—Respira mujer, te vas a morir si sigues comiendo tan deprisa. —Àgnes se ríe con manchas de ketchup rodeando su boca, por culpa de las patatas. También le ha puesto un poco de mostaza a las suya y lo ha mezclado con el tenedor. El Bar Rousseau's tiene unas patatas demasiado ricas—. Hace tiempo que no nos ponemos al día, Nat. Y creo que definitivamente deberíamos. ¡Ya no te pasas casi por mi tienda! Stuart también te echa de menos.

Natasha ha sido una de las primeras brujas con la que conectó fácilmente; desde entonces se han hecho inseparables. Congeniaron en seguida y, aunque al principio a Àgnes le costó entender el humor de Nat, ahora la aprecia.

—Personalmente he estado bastante... Entretenida. Hay muchas cosas que han ido pasando, yo no sé qué es lo que ocurre en el mundo sobrenatural pero está patas arriba y las cosas no van a hacer si no empeorar. ¿Tienes con qué cuidarte o protegerte? —Porque sí, Nat es bruja como Àgnes, pero aún así las brujas son como los lobos: más fuertes en grupo que a solas.

Niega con la cabeza de forma exagerada, como lo son casi todos sus gestos.—¡Es que le he puesto salsa tártara! —Alcanza a relamerse los labios para limpiar los restos de salsa antes de volver a la carga. Entonces, al hacerlo se atraganta y comienza a toser, haciendo los aspavientos propios de alguien que acaba de tragarse una guindilla e intenta que la boca le deje de arder.

Brusca como siempre, se da un par de golpes en el pecho con la palma de la mano, y luego bebe un largo trago de su cerveza. Ya aparentemente calmada, se ríe de sí misma.—Cualquiera creería que no he comido en semanas.—Al escuchar el nombre del can, le pone una mano sobre el hombro de la mujer y aprieta ligeramente.—Ay Dios, sí. ¡Stuart! —Se lleva una mano a la frente y la escurre por su mejilla.—Aunque tengo la teoría que me quiere por la comida que le llevo. Creo que es más rica que lo que le das.—Bromea mientras hunde dos patatas en una mezcla de tártara con ketchup y alsa barbecue.

—Nah, sabes que no le tengo miedo a esas cosas. Soy bruja, pero como si no lo fuera. La verdad es que me mantengo tan lejos del mundo sobrenatural como puedo.—Se encoge de hombros.—Así he funcionado siempre y aquí estoy, vivita y coleando. Ya sabes, dura de matar.—Como John McClane de Die Hard. O al menos esa era su fachada: ser una bruja novata, inexperta y sin aparente interés en lo sobrenatural.

—Bueno amiga, comprendo que todo el mundo esté loco después de que el papucho de Klaus haya estirado la pata. No todos los días una pierde un híbrido original. Es que el tipo era una leyenda, ¿sabes?—Asegura mientras se chupa la salsa de los dedos.—¿Te conté que un día lo conocí? Fue conexión instantánea. Todo muy uff, amazing.—Alza su cerveza y brinda al aire.—Que papaito Dios, lo tenga en su gloria.—Se burla antes de dar un largo trago.

—¡Te lo he dicho! Nat, un día vas a matarme de un disgusto y no te lo voy a perdonar. ¡Me enfadaré tanto que no contactaré contigo en ningún otro lado! —Ni en el famoso Otro Lado, ni en cualquier otros lados que puedan existir. Si es que existen. Aunque Àgnes tiene la teoría de que hay... muchos universos. ¿Algo así como un multiverso? Más o menos.

—Serás... —Se ríe con fuerza negando con la cabeza comiéndose un par de patatas más—. ¡Claro que no! Él me adora y la comida no tiene nada que ver. —Le saca la lengua a Nat, encogiéndose de hombros—. Es difícil mantenerse fuera de eso cuando en Nueva Orleans hay un montón de aquelarres. —Y ya no eso, es que ahora hay hasta híbridos y lobos allí—. Quiero que cuando tengas algún problema me llames. Yo te ayudaré con lo que sea, lo sabes.

No duda del poder de Nat, no, claro que no. Pero dos brujas poderosas son mejor que una—. ¿¡Qué lo conociste!? —Àgnes chilla de repente. Entre sorpresa y horror, aunque ella...—. Pues yo salí con el padre. —Le da un bocado a su hamburguesa—. El lobo no, el otro. El vampiro original loco.

Mikael. Ese.

—¡Me libren los Dioses de semejante castigo! Entonces, ¿quién me va a jalar las patas en la noche mientras duerma? —Devuelve la broma entre tontas risas. Sus chistes malos se huelen a kilómetros de distancia.

—¿La comida no tiene que ver? —Ríe con fuerza, pegándole con el pueño a Ágnes en el hombro.—La comida lo es todo para ellos, Señora Ingenuidad.—Pone los ojos en blanco y niega con la cabeza. ¿Cómo es que alguien con perro no sabe eso?—Ay sí, ¿has conocido algún Tremé? Qué miedito con las tiendas de vudú.—Un escalofrío, le tiemblan los hombros y mueve la cabeza.—Ellos me recuerdan esa película... ¿Cómo es que se llama? —Chasquea los dedos embadurnados de ketchup y grasa, pero no suenan.—Ah, sí: La Llave del Mal, con Kate Hudson. Toda la narrativa Southern Gothic...—De un miedo que ni para el perro.

Natasha se atraganta y empieza a toser aparatosamente. Se da un par de golpes en el pecho con la palma de la mano.—Jú.ra.me.lo.—Así, enfatizando en cada pausa. Su boca se abre en una gran "O". ¿Debe creer en aquella vieja bruja? ¿Qué le garantiza que le dice la verdad? Después de todo, ella misma está mintiendo. En su perra vida ha visto a Klaus Mikaelson.—¿Y cómo es Mikael? He escuchado de él, mis padres hablaban pestes.—Confiesa. Claro, sus papis anti-vampiros.

—Entonces... ¿Crees que la ciudad se irá a la mierda con todo lo que ha pasado? ¿Debería buscar amiguitos brujos o algo así? Nunca he sido de estar en aquelarres. Renegué del mío.—Pregunta al introducir un par de patatas en su boca.—¿Para qué voy a querer practicar magia oscura?—Y en eso su madrastra ha convertido el aquelarre.

—¡Tía! —Àgnes se ríe a carcajadas. Natasha tiene ese no sé qué qué sé yo que consigue ponerla siempre feliz—. Nunca he ido a ninguna de esas, aunque sí que he conocido a gente del aquelarre y no son como te los imaginas, mujer. —Añade con una última risita, negando con la cabeza.

Se encoge de hombros y se relame los labios antes de asentir—. Sí, bueno. Apenas fueron unos dos o tres meses como mucho y nunca conocí a sus hijos. Tengo que admitir que sabe gastárselas en la cama pero aparte de eso es... un tanto difícil. En el primer mes fue un poco más dulce, pero en cuanto supe quién era ya te imaginas lo que pasó. —Un desastre, eso pasó—. Desde entonces no he estado con nadie, aunque debo confesar que hay un chico que me llama la atención. Pero es demasiado joven creo yo. —Maldito Phoenix.

—Oh no, no solo la ciudad. Todo Nueva Orleans, Grove Hill y Mystic Falls. Seguramente, porque es una bomba a punto de explotar. —Limpia sus labios antes de continuar hablando—. Creo que es lo más lógico. Buscar gente que te pueda ayudar y que te cubra las espaldas. No necesariamente brujos ni mucho menos participar en un aquelarre, yo no estoy en uno, ¿recuerdas?

En eso están de acuerdo. Creo que no están hechas para pertenecer a uno; al menos Àgnes no.

¿Qué no son como se los imagina? Natasha se permite entrecerrar los ojos, duvitativa.—No lo sé Ric, parece falso.—Keyser no es alguien que se fíe demasiado fácil. Puede tratarte como su amigo de toda la vida, sí, pero eso no quiere decir que confíe en un, dos por tres. Menos en brujos con la capacidad de desatar infiernos con su tipo de magia super dark.

¿Dos o tres meses con Mikael "El Destructor".—Wow, Àgnes! ¡Eres una puta leyenda! Yo es que me orino en los pantalones si llego a verle la cara algún día. Te lo juro, mis padres le tenían por un demonio.—Y a sus hijos igual, pero ¿eso importa? No. Porque su madrastra vino a cagarla al juntarse con uno de ellos. Anyway, todas locas por los Mikaelson.

—¿Y qué carajos importa si es muy joven? Con tal que no sea menor de edad, ya está. Si pudiste con Mikael, puedes con cualquiera. ¿Al menos es atractivo? Por favor, dime que no es pedante, engreído y narcisista. No te los recomiendo.—Nat alza su dedo índice hacia la bruja para dar más énfasis a sus palabras.—Son lo peor. Solo porque tienen un jodido cuerpo de super modelos se creen ya que todas vamos detrás de ellos.—Maldito Phoenix, ¿qué demonios se cree?

