El Otro Lado es un lugar... extraño. Solitario. Idéntico al mundo de los vivos, pero más... sombrío.

Canterville lleva muchos meses allí. Todavía no ha logrado alcanzar la paz, e ignora por qué. Pensó que quizá tenía que ver con la maldición del Cazador, pero esta terminó para su víctima —su asesina, una híbrida—, y aún siguió anclada al Otro Lado. ¿Por Elijah, quizá? O... ¿por Silas?

Después de todo, aunque está muerta, nació para completar una misión. Y esta aún no se ha ejecutado. Por ella... ni por otros de sus compañeros. —¿Sabes? —le comenta Canterville a la cazadora, caminando hacia ella. Se encuentran en el Puente Wickery, o al menos, el Puente Wickery de este Otro Lado. Desde allí puede verse un nuevo amanecer—. Llegué a pensar que, si alguien sobreviviría, serías tú. Cuando Esther... te entregó su estaca, pensé que serías la que llegaría más lejos.

Pero no lo ha hecho. Ninguna de las dos ha sobrevivido para ver morir a Silas.

Sonríe, cordialmente, terminando de acercarse a ella, y apoyando ambos codos sobre la barandilla del puente. Se acordará de ella, ¿verdad? —Lo echo menos —confiesa repentinamente, clavando su mirada en el horizonte—. El calor del sol —uno de aquellos placeres que fantasmas como ellas, no pueden volver a experimentar—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

La vida en el otro se le hacía cada día más larga, más monótona, más desesperante.

Y lo echaba tanto de menos a él...

Soltó un suspiro meláncólico al dirigir sus pensamientos una vez más hacia el licántropo. Apoyada sobre la barandilla del puente, su mirada no podía más que observar el amanecer de otro largo día. Uno mucho más gris y sombrío que los que se había acostumbrado a ver mientras se encontraba con vida.

Una voz familiar llamó su atención, sacándola de su ensoñamiento. Se giró justo a tiempo de ver la figura de la que fue la única compañera femenina de la hermandad que tuvo. Parecía que fue ayer cuando aquel grupo fue reunido por primera vez por obra de Esther — Canterville… — pronuncia su apellido levemente, escuchando sus palabras — Creo que me tenías más fe de la que incluso la que yo misma me tenía — soltó un breve suspiro. La posibilidad de una muerte temprana había estado en su cabeza desde que aceptó aquella marca.

— Yo también —asiente volviendo la vista hacia el horizonte. Era una de las peores cosas de estar muerta, no sentir algo que antes era natural — Casi un mes, creo. Si te soy sincera, he dejado de contar — cuando uno está muerto el tiempo dejaba de tener sentido.

— Pensaba que a estas alturas ya habrías alcanzado la paz. Que estarías en un lugar mejor — sintió una punzada de remordimiento al recordar la noche de su muerte. Ella había estado allí y no pudo hacer nada para salvarla. Todo porque estaba ocupada en su propia venganza personal en vez de ceñirse a la misión que le habían encomendado — ¿Qué es lo que te retiene aquí? —.

Canterville se encoge de hombros. —No entiendo por qué —comenta con sinceridad—. Una bruja con más de mil años no puede estar equivocada, ¿no? —Pero al parecer, sí lo estuvo. Tarde o temprano, la cazadora Ashkore ha acabado sufriendo la misma suerte que Canterville.

—Es raro este lugar, ¿verdad? —Le pregunta, arrimándose a la barandilla del puente—. Por lo que he oído, ha mejorado desde que cayó el velo. Ahora resulta que los vivos nos pueden ver, si queremos. Y, ¿sabes? Podemos tocarlo todo. Y menos mal; ¿qué se supone que haría tanto tiempo sin cerveza? —La vida sin cerveza, aunque fuera en el mundo real, no merecería la pena.

Lo mejor sería no acostumbrarse, pero hay ciertos vicios a los que una no puede renunciar. En cualquier caso, es probable que Gwen ya se esté adaptando al Otro Lado: un mes ya son unos días fallecida.

—La verdad es que no lo sé —confiesa, suspirando con resignación—. Pensaba que sería por el rencor. Un vampiