lo que decía la vampira, eso de que también hubiese pasado por algo malo recientemente. Helga ni siquiera se tragaba esa historia, seguramente era otra mentira de la que se estaba haciendo pasar por una buena persona y obligaba a Blanche a comportarse de manera «calmada» y en confianza con ella.

Helga no intervino, fue Owen quien tomó el control de los labios de Marine —si bien ella no había perdido la consciencia ante ese acto— para decir aquello que había llevado a la vampira a empujarlas a ambas hacia el callejón al que las había estado dirigiendo hasta entonces.

Marine no entendió las palabras que pronunció aquella chica, pero cuando le dijo que no se moviera hasta que oyera su nombre sintió que de verdad no podía hacerlo, como si la hubiesen congelado con algún tipo de magia.

Su respiración se entrecortó cuando sintió cómo la levantaba del suelo y la lanzaba más allá como una muñeca de trapo. Soltó un quejido y el dolor fue muy agudo, sobre todo porque no podía moverse para sentirse algo más cómoda tras la caída. Lo que le estaba diciendo de las consecuencias, además, por un momento la transportó al día en que Helga mató a aquel ser despreciable y sintió que también le hablaba de eso… aunque la Vulturi no tenía modo de saber eso. Nadie lo sabía… solo Helga, Owen y Blanche.

«¿La muerte?», pensó la adolescente. La respiración se le agitó, empezó a hiperventilar cuando vio los colmillos de la vampira y soltó un grito al ver cómo la mordía con tanta violencia. A pesar de que respiraba con agitación, sentía que no le llegaba oxígeno y la angustia fue cada vez mayor.

—¡No! —chilló al ver cómo Blanche sangraba cuando la Vulturi se separó de ella. Los ojos de Marine estaban abiertos de par en par ante el horror que estaba presenciando. Era una pesadilla. Era una pesadilla…

«Bella no dejó morir a nadie».

—¡Por favor, no! —exclamó con la voz desgarrada cuando la vampira destrozó la camisa de su tutora legal, justo antes de arañarla… Blanche gritaba y lloraba del dolor y el terror que sentía, pero no dejaba de mirar a Marine, como si tuviera miedo de que corriese la misma suerte— ¡Para! ¡Por favor! Haré lo que quieras —gritó, desesperada y con el rostro impregnado en lágrimas. El llanto la ahogaba y la frustración por no poder moverse la quemaba por completo—. ¡Haré lo que quieras, por favor!

«Pero que no haga daño a Blanche».

Dos gritos salieron casi al unísono cuando esta fue apuñalada. Primero fue la mujer… después, la adolescente.

«¡No pasa nada!», exclamó Owen con nerviosismo. «El Edward Cullen del chino te curó, ¡la puede curar a ella tam…!». El crujido que salió del cuello de Blanche lo calló de golpe y a Marine le dio un vuelco el corazón. Intentó tocar a Blanche, que ahora yacía junto a ella, maltrecha y con los ojos abiertos en una expresión de profundo horror, pero seguía siendo incapaz de moverse.

—No… —pronunció mientras la vampira la culpaba— ¡No! —chilló entre lágrimas de dolor y desesperación. Marine. Fue algo automático. La adolescente, en lugar de salir corriendo, se arrodilló para colocar la cabeza y el torso de su nana sobre sus piernas. No era por la amenaza de la vampira, era por el shock— Blanche, dime algo. Dime algo, por favor. Muévete, haz algo. ¡Haz algo! —gritó con desesperación— No te he matado… a ti también no… —susurró con un hilo de voz antes de hundir el rostro contra su pecho, sin importarle que este se manchase de sangre— Por favor, di algo…

Ya había pasado la media tarde cuando Aron terminó su turno en la clínica Beckett, pero su día estaba lejos de terminar. Últimamente, para sentir que hacía algo útil e importante en aquel pueblo plagado de violencia y sangre, acudía con frecuencia como voluntario para echar una mano a los que habían sido sus compañeros en el hospital. La zona de urgencias solía estar a rebosar, llena de casos inexplicables para muchos pero no para él.

