—Me parece que son conversaciones más que necesarias, ¿no crees? —lo creyera su hija o no, John Ashkore estaba dispuesto a destapar y desmantelar cada posible secreto unido a la familia, así el legado de la misma se autodestruyese o acabaran divididos. John tenía que asegurarse de que dentro de los suyos no había traidores de ningún tipo—. La muerte de tu madre fue algo desafortunado, Gin. No tuve elección. Sé que piensas que fue fácil hacerlo, pero nunca he querido a nadie como quise a tu madre, Gin —porque no, no lo hizo. Realmente John no se ha visto capacitado para querer o amar a nadie de esa manera excepto a la madre de sus hijas. Dudaba que, en algún momento, esa capacidad pudiera volver.

De todas maneras, Ashkore no aceptaría a una «abominación» entre sus filas y, mucho menos, en su familia de una manera tan sumamente directa. John era un hombre de principios y los seguía a rajatabla, así tuviera que hacerse daño a sí mismo, a sus hermanos o a sus propias hijas. Sin importar qué, era cazador por encima de todo.

Puede que ponerlo por encima de otras prioridades haya acabado con él poco a poco.

—Sigo siendo vuestro padre os guste o no —y la cabeza de la familia Ashkore, eso también. Pero con el tono y la mirada de John, Gin sabría entender a la perfección a qué se refería, así que tampoco añadió nada más—. Justo, un topo. Loki Lanvik no es más que un paranoico, así que dudo mucho que se fíe de los suyos —casi como John. Irónicamente, el lobo y él se parecían... bastante—. ¿Qué te dijo Rayna?

Vaya, la Cazadora se estaba moviendo con rapidez. Interesante.

John sonrió de forma melancólica, casi taciturna, ante la mención de la pérdida de Gwen—. En mi opinión, perdí a tu hermana hace mucho tiempo, Gin. Pero agradezco el consejo —eso sólo confirmaba que Gwen continuaba con aquel Lanvik. No le importaría tener unas palabras con él y, por palabras, podría traducirse en amenazas—. Christine Lanvik es toda tuya. Me interesa la cabeza de Loki Lanvik. Nos haremos con su manada lo antes posible.

En mitad del silencio, la rotura de una pequeña rama de árbol llamó la atención de John, que miró a su hija con una ceja alzada y una sonrisa cínica e incluso divertida.

—Vamos, tenemos una presa que llevarnos.

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—Así que has vuelto para abrir el melón de las conversaciones incómodas.—Inquiere, arqueando una ceja. Suspira. El último amante de Gin del que su padre supiera, fue el propio @Lorenzo St. John; encuentro desafortunado que se diera poco antes de que el vampiro volviera a ser encontrado por Augustine.

Entonces, se sucedieron unos largos meses tras los que Gin llegó a temer del abandono de Enzo. Y, aunque no fuera así, prefiere que su padre no esté actualizado con las últimas noticias. —Me temo, padre —le dice entonces, siendo la primera vez a lo largo de la conversación que se dirige a John de aquella manera—, que después de arrebatarle la vida a madre, perdiste el derecho a opinar sobre las vidas amorosas de tus hijas.—Y no hará más declaraciones al respecto.

Al menos, por ahora.
«Necesitamos a un rezagado...»

—¿Hablas de un topo?—Inquiere, extrañada.—Ignoro si Loki pueda confiar en nadie que no sea un licántropo.—Puede que @Loki N. Lanvik ni siquiera confíe en su propia sombra. Hasta donde tiene entendido, ni tan siquiera confía en su propia sangre, como lo es @Aron T. Lanvik.—Rayna Cruz también contactó conmigo hace unas semanas. Parece que quiere de su parte a todos los Ashkore.—Pues su conversación durante aquel primer encuentro dio a Gin a entender que ya había coincidido también con Gwen.

La fama de aquella familia les precede, sin duda.

—Si vas a ir a por los Lanvik… perderás a Gwen para siempre. Lo sabes, ¿verdad?—John ha de tener claro a lo que se expone. Cumplir con aquella misión podrá suponerle el pago de un precio muy alto.—Todavía tengo una cuenta pendiente con una de ellos. Christine Lanvik.—No consiguió asesinarla la primera vez, y su marido, Aksel, prácticamente logra acabar con ella en venganza.—Si me la dejas a mí… me tienes dentro.—Y es que, por desgracia… Lanvik y Ashkore siempre estarían enfrentados.

Y Gwen y Aron, al igual que Julieta y su Romeo, estarían condenados a permanecer en medio de aquella guerra.

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—Te diría que si tu hermana lo supiera, yo no estaría aquí. Pero es demasiado tarde como para mentir, y yo demasiado viejo como para seguir haciéndolo —Gwen y Gin ya no eran unas niñas pequeñas que no entendían las cosas que sucedían a su alrededor. Eran unas mujeres adultas hechas y derechas que, a su manera, tomaban sus propias decisiones. Decisiones con las que John no solía estar muy de acuerdo, precisamente.

Como la decisión que Gwen tomó a la hora de pasar su vida con @Aron T. Lanvik. No sólo decepcionó a John, si no que de alguna manera desprestigió el apellido familiar Ashkore de la manera más burlesca posible. No quería tener a Aron cerca en ningún momento o de lo contrario, John no sabía si podría controlarse.

—¿Debería preocuparme por tu vida amorosa también, Gin? —y aquella pregunta, un poco trampa para muchos, tal vez encerrase algo más que su hija no sabía. ¿Sabía John si estaba con alguien que él no aprobase? No, en absoluto. ¿Lo intuía? Tampoco. Pero si eso era lo que estaba pasando, prefería que Gin fuera honesta con él en ese preciso momento y no después.

Sería peor si le mentía.

—Necesitamos a un rezagado, alguien que pueda sernos de ayuda desde dentro. Que no sea demasiado imprescindible, pero lo suficiente como para que noten su ausencia —John chasqueó la lengua en el paladar—. No podemos ir directamente a por ellos, pero es probable que me deje ver ante Loki Lanvik en algún momento como si fuera una casualidad —sin serlo, por supuesto. Vigilará todos sus pasos—. No son los únicos que tengo en la mira. Hay ciertos vampiros merodeando de los que también me quiero encargar, pero hablaré con Rayna Cruz también para que me informe —la mirada de John se volvió más afilada, fría y distante, cuando se la devolvió a Gin—. Necesito saber que puedo contar contigo hasta el final.

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«No es venganza.»
«Es justicia.»

Gin deja escapar una risa sorda. Créeme: puede hacerse una idea de la clase de justicia a la que se refiere su padre, así como su trabajo. Se lo inculcó a ella y a su hermana, al fin y al cabo, desde que ambas fueran apenas dos crías.

Que aquella justicia, sin embargo, vaya esta vez redirigida hacia los Lanvik en vez de hacia los vampiros en general, resulta una novedad. —Supongo que Gwen no sabe nada de esto.—Ni siquiera tiene claro que su padre esté advertido sobre el nuevo estado civil de su hija predilecta, pero ya no es un secreto para John desde hace mucho tiempo, que Gwen comparte relación y vida con un licántropo Lanvik. Puede que @Aron T. Lanvik no tenga nada que ver con su familia, pero no sería la primera vez que lucha en su favor y nombre.

Gin lo ha vivido en sus propias carnes, al fin y al cabo.

Sin embargo, aunque Gin y Aron hayan oficializado su tregua personal, no puede negar que la rabia hacia aquella manada aún sigue colmando su corazón. Christine Lanvik le arrebató a su primer amor, y aunque Gin culminó su venganza, su alma aún no descansa en paz. —¿Qué tienes en mente?—Sea cual sea el plan de John...

Gin quiere entrar.

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