Selena Gómez escribió:And I'll bet the odds against it all,
save your advice 'cause I won't hear.
You might be right, but I don't care.
There's a million reasons why I should give you up,
but the heart wants what it wants...

—Dichosos los ojos.—Marcel sonríe ampliamente al descubrir a Cami de nuevo tras la barra del Rousseau's. Con todo lo que ha venido pasando en los últimos tiempos por Nueva Orleans, el vampiro llegó a estar convencido de que la rubia había abandonado definitivamente la ciudad, quizá comprendiendo el severo peligro que siempre correría cerca de aquellas personas con las que llegó a estrechar lazos.

Por desgracia —o quizá suerte—, hay personas incapaces de darle la espalda al peligro. Y quizá por esa razón Marcel y la sobrina de Kieran, Camille O'Connell —o simplemente, Cami—, siempre congeniaron. —Llegué a pensar que ya no trabajabas por aquí.—Aunque, en su defensa, tampoco es que Marcel haya visitado en demasía aquella parte de la ciudad en los últimos tiempos. Aunque Harlem levantó el destierro del vampiro y su gente, el Barrio Francés dejó de ser una zona cien por ciento segura para ellos...

...Y aún más insegura sería de ahora en adelante. Si los rumores son ciertos, finalmente Uther Morningstar ha cumplido su promesa, arrasando con la manada Media Luna y devolviéndolos al pantano. Aquello sólo pueden ser malas noticias para los vampiros de la ciudad.

—Me alegro de volver a verte, Cami.—Le dice con sinceridad, tomando asiento en uno de los taburetes junto a la barra.—¿Cómo has estado?

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—Florida no consiguió atraparme del todo —pone los ojos en blanco y luego dibuja una perspicaz media sonrisa en los labios—, en el fondo soy adicta a un tipo especial de acción... ¿Puedes culparme? —Añade la rubia, desviando la mirada de Marcel por un breve momento para tomar un vaso y servir una medida de bourbon que deja en la barra para otro cliente, un desconocido que debiera merecer toda su atención si Marcel Gerard no estuviera ahí.

Pero lo está, y Camille no puede sentirse más a gusto de volver a cruzar palabra con el vampiro. Mucho más si éste sabe perfectamente a lo que se refiere con un tipo especial de acción.

—Siendo sincera, llegué a pensar que jamás te vería por aquí de nuevo y no precisamente por mi marcha —Camille está enterada de que el destierro a los errantes de Marcel fue levantado por los lobos, fue la primera cosa que supo desde que retornó a la ciudad.—Pero ahora solo míranos, el rey de New Orleans visitando el bar de la extranjera y psicóloga frustrada.—Sí, cosas que pasaron en Florida, no preguntes.

Que probablemente, en algún punto de toda esta fortuita conversación, lo hará Marcel.

—¿Cómo estoy? —Suspira pesadamente.—He pasado un par de días preguntándome si tomé la mejor decisión al volver. El panorama no pinta demasiado bien.—Sutilmente ladea su rostro mientras le sirve una cerveza a una mujer que acaba de acercarse a la barra.—A mí también me alegra volver a verte, Marcel.—Le corresponde, dedicándole una amplia sonrisa.—Jamás debiste haber salido de aquí.—Un susurro apenas audible al oído humano, pero suficiente para el vampiro.

Un poco de precaución no está mal en estos tiempos.

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Un soplo de aire fresco; la viva imagen de la espontaneidad. Cami es la perfecta representación de algo que, en los últimos tiempos, escasea en demasía en aquella ciudad: la expresión de lo auténtico. —Por suerte o por desgracia —comenta mientras toma asiento, sin perder la sonrisa—, lo llevas en la sangre.—Y es que pensar en Cami le lleva inevitablemente a recordar también a su tío: el padre Kieran O'Connell.