Se había dejado el coche en casa, últimamente casi siempre lo hacía. Caminar le ayudaba a despejar la mente, dejar de lado los mismos problemas de siempre, de difícil solución: el conflicto interminable entre los Lanvik y los Ashkore, el peligro a que Gwen se exponía cada noche, la incertidumbre... y el verse obligado a acallar un deseo que iba inherente a la alianza que portaba en la diestra.

Formar una familia.
¿En aquel sitio? Imposible.

Tras pasar un par de calles transitadas, el lobo creyó escuchar gritos a lo lejos, por una zona que no estaba concurrida. Fiándose de su instinto, fue en esa dirección y lo que creyó una simple sospecha se convirtió en una realidad. Echó a correr, arrugando su expresión al captar aquel fuerte olor a sangre fresca. Mucha sangre... y el olor nauseabundo de un vampiro.

—¡Eh! —gritó, llamando la atención de la rubia que identificó como la vampiresa. Le bastaron unos segundos para analizar con rapidez la escena: una mujer muerta en brazos de una joven, asustada y en estado de shock. Era muy probable que la primera no tuviera salvación posible, así que debía centrarse en salvar a la segunda— Se te ha acabado la diversión —volvió la mirada hacia la rubia, asqueado y sintiéndose impotente. Acarició el anillo lunar que portaba en la diestra y sus ojos reflejaron un brillo dorado, amenazantes, y de su garganta salió un gruñido animal—. Será mejor que te largues de aquí ahora mismo. Solo te daré una oportunidad —se acercó a ella, procurando permanecer alerta por si iba a por la chica pelirroja.

Si tenía que pelear, lo haría. No sería el primer vampiro al que se enfrentaba, aunque lo cierto es que llevaba mucho tiempo sin un poco de acción.

Unm, sus suplicas, sus gritos, oh dios, era aquello o no era aquello el mejor sonido del mundo? Bueno, quizás no el mejor, pero si de los mejores. Era música para mis oidos escuchar a aquella ratoncita pedir por la vida de aquella mujer. Pedir por ella a cambio de su vida, a cambio de quedar para mí. ¿Sabes que pasa? Que eso lo conseguiría de todos modos. Ahora, por desgracia para ella, había conseguido que desease matar a Blanche. Y claro, cuando a mi me apetece algo, no me gusta quedarme con las ganas. Me gusta saciarlas, y eso estaba haciendo. Haberlo pensado mejor ratoncita. Éramos tan felices las dos...que pena.

Y ahora... allí estaba muerta. Era tan maravillosa esa escena. Tan maravilloso el rostro de la ratoncita. Tanto que no pude evitar sacar el móvil con la mano que no tenía sangre y hacer una foto rápida antes de guardarlo de nuevo en mi bolsillo. Ahora tenía un recuerdo para la posteridad de mi ratoncita asustada. Recuerdos de grandes momentos. Perfecto.

- Está muerta. - Recalqué esas dos palabras con fuerza mientras seguía relamiendo la sangre que había quedado en mi mano. - Y no puede hablar. Por que si... la has matado ratoncita... ¿Por que hiciste eso? - Pestañee un poco poniendo una voz sufrida y triste. - Ella te quería tanto... habría hecho tanto por ti y mírala. Muerta en tus brazos... Asesina. - Una nueva palabra con fuerza y una pequeña risa baja.

Chasquee la lengua dispuesta a seguir con aquellas palabras tan hirientes como divertidas. Pero...es una pena que la gente sea una cotilla, entrometida y estúpida que no tenían nada más que hacer en su miserable y patética vida que meterse en las conversaciones de otros. ¿Es que ya no había privacidad en este pueblo patético para mantener una "conversación"?

Suspiré y negué con hastío mientras observaba al recién llegado. Era guapito, muy guapito. Pero... oh... ese brillo. Míralo, pero que sorpresa, esto era un giro inesperado de los acontecimientos. Era un pulgoso de mierda, un asqueroso chucho que se hacía pis en las esquinas. Señores, señoras, Jacob Black había hecho su aparición en escena.

- Uh.... míralo.. Si llega amenazando y todo. Pero que malote eh... - Sonreí y me relamí los labios saboreando aún la sangre en mis labios. - Mira ratoncita. Parece que tienes a todos los parias patéticos tratando de ser los héroes del día contigo. ¿Que pasaría si conociesen de verdad como eres? Ups.- Sonreí obviamente ignorando las amenazas de aquel hombre. Tenía mis cruzadas particulares con esos seres repugnantes. Pero no era de su incumbencia y quería jugar un poquito más antes de terminar con el juego de hoy. Solo con el de hoy.

- ¿Que pasará si no me marcho? - Di algunos pasos a un lado y a otro, sin acortar la distancia entre ambos. Pero sin alejarme tampoco. - Jacob Black vino a salvar al fallido intento de Bella. - Chasquee la lengua. - Sabes... es una pena que llegues tan tarde. Mira, ups... la mató. - Por supuesto, el juego continuaba aún, el final del juego.

Marine no era la única que estaba conmocionada. Owen se había quedado sin habla y hasta Helga estaba boquiabierta. Puede que odiara a la mujer que tenía la tutela legal de Marine, pero de ahí a matarla… y eso que ella no tenía demasiados escrúpulos. De hecho, no sentía remordimiento alguno por haber matado a un hombre, aunque eso quizá podía deberse a que más que una persona había sido un monstruo.

—¡No está muerta! —chilló Marine entre lágrimas, con su nana entre los brazos y las manos, el pecho y la cara manchados de sangre— ¡Cállate, hija de puta! —gritó Owen, fuera de sí y mirándola con una cara de odio que jamás le había dedicado a alguien antes. Porque Owen era el del buen rollo, no el agresivo— ¡Marine no ha matado a nadie, la has matado tú, puta pirada! —Tenía los puños apretados, pero estos se volvieron a abrir en cuanto Marine recuperó el control.

Fue entonces cuando volvió a llorar como si no se hubiese apartado de la luz por un momento. La chiquilla apenas se percató de que había alguien más en la escena hasta que lo vio poniéndose entre ella y la Vulturi. Estúpido Crepúsculo. Había jugado a ser uno de sus personajes, la humana a la que Edward salvaba… y por eso ahora Blanche estaba muerta.

«¡Tú no tienes la culpa, ¿me estás oyendo?!», le gritó Owen, frustrado por los pensamientos de Marine. «¡No es culpa tuya!».

—Blanche no… Blanche no… —sollozó mientras los otros dos participantes de aquella obra grotesca se comunicaban entre sí. Marine sentía tanto dolor en el pecho que pensó que se iba a morir y, por un momento, hasta deseó que así fuera— Vete… —le pidió entonces al hombre que había llegado como un ángel de la guarda. Ya no tenía más seres queridos… salvo, quizá, su primo y su familia, y no se merecían que aquella vampira les hiciera daño por su culpa— Por favor, vete… —Marine miró a la mujer lo suficiente para que supiera que le estaba hablando a ella, pero no llegó a encontrarse con sus ojos. Si no lo hacía con la gente en general, con alguien que la aterraba lo haría mucho menos— No huiré… no hagas daño a nadie más… hazme lo que quieras a mí… —sollozó de tal manera que casi parecía que le estuviese suplicando que le hiciera daño— Oh, Blanche… —Lloró sobre su cuerpo inerte, bajando la cabeza y cerrando los ojos con fuerza.

Así que para aquella vampiresa todo era un juego... Eso la convertía en un ser más peligroso. No era la primera vez que Aron se topaba con un vampiro con sed de sangre y una actitud sanguinaria, cruel y sádica... El último de ellos le había arrebatado todo.

—Es solo una niña. Si quieres una presa más grande, me tienes aquí —abrió los brazos, como si la invitara a ser la primera en atacar—. O quizá vas a por ella porque no puede defenderse, ¿no? Es así como funcionáis las alimañas como tú —la provocó a conciencia, pues sabía que si lo hacía lo suficiente dejaría de prestarle atención a la chica y se centraría en él.

—¿Jacob Black? ¿Qué diablos estás diciendo? —enarcó una ceja. No tenía ni idea de a qué venían esos nombres, pero claramente se trataba de algún tipo de paralelismo. Ante la mención a "Bella", Aron volvió a mirarla y trató de transmitirle calma y algo más: corre cuando puedas, tan solo movió los labios cuando la vampiresa no parecía estar mirando.

—Ella no ha matado a nadie, has sido tú —se atrevió a dar un paso hacia ella, observando con cautela cómo se movía de un lado al otro como si estuviera tanteando el terreno—. No va a morir nadie más... Menos tú, si no te vas. Solo hará falta un movimiento en falso, y un mordisco —un paso más y los ojos del lobo volvieron a brillar, esta vez con mas intensidad mientras le mostraba los dientes, controlando su transformación gracias al anillo que le había regalado Gwen.

Esta vez no se trataba de un farol.

O dios, pero podía ser más maravilloso. Aquellas voces, aquellos lloros, aquellos insultos. No entendía aquellos cambios raros que tenía la ratoncita. Pero es que... me daba tan igual que solo podía morderme el labio de gusto mientras movía ambos lados como quien dirige una orquesta. Me encantaba, me encantaba, sus palabras eran néctar de los dioses para mis oídos. Delicioso. - La mataste, tus acciones la mataron. - Negué despacio... - Nadie tenía que morir. - No, nadie, solo íbamos a divertirnos. Pero la diversión se nos fue de la manos. Upsi

Giré mi mirada al aguafiestas Jacob. Dios, en las películas era igual de coñazo. De verdad, bicho pulgoso, ya podría perderse en sus propios asuntos. ¿No tenía ningún culo de lobo que ir a olisquear?

- ¿Tú? ¿Y para que te quiero a ti? - Alcé una ceja mirándole como si fue la peor sugerencia que podría haber planteado. - Ella es adorable, divertida y... su sangre sabe deliciosa. Dulce, inocente y con un toque extraño que le da ese puntito que la hace genial. - Me relamí con descaro observando al hombre para que supiese que ya había probado a quien trataba de defender. - Tu pareces aburrido. Seguro que la tuya sabe sosa y añeja. - Puse una pequeña mueca de desagrado aunque terminé por sonreír. - Aunque la sangre es sangre y si tengo que beberla. Lo haré. - Aunque una acaba teniendo sus preferencias. Claro.

Oh dios, pero de que agujero había salido ese hombre? ¿Cómo no podía saber sobre crepúsculo? Si había  estado en todos lados. Lo dicho... un tío aburrido. - ¿De que cuevas saliste pulgosi? - Alcé ambas cejas divertida y me incliné un poco para ver a la ratoncita. - ¿Con ese te quieres ir? Si ni sabe quien es Jacob. Que carca. - Demasiado.

Y entonces... la ratoncita empezó a susurrar mientras el hombre intentaba amenazarme. Yo le observé mientras seguía mis pasos de un lado a otro. De hecho, ni me inmuté cuando dio un paso. ¿Asustarme? Oh por favor, no le quiero dar esa impresión a ella. ¿Que pensaría de mi mi ratoncita? No, no. A si que... Le mostré mis colmillos y las sombras en mis ojos lanzando un muerdo al aire antes de relamerme. - Bonita amenaza.  Pero... - Me incliné ligeramente para observarla. Estaba rota. Estaba en ese punto que aquellas palabras eran ya casi inmejorables. Si no fuese por este tío..

- ¿No la oyes? Dice que te vayas. - Hice un gesto con la mano. - No te necesitamos. Fus fus. - Hice de nuevo el gesto pero ahora con ambas manos. - No haré daño a nadie. - JA. Mentiraa. - Si se va el chucho a quitarse las pulgas. - Ladee mi sonrisa. Estaba forzando aquello un poquito más por que era divertido. Pero no me dejaría morder. Si el lobo se ponía violento, debería dejar aquella conversación con la ratoncita para más adelante.

—¡No! —chilló con la voz desgarrada cuando, una vez más, la vampira la acusó de haber matado a Blanche. Sí, había sido culpa suya, porque la Vulturi no sabía la enfermedad mental de Marine… y entre los gritos de desesperación de ella y los de rabia de Owen, había acabado provocando que esa psicópata matase a Blanche. A su querida Blanche.

El único ser humano que le había demostrado el amor de un familiar sin serlo…

No se lo podía creer… aunque tampoco tenía mucha cordura como para razonar lo que había pasado.

«¡Que no fue culpa tuya, Marine, por favor!».

—¡Cállate! —le gritó al chico, sin ser consciente de la conversación que mantenían la pelirroja y el recién llegado. No estaba segura de lo que la vampira había dicho sobre ella, pero era mejor así, no necesitaba que encima le dieran escalofríos. Hasta que volvió a prestarles atención. Él no parecía dispuesto a marcharse… a Marine le pareció ver un brillo extraño en los ojos del hombre que parecía ser su segundo salvador— Me salvaron… Ella me atacó y me salvaron… y por eso ahora Blanche está muerta. Por favor, vete… deja que me mate a mí… —suplicó con los ojos enrojecidos e hinchados de tanto llorar y la voz ronca de gritar.

Ni siquiera se había percatado… de que ya no importaba la amenaza de la vampira, porque a Marine ya no le quedaba nadie. Al menos, que ella supiera. Estaba sola. Completamente sola. Y en ese momento la angustia la invadió. No podía con tanto dolor. Apretó los dientes y gimió de dolor. Un dolor peor que el del mordisco que le había dado la noche en la que se conocieron… uno que le atravesaba el alma.

Se sintió mareada. Su respiración, agitada como la de alguien que corre sin estar en forma, se mantuvo al mismo ritmo mientras bajaba la cabeza… y su cuerpo y su mente cedieron a aquel sufrimiento que no podía soportar igual que no había podido soportar que un sádico asqueroso abusara de ella años atrás.

Se desplomó en el suelo, de lado, sobre el ensangrentado cuerpo sin vida de su nana.

La atención del Lanvik se desvió unos momentos hacia la joven, que parecía estar en estado de shock, y las palabras de la vampiresa tan solo lo empeoraban. El daño estaba hecho, pero no podía permitir que aquella tortura se alargara más.

—Basta —estaba empezando a cansarse de aquel espectáculo, siendo consciente de que solo había una solución y esa era actuar. Y atacar—. Es solo una niña, ¿de verdad esto te divierte? —le espetó, asqueado. Aron nunca había creído que los vampiros, por el mero hecho de serlo, fueran unos monstruos. Pero algunos, como ella, sí elegían serlo.

—¿Por qué no te acercas y la pruebas tú misma? O lo intentas —la retó, todo para que así centrase su atención en otro objetivo y dejara de torturar verbalmente a la joven que yacía junto a su familiar, rota de dolor—. No va a matarme. Tranquila, todo irá bien —incluso a pesar de las circunstancias, se las arregló para dirigirse a la misma con calma, posando sus ojos después en la vampiresa. Estos reflejaban una cólera poco habitual.

—Permíteme dudarlo —comentó de forma cortante. Cuando la chica terminó desmayándose, se convirtió en su pistoletazo de salida. Sin dudarlo más tiempo, corrió hacia la vampiresa con el objetivo de empujarla contra la pared más cercana, agarrándola de un brazo y buscando morder su piel. No le había dejado otra opción.

Dado 1 (ataque): Pos te muerdo por malita (???).