—Bueno, no me llevo con vampiros... La verdad me dan exactamente igual. Tal vez... ¿lobos? ¿O bastets? ¿Sabías que existen? Mi madrastra coleccionaba.—Resopla.—O simplemente sólo debería acabar mi trabajo aquí e irme a la mierda, lejos hacia el Viejo Continente y olvidarme de todo, de todos.—El problema es si ahora podrá hacerlo.—Si seguimos aquí quien sabe si seremos los próximos daños colaterales de esta guerra.

—Es un demonio. —Àgnes recalca el verbo "es" porque es cierto. No sabe cómo son sus hijos, pero Mikael... un demonio. En muchos sentidos, todo hay que decirlo. Unos más provechosos que otros, pero vamos que no hace falta entrar en detalles escabrosos—. Bueno... Tal vez tengas razón.

Tal vez, y solo tal vez. Pero no va a admitirlo más de lo necesario, ¿eh? Es que eso de fijarse en más jóvenes que ella lo lleva mal.

—Oye, oye. ¿No te parece que lo estás diciendo así como muy... personal, como si hubiera alguien por ahí? —Básicamente parece que Nat tiene a alguien más en su vida y que no le ha contado nada a su amiga del alma. La va a matar por no contárselo, hombre ya—. ¿Y no me cuentas nada, perra? —Con todo el cariño del mundo se lo llama, eso sí.

Casi que se atraganta con la comida. ¿Ba qué?—. A ver rebobina. ¿Bastets? ¿Como gatos gigantescos? —Nueva Orleans es un maldito misterio, madre mía—. ¿Irte y dejarme sola? ¡Cómo te atreves! —Intenta añadirle algo de humor a la situación, pero la verdad es algo para replantearse—. En realidad no me extraña que te lo pienses... De todas maneras, yo siento que tengo que quedarme.

Y es un poco molesto, no le gustaría separarse de su amiga.

—¿Muy personal? Para nada. No existe nada personal. Solo es trabajo.— Un trabajo con quien hace dos días tuvo momentos... incómodos estilo raros en medio de la pista de baile.—¡Que no es nada, perra! —Suelta un pesado suspiro. Luego pone los ojos en blanco.—Conozco a un hombre que encaja a la perfección en esa descripción, es todo.—Le resta importancia en su tono.

Claro, tonta ella que ha pensado, los bastets les conocen tanto como a los lobos o vampiros.—No, como gatubela.—Bromea antes de responder corectamente:—Como la diosa de la antigua Egipto. Y no preguntes de ahí porque no sé.—Su ignorancia en esos asuntos es bastante alta. Lo cuál le hace más susceptible a los peligros.

La fingida regañina de Ágnes para Nat le hace soltar una buena risada. —¿Quedarte? —Frunce el ceño.—¿Alguien te está reteniendo aquí? Ohh quizá el chico del que has hablado... genia, genia.—No la culpa... Mentira, sí. ¿Que un hombre te retenga? Deja mucho que desear de una mujer. En fin, suposiciones suyas. Quiere pensar que la bruja es más inteligente que eso.

—Sea lo que fuere que te depare el futuro, cuidate ¿sí? Por alguna razón me mantengo fuera del mundo sobrenatural: termina dañandote, arrebatándote lo que más quieres.—¿No lo ha vivido con sus propios padres? Su familia, esa feliz que la educó ya no existe. Y todo gracias a la eternida guerra que su familia libró con los vampiros.—Bien, terminamos esta ronda y nos largamos, ¿te parece? —Acto seguido, Natasha lleva a sus labios la botella de cerveza.

—Entonces sí es algo —la bruja mueve sus cejas arriba y abajo, una y otra vez, aunque no duda en volver a reírse por haberla molestado hasta que ha acabado sabiendo lo que quería. O al menos una parte de la información—. Así que esas cosas existen. Interesante —lobos, vampiros, brujas, ahora gatos, ¿Qué será lo próximo, un wendigo? Pues como mínimo.

A saber qué sorpresas más le tiene preparado Nueva Orleans.

—Claro que no —ya quisiera un hombre tener tal poder sobre ella. Es otra cosa, algo bastante más lejano que un hombre, pero algo más peligroso también. Y todo sea dicho, Àgnes nunca le dice que no al peligro—. Lo haré, pero solo si me prometes que tú también. O puedes decirle a ese hombre que cuide también, y a ver qué pasa —quién sabe igual dentro de unos meses tiene que ir a una boda porque Nat se casa—. Vale, pero pagas tú.

Probablemente esa boda no pasaría ni en un millón de años.