Puede que la relación entre aquel y Marcel no fuera perfecta; tampoco estaba libre de tensiones o asperezas. Pero el vampiro jamás pudo negar que era un buen hombre. Kieran luchaba por lo que creía y miraba por los suyos, siendo probablemente, el rasgo más importante que ambos compartían. Mientras el sacerdote estuvo al mando de la Facción Humana, y Marcel dirigía la ciudad, las cosas funcionaban. No había guerras absurdas, ni el temor se respiraba incesantemente en el aire. Fueron tiempos más sencillos, tiempos que, por entonces, Marcel llegó a pensar, jamás terminarían.

Pero terminaron. Y ahora que las tornas se hallan por completo del revés, apostar por el futuro se ha convertido en una jugada impredecible.

Al menos, no obstante, siguen teniendo lo más importante: una causa por la que luchar. —Me temo que un rey sin corona no puede ser considerado realmente un rey.—Hay cierta actitud jocosa en sus palabras; el destino puede ser tan irónico como cruel en ocasiones. Ya han pasado más de dos años desde que Marcel perdiera Nueva Orleans, y con ella, el título que con tanto orgullo presumió durante años.—Pero es agradable volver a caminar por el Barrio Francés sin que nadie rompa a rabiar.—O sin la amenaza ardua y constante de perder la cabeza de atreverse a volver a su antiguo hogar.

Con todo, la tranquilidad les durará poco, y lo sabe. Si los rumores son ciertos y los brujos han tomado el control, los días de estabilidad de los vampiros en Nueva Orleans están contados. Aunque Davina sea su mejor opción como mediadora ante la Facción de los Brujos, Marcel no es tan iluso como para desatender las opiniones radicales, y cada vez más mayoritarias, entre los miembros de los Nueve Aquelarres.

«El panorama no pinta demasiado bien.»

—No.—Suspira pesadamente.—Y me temo que sólo va a ponerse peor. Al menos, para nosotros.—Incluyendo en aquel nosotros también a Camille, pues como vampiresa, se arriesga a correr su misma suerte.

Seguidores de los Mikaelson, seguidores de Marcel, Strix… Vampiros, al fin y al cabo.

Para los brujos, son lo mismo. —Supongo que…—le dice, alzando su copa para brindar con ella—, lo importante es regresar. Seguir aquí, después de todo.—Y en las palabras de Marcel hay una evidente declaración de intenciones.

Puede que haya perdido su estatus, su corona, su hogar. Pero no va a detenerse hasta recuperarlos.

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—Oh no, no creo que esas cosas vengan de herencia.—Contradice al vampiro sin perder la sonrisa en sus labios.—Estar en esta situación es lo que obtengo por ser curiosa. Fui incapaz de quedarme sin saber lo que pasaba aquí.—Dar la media vuelta y continuar con su vida, después de todo, no le queda nadie en New Orleans. Nadie que le ate realmente a esa ciudad. Sean y Kieran han muerto como mera carne de cañón en esa guerra, Camille debería aprender de ello si no desea ser la siguiente, pero ahí está...

Abrazando el peligro.

La rubia pasa el paño sobre la barra para limpiar antes de ayudarse de sus codos para inclinarse hacia el vampiro.—¿Quieres saber un secreto? —Susurra, todavía con aquella media sonrisa en sus labios:—Tampoco lo es sin una reina.—Eleva las cejas.—Eso hace más la diferencia que una corona, te lo garantizo.—Añade, guiñandole un ojo. Poder femenino, ¿qué más podía decir?

Marcel no le alienta demasiado a que todo puede mejorar, y eso lo agradece. La verdad prefiere la realidad por muy fea que se presente, y no falsas ilusiones de que todo mejorará. Detesta vivir engañada. Camille siempre ha priorizado prepararse para lo peor, evitar que las cosas le tomen de sorpresa.

De modo que, le gustaría estar preparada para enfrentar lo que se viene.—Hasta donde recuerdo, eres un hombre precavido...—Le mira con evidente curiosidad.—Supongo que estás preparando tus propios escudos para que la ira de ellos —los brujos.—no te alcance.—Camille lo recuerda muy bien, la New Orleans sobrenatural se mueve por alianzas, uno de los principales sustentos de este juego de tronos.

