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Héctor A. Palaxbrujo
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Héctor A. Palax
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Zac Efron escribió:What if we rewrite the stars?
Say you were made to be mine...
Nothing could keep us apart.
You'd be the one I was meant to find...

SODANKYLÄ, FINLANDIA.

Abril es el último mes de la temporada para ver auroras boreales, aunque dicen que también es el mejor momento del año para hacerlo. Los días en la fría Finlandia empiezan a ser, aunque tímidamente, cada vez más largos, y el festival de luces y colores es aún más vívido e intenso, si cabe.

Héctor le prometió que se vengaría de Jane por lograr casarlos a traición, sin que él pudiera prepararse unos votos en condiciones, de modo que las últimas semanas se ha estado empleando a fondo, preparándolo absolutamente todo para que hasta el más mínimo de los detalles en su merecida luna de miel, fuera sencillamente perfecto. Se siente orgulloso de haber protegido bien el secreto del destino, al menos, hasta que visitaran el aeropuerto: les esperaban por delante dos semanas de ensueño en un complejo polar, desde el que podrían disfrutar de las grandes vistas del firmamento en esta época.

Ese es su regalo de bodas: todas las estrellas.

A lo que ninguno de los dos se ha terminado de acostumbrar es las bajísimas temperaturas del norte del país, aunque aquello tampoco ha sido un problema: no han necesitado demasiadas excusas para entrar en calor.

Por desgracia, todo lo bueno acaba: aquella será su última noche en Finlandia, de modo que disfrutarán de las auroras boreales como se merecen. Jane ya le está esperando fuera del pequeño iglú que ha sido su hogar en los últimos días; Héctor, por su parte, trae de la mano un café negro con miel, bien caliente, que le tiende antes de rodear su cintura con sendos brazos. —Te diré que lo he intentado.—Le dice entonces, repentinamente.—Sí. Intenté sobornar a recepción para quedarnos una semana más.—Se echa a reír, aunque no le importaría haberse quedado a vivir allí una semana más.

De hecho, sus vacaciones debieron terminar hace cuatro días, fecha en la que expiraba su reserva en el complejo. Pero, convenciéndose a sí mismos de que se lo merecían, Héctor dejó en manos de su esposa las labores de persuasión, de manera que desde recepción se les concediera una ampliación de cuatro días más.

Su esposa. Aún no se acostumbra.

Con todo, Héctor y Jane no son tan egoístas como para no ser conscientes del grave overbooking que sufren aquellos hoteles en esta época del año, de modo que, a regañadientes, terminaron asumiendo que aquel pequeño oasis de felicidad debía terminar. Mañana por la mañana, marcharían al aeropuerto y tomarían un vuelo trasatlántico de más de doce horas, de vuelta a casa.

Por completo, por supuesto, ignorantes del grave error que han cometido extendiendo aquel paréntesis un poco más.

SHIP: #JÉCTOR
26/04 • 20 pm • @Jane Coullson


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E. Jane Palaxvampiro
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E. Jane Palax
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Si hace un año —cuando su vida privada parecía sumida en un total limbo— alguien le hubiese dicho que este abril estaría en nada más y nada menos que Finlandia, acompañada del hombre de su vida y disfrutando de una alucinante luna de miel, jamás lo habría creído.

Nerviosa, ansiosa y emocionada, Jane se estuvo comiendo las uñas desde que contrajo nupcias con Héctor, esperando el gran día donde ambos lo dejarían todo atrás para vivir la experiencia de una auténtica luna de miel. Durante semanas Jane se hizo las mismas preguntas: ¿Qué estaba preparando su marido? ¿A dónde? ¿Cuándo? Tramposa como siempre, la vampiresa intentó de todas las maneras posibles de sacar información al propio Héctor, usando sus encantos que estaba segura, el brujo no podría rechazar. Sin embargo, no lo consiguió. Héctor, buen zorro viejo, guardó el secreto a muerte. En algún momento, Jane desistió y le tocó limitarse a esperar…

Y vaya que ha valido la pena.

Ahora no quiere regresar. Si es por ella —y pese a las terribles temperaturas bajas de la zona— se quedaría a vivir ahí con su marido para siempre.

Hizo un mohín cuando las malas noticias del brujo llegaron a sus oídos. Por suerte, el café con miel no solo le conforta del frío, también le ayuda a sobrellevar la resignación.—Si nos hubieran dejado habría sido un sueño del que no querría despertar jamás.—Admite seguido de un tenue suspiro mientras sostiene la taza caliente con ambas manos.—Abrázame muy fuerte, por favor.—Le pide a su esposo al instante que siente sus manos rodeando su cuerpo.—Quiero sentirte mientras contemplo esta hermosa aurora… Santo Cielo, es hermoso.—Jane ha perdido la cuenta de cuántas veces ha dicho eso, pero es que todavía se queda sin palabras…

Jamás ha vivido una experiencia similar.

Y Héctor lo sabe.—Nos hemos pasado los días envueltos en otro tipo de actividad —ríe ligeramente—, que todavía no me has dicho algo sobre las auroras boreales. Vamos, vamos, sé que tengo un esposo aplicado, así que quiero ser instruida.—Héctor siempre sería su mejor maestro, jamás podría quejarse de eso.—Dime algo que me sorprenda.—Le insta, separando una mano de la taza para colocarla encima del agarre ajeno.—Me lo debes... —Jane, creando otra inexistente deuda, claro que sí:—Nunca le pones suficiente miel al café.—Y solo por eso, debe resarcir el daño de algún modo.
26/04 • 20 pm • @Héctor A. Palax


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Héctor A. Palaxbrujo
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Héctor A. Palax
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Aunque no es la primera aurora boreal que tienen el privilegio de contemplar, Héctor sabe que, siendo la última de aquella experiencia, sí será la más especial. El festival de luces y colores que se extiende ante ellos como uno de los milagros más impactantes de la naturaleza, aún consigue robarle la respiración.

No tanto como su esposa, sobra decir. Aunque quizá se le acerca. —Oh, así que sólo llevamos unas semanas de casados, y ya quieres que te aburra con los datos.—Bromea, aunque en realidad sí sabe algunas cosas. Lo cierto es que en todos estos años de soledad, y cuando su cuerpo se volvía incapaz de soportar una nueva ronda de alcohol y otros opiáceos, aprendió a evadirse asimismo en el conocimiento. Su viejo amigo, Virgil, a menudo le prestaba libros de toda clase de temáticas, con la esperanza de que alguna de ellas le llamase lo suficiente la atención como para no volver a encontrar necesario vaciar otra botella de bourbon durante una nueva recaída.

Las recaídas siempre volvieron, por desgracia. Aunque, entretanto, tuvo la oportunidad de aprender algunas cosas.

De modo que, rodeando a la señora Palax con sus brazos y desde la espalda, acerca los labios al oído de ella para empezar a contarle todo lo que sabe. —Las auroras boreales… o también llamadas, auroras polares, son el resultado de las partículas de viento solar chocando contra la magnetosfera de la Tierra.—Le explica.—Durante dos días, viajan desde el Sol hasta la Tierra a velocidades que ni siquiera tú misma podrías alcanzar.—Bromea, riendo ligeramente.—Su color varía en función del tamaño de la onda energética que producen durante el impacto. Las más comunes adquieren colores verdes o amarillos. Las más grandes, y también menos comunes… lucen de color rojizo o violeta. —Y, ¿a que no lo adivinas?

La temporada 2012-2013 de auroras boreales en Finlandia ha registrado el mayor número de luminiscencias con grado de impacto superior a los 630 nanómetros, de la última década. Razón por la que la feliz pareja ha tenido la enorme fortuna de vislumbrar más auroras violáceas de lo que habrían podido esperar.

Un dato del que presumir y alardear si entiendes de física.

Claro que no podía ser de otra manera. ¿Qué no iba a ser genuinamente especial en aquel viaje? —¿Sabes? De camino desde la recepción, he estado pensando en ello.—Confiesa repentinamente, con la mirada clavada en el firmamento.—Quién me iba a decir a mí que esté frío me mantendría las neuronas más en su sitio.—Añade de forma jocosa, antes de proseguir.—Tal vez… tengamos que abandonar el hotel, pero no tenemos por qué volver a Nueva Orleans.—Le dice entonces, volviendo la mirada y buscando la de Elspeth.—Hemos perdido demasiados años, Jane. Esa maldita ciudad nos ha consumido a los dos.—Puede que fuera el lugar en el que ambos se conocieran y encontraran, pero también fue el lugar en el que se perdieron el uno al otro… varias veces.—Teniendo un mundo lleno de posibilidades… Volver se me antoja innecesario.—Y es que para muchos, Nueva Orleans es un bastión que defender, un hogar. Para muchos… pero no para Héctor.

Su hogar estará allí donde esté Jane.

Y es cierto: durante años, se ha debido a los aquelarres y a su gente. Héctor les ha dedicado su propia identidad; les ha dado todo. Una vida de dedicación, sacrificio y entrega, quizá haya sido suficiente.

Quién sabe: quizá no sea mal momento para jubilarse.

SHIP: #JÉCTOR
26/04 • 20 pm • @E. Jane Palax


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E. Jane Palaxvampiro
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E. Jane Palax
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¿Aburrirla? Deja escapar una ligera carcajada.—Nunca te lo dije, ¿verdad? Ese es uno de tus más grandes atractivos.—Aunque está segura que alguna vez se lo dijo. ¿Y qué puede decir ahora? Le encanta ser la esposa de alguien tan instruido. Por supuesto que quiere escucharlo, además le entretiene lo suficiente como para no recordar que dentro de poco deberán abandonar aquel idílico lugar.

Una corriente eléctrica recorre su espina dorsal cuando su marido habla a su oído. Aprovecha entonces para cerrar los ojos por un breve momento, disfrutando de todas las sensaciones que le produce escuchar la voz de su marido tan cerca.

—¿Cómo estás tan seguro de que no la podría alcanzar? Soy demasiado rápida, Señor Palax.—Bromea, inflando el pecho, creyéndose la gran cosa. ¡Como si fuese posible competir contra la naturaleza! Después de aquella breve interrupción de su parte, continúa escuchando a su esposo.

Tomando los datos de Héctor, comparándolos con las auroras frente a ellos, Jane abre los ojos grandes y se gira rápidamente hacia Héctor, visiblemente emocionada.

—Entonces, ¿estoy viendo un espectáculo único? Son violáceas, las más grandes y menos comunes… Bueno, más o menos únicas, es decir, que ocurre cada tanto.—Jane habla atropelladamente. Luego, entrante los labios.—Impresionante, me encanta.—Y sobre todo, le encanta sentirse especial al ser parte de esa clase de ocasiones. También, le encanta compartir aquellos momentos con su esposo. Y quiere seguir haciéndolo siempre. Con una sonrisa radiante en los labios, vuelve la mirada nuevamente hacia el cielo.

—¿Si? ¿Y qué has pensado? —Pregunta en tono casual, todavía con gran parte de su atención puesta en las magníficas auroras, riendo cuando Héctor hace aquel comentario de sus neuronas. No es hasta que revela a lo que llegó de aquella reflexión consigo mismo, que Jane encuentra la mirada de su marido.—Ay por Dios, Héctor. ¿Me hablas en serio? —De la impresión, Jane cubre su boca con sus manos. La emoción golpea su pecho, el ritmo de su corazón comienza a latir más rápido.—Yo es que… Sí, sí quiero. Por supuesto que sí.—Accede sin pensar, naturalmente movida por el deseo de estar junto a Héctor lejos de la guerra perenne que se desenvuelve en New Orleans.

Lejos de todo lo que impidiera ser felices. Lejos de un sinfín de cosas que podrían intentar separarlos. Porque a ojos de algunos, eran un amor prohibido. Que simplemente rompe con lo establecido. Era demasiado lo que arriesgaban al volver. Pero… Héctor le ha dado otra opción, una que Jane no se atrevió a acariciar porque sabe lo que significa…

La sonrisa y emoción se borra del rostro de Jane.—No te preguntaré si sabes lo que significa, porque sé que sí.—Jane no es una erudita en el asunto de los brujos de la ciudad, pero sabe perfectamente lo que ocurre con un brujo que se aleja de la tierra de sus Ancestros.—Tu magia… Tú… —Respira hondo.—Sé que serías capaz de hacerlo por nosotros, sé que soy más importante que esa parte de ti, me lo has demostrado, no lo pongo en duda —aclara de una vez, sujetando sus manos y alzando la mirada hacia él—, pero… No podría pedirte que vivieras así toda una vida, Héctor.—Traga grueso.—Sin tus raíces, sin tus Ancestros… —Jane baja la vista y la ancla en las manos de ambos, entrelazadas.

Jane guarda silencio. Quiere marcharse, necesita marcharse con Héctor, vivir felices el resto de la existencia del brujo. Pero, ¿realmente podrán hacerlo sin mirar atrás?
26/04 • 20 pm •  @Héctor A. Palax


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Héctor A. Palax
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«Nunca te lo dije, ¿verdad?»
«Ese es uno de tus más grandes atractivos.»

¡Que me parta un rayo si lo ha dicho en serio! Ya era difícil que nadie viera genuino atractivo en el demacrado Héctor Palax, pero que precisamente lo hiciera la mujer más maravillosa del planeta es una suerte que el brujo jamás habría soñado poseer. Ahora, bendecido por la suerte —quizá por última vez—, goza del inmenso honor de hacerse llamar su marido.

Dicen que la vida es una mierda maravillosa, y durante aquellos días, Héctor no habría podido estar más de acuerdo. —Está bien, está bien.—Sonríe, haciendo una concesión.—No tengo el dato. Igual tienes razón.—Después de todo, aún recuerda bien cómo lo conquistó. Fue bastante rápida.

Claro que, ¿quién no habría caído rápida y perdidamente enamorado de Elspeth Coullson?

Así es cómo viene sintiéndose toda aquella Luna de Miel: enamorado, nervioso, como un adolescente lleno de expectativas, y sabedor de estar a punto de disfrutar muchas primeras veces. Jamás creyó que el paraíso en la tierra estuviera a tantos grados bajo cero, aunque puede que el paraíso sea simplemente ella. —Así es.—Asiente.—Casi único.—De modo que, mientras la mirada de Jane se pierde sobre la fantasía boreal, Héctor disfruta del espectáculo más importante; la más pura de las bellezas, hallándose justo entre sus brazos.

Su esposa.

La inesperada revelación de Palax, como no podía ser de otra manera, la pilla desprevenida; tal y como pensaba. ¿Quién iba a imaginarse a estas alturas, que Héctor podría estar dispuesto a renunciar a todo, y a hacerlo desde ahora? Claro: la perspectiva del pelirrojo es muy diferente, y él te habría preguntado en su lugar que quién no lo habría hecho. Sea como fuere, todavía ambos ignoran que a cientos de kilómetros de allí, su hogar se desmorona; cualquier plan que deseen hacer ahora, terminará siendo simplemente eso: un plan.

Pero, hasta entonces, podrán seguir fantaseando con el futuro prometedor que, de otro modo, ambos se habrían merecido.

—No he hablado más en serio en mi vida.—Le asegura con rotundidad, perdiéndose brevemente en la intensidad de su mirada. La expresión de su esposa se llena de dudas, y no es para menos: que Héctor esté dispuesto a hacer aquella locura, tendrá un alto precio para él. La sonrisa tierna de Palax, sin embargo, despeja cualquier miedo.—Y no será necesario.—Jane no podría pedirle algo así, ni lo ha hecho. Es Héctor, y sólo Héctor, quien ha tomado su decisión.—Ya he vivido toda una vida para mis ancestros, Jane. He pasado muchos años sirviendo al aquelarre; por y para los míos. Pero es la hora de empezar a vivir de verdad.—Y bien sabe que no habrá magia que esté a la altura de una vida de tranquilidad junto a la mujer que ama.

—Volveremos a casa... para despedirnos.—Si bien no quedan muchos en el aquelarre del Barrio Francés que aún guarden simpatía por Héctor Palax, no duda que Jane quiera tener unas últimas palabras con Marcel. Teniendo el resto de sus vidas por delante, podrán tomarse la libertad de hacer las cosas bien.—Y después, te dejaré elegir nuestro próximo destino.—Después de todo, la fría Finlandia la ha elegido él, ¿no es cierto?

Acariciando con delicadeza su rostro, Héctor se deja atrapar por la calidez de los labios de la señora Palax. Ignora si aquel gesto era necesario; puede que simplemente necesitase él mismo besarla, sin más. Recuperar su estado natural. —Te amo.—Le recuerda.—Te amo con locura. Lo sabes, ¿verdad?—De allí, a la eternidad.

SHIP: #JÉCTOR
26/04 • 20 pm • @E. Jane Palax


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