«[...] lo importante es regresar. Seguir aquí, después de todo.»

Camille se limita a mirarle a los ojos en total silencio. No aparta su atención de él aún cuando prepara un nuevo trago al tipo sentado a un lado, el pobre ebrio Billy Hawkins.—Así que sigues siendo ese hombre —hace una pausa y entrecierra los ojos. Si ha entendido bien, Marcel no da todo por perdido —, el hombre que sabe esperar pacientemente para aprovechar las oportunidades. Me gusta.—Aprueba con un asentimiento de cabeza. Y para aprovecharlas, debe estar presente, observando los movimientos de sus enemigos.—Solo ten cuidado. Tardaste demasiado en caerme bien, no quiero quedarme sin amigos.—Además de eso, un tipo de interesante conversación, debe admitir.

Muy buena.

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Marcel sonríe con cierto deje de tristeza. Es cierto: porque Cami no logró mantenerse al margen, terminó sufriendo el único destino que podía sufrir en sus circunstancias: se convirtió en un una víctima más de aquellas guerras. Ahora, con el vampirismo como una segunda oportunidad, parece haberse negado a aprender de los errores, y sigue aquí: preparada para ofrecer todo aquello cuanto tiene por demostrar.

Le recuerda un poco a sí mismo. —Cami O'Connell.—Le sonríe, divertido.—¿Te me estás insinuando?—Inquiere, bromeando.—¿O tal vez has encontrado a alguna candidata para convertirse en mi reina?—Lo cierto es que, con todos los problemas que vienen cursando los suyos, los asuntos sentimentales han quedado relegados a un segundo... o puede que hasta a un tercer plano. La última mujer con la que vivió una conexión reseñable fue Ariadna Atreides, y aunque está convencido de que fue algo recíproco, la Strix terminó evidentemente interesada en otro.

Lo demás, es historia.

—Tal vez sí.—Concede, con un asentimiento y su mirada más enigmática.—Pero no me llevo a engaño. Estamos en guerra, Cami.—Quien pretenda negarlo, se niega a aceptar la evidencia más cruel de Nueva Orleans.—Y en todas las guerras... hay daños colaterales. Ninguno estaremos a salvo del todo.—Cami en particular, ya fue daño colateral una vez.

Pero no parece especialmente preocupada por volver a serlo.

«Así que sigues siendo ese hombre...»

—Para bien o para mal... Klaus Mikaelson me enseñó todo lo que sé. La recompensa por la paciencia... fue una de sus lecciones.—Irónico, ¿no es cierto? La mayoría toma al original como un hombre dominado por sus impulsos; casi tanto como el caótico e ingobernable Kol. Sin embargo, es mucho más afín al retorcido y calculador Elijah. A veces, sólo hace falta esperar por la oportunidad idónea.

Una que Marcel no dejaría escapar.

—No puedo hacer grandes promesas —ninguno puede ante semejante escenario de incertidumbre—, pero sí puedo comprometerme a mantenerme alerta e ir con pies de plomo. Siempre lo hago.—Marcel no es de los que se arriesga sin oportunidades de ganar.—Claro que no lo haré si no me prometes que tú también te andarás con cuidado.—Como mínimo, tienen que intentarlo, ¿no es cierto?

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Manteniendo su alegre sonrisa de labios cerrados, Camille arquea ambas cejas, sorprendida de que Marcel haya sido tan directo en su pregunta. No es que le incomode —y se le nota en la mirada divertida—, solo le sorprende... para bien. En definitiva, le parece un interesante movimiento.

Que debe ganar una interesante respuesta:—¿Por qué? ¿No debería? —Acentúa su sonrisa de medio lado sin apartar la mirada de Marcel.—Que pena, porque siempre me gustaron las coronas.—Y con eso queda más que claro que puede saltarse la siguiente pregunta. ¿Camille O'Connell cupido al rescate? No era su estilo. Menos con un hombre encantador, sexy, confiado e increíblemente guapo. Que tonta no es.

—Y tú y yo sí que sabemos de ser daños colaterales, ¿no es cierto? —Se sirve un trago y lo alza al aire para brindar:—Salud por nosotros, porque seguimos aquí, los sobrevivientes de daños colaterales.—Se bebe todo el líquido y se estremece. Le hacía falta.—Aunque si te soy sincera, a veces pienso que mejor a mí y no a alguien más.—Lomás irónico de esto es que es más complicado lidiar con el dolor propio que con el ajeno. Sin embargo, en ocasiones llegas a hartarte de ser usado como saco de boxeo por quien sea.

—Klaus Mikaelson alguna vez nos ha dado a todos alguna lección útil.—Reconoce, pese al difícil cuadro psicológico de quien una vez fue su paciente y, quien de alguna manera sigue siendo, una figura a quien le guarda cierta estima.—Descuida, como humana di mucho aguante, como vampira... No debería ser diferente.—Al menos no para desmejorar. Aunque Camille nunca se ha enfrentado a un brujo de la ciudad.—Pero admito que es complicado. No puedo cerrar los ojos a la realidad: estoy sola.—Sin su tío o el apoyo de una facción. Camille sabe que puede contar con los Mikaelson, pero últimamente se ha alejado un poco de ellos.

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—Diablos, señorita.—Sorprendido, el vampiro se echa a reír.—No te recordaba tan osada, Camille O'Connell.—O tal vez sí. ¿Acaso no era ella la camarera valiente? Una mujer de armas tomar que ha sido capaz de plantarle la cara a vampiros, a originales y a la misma muerte, y a pesar de todo, ningún rival ha conseguido separarla de su ciudad natal.

Qué puedo decir: no es de extrañar que Marcel haya podido detectar cierta afinidad entre ambos. Aunque, desgraciadamente, no sólo por las cosas buenas que a ambos les han pasado.

« Tú y yo sí que sabemos de ser daños colaterales, ¿no es cierto? »

—Un buen motivo para brindar, sin duda.—Porque es verdad: a pesar de todo, han sobrevivido. Pueden sentirse afortunados, y sobre todo, orgullosos. Le da un largo trago a su copa antes de continuar.—Eso es porque, aunque ahora seas una de nosotros, también sigues siendo muy humana. La generosidad... y el altruismo, son rasgos muy humanos.—Rasgos a los que, a pesar de todo, Marcel se ha negado a renunciar.

Créeme: habría sido mucho más fácil de la otra manera.

Pero Marcel no es la clase de persona que se suele decantar por el camino fácil. —No estás sola, Cami.—Le recuerda entonces, volviendo el rostro para contemplarla.—Me tienes a mí.—Y habla en serio. Más en serio de lo que quizá, lo haya hecho nunca.—Ahora no puedo... prometerte la gran cosa. Asumiendo la realidad, ni los míos, ni yo mismo estamos en nuestro mejor momento.—En otros tiempos, Marcel habría sido el indicado para velar por ella y garantizarle seguridad. Ahora mismo, no puede ofrecerle garantías absolutamente a nadie.—Pero puedes contar conmigo. Mantenerte junto a nosotros podría asegurar tu supervivencia un día más.—Y, por poco alentador que pueda sonar, e mucho pedir tratándose de una ciudad como Nueva Orleans.

Tampoco es una apuesta segura, pero aquello es todo lo que puede ofrecerle. Al menos, por ahora.

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Deja escapar una risa larga, natural y fluida. No dice nada. Solo ríe. Marcel no la recuerda así porque nunca conoció todas las facetas de Camille. De hecho, anteriormente solo coincidieron en asuntos sobrenaturales. Le agrada haber vuelto a la ciudad y conversar con él en un ambiente tranquilo, les permite a ambos poner el ojo en otros aspectos de cada uno.

Es como obtener un soplo de aire fresco entre tanto de lo que preocuparse y ocuparse.

—Wow! Aplaudo tu buen humor y entusiasmo.—Lo dice sinceramente cuando el vampiro corresponde a su brindis. A otros que han sufrido lo de Marcel —el destierro y la humillación— les cuesta no demostrar que lo están pasando mal, pero el hijo adoptivo de Klaus siempre ha llevado en alto la esperanza mediante una alegre sonrisa.—Ahora que te veo, creo que lo más difícil de sobrevivir a ser un daño colateral es lo que viene después... El cómo lo llevamos. Pareces ser todo un maestro en eso.—Eso si su intuición no le fallaba.

Sonríe de medio lado, agradeciendo con el gesto, la apreciación de Marcel.—Solo me queda eso, Marcel. Mi humanidad. Si la pierdo, entonces me habré perdido a mí misma y todo lo que he logrado hasta ahora.—Y eso no se lo permitiría jamás. Necesita creer que tiene el potencial para sobreponerse a lo que deba vivir. Después ded todo, es ella quien ha decidido regresar a la ciudad.

—Que dulce eres, Marcel.—Totalmente consciente de aquel movimiento, acerca su mano y al dorso de la ajena y da un par de palmaditas.—Te lo agradezco, porque... La realidad es que no quiero estar sola.—Admite, todavía con la viva imagen de su hermano Sean y su tío Kieran en la cabeza.—Ni lo menciones, no es necesario. Sé en qué pocisión estás.—Comprensiva, Camille le sonríe.—Además, no quiero emocionarme con las falsas promesas de un hombre y luego, llorar desconsolada...—Ni siquiera termina su pequeña broma con su fingido tono dramático, sino que ríe ligeramente.

Retomando la seriedad, Camille asiente sin apartar los ojos de Marcel.—Asegurar como... del tipo que me enseñes a defenderme, ¿así? Porque no quiero ser una damisela en apuros, Marcel Gerard.—Menos una carga a la hora de necesitar su ayuda.

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Marcel, por toda respuesta, sonríe. —¿Qué puedo decir?—Suspira brevemente.—Tomé la ciudad después de que Mikael la arrasara hasta sus cimientos en nombre de sus hijos. Los mismos que huyeron abandonándome a mi suerte.—Si alguien sabe sobre ser un daño colateral y todas sus consecuencias, ese es el propio Marcel.

Y Cami no anda demasiado desencaminada: la peor parte llega después. Cuando entiendes que sólo has sido la herramienta para alguien más... Una cabeza de turco, un chivo expiatorio. —Pero al final —añade, sin embargo, con el semblante esperanzador—, se sigue adelante. Te lo prometo.—Encuentras la manera de hacerlo. Mejor o peor, pero la encuentras.

Y continúas, sin mirar atrás.

—Entonces no lo hagas.—Le dice, con firmeza.—Aférrate a todo aquello que te permita seguir siendo tú. La vida y la muerte; amigos y aliados; el amor... Al final del día, nosotros mismos somos todo lo que nos queda.—Y que la luz de Cami no desaparezca del todo, por más que se haya transformado en vampiro... es importante para Marcel.

Puede resultar irónico, pero compartir su tiempo con la rubia es lo más parecido que el vampiro recuerda a un instante de verdadera paz, sin las preocupaciones que acechan ahí afuera.

« La realidad es que no quiero estar sola. »

—Tus palabras dan que pensar sobre la clase de hombres con los que te has relacionado, Cami.—Le sonríe, bromeando, aunque sólo a medias.—Pero te tomo la palabra, entonces. Quédate con nosotros.—Concluye.—Algiers no es la parte más bonita de la ciudad, precisamente —de hecho, quizá es la que peor representa lo que significa vivir en Nueva Orleans—, pero lo hemos convertido en hogar. Y tengo la intuición de que les encantarás a los demás.—¿Cómo podría ser diferente?

—Y, entretanto te quedas con nosotros... sí, por qué no. Puedo enseñarte a defenderte; a valerte por ti misma. Nunca tendrás por qué volver a sentirte indefensa.—La propuesta queda hecha en firme.

Todo lo que venga después, dependerá de ella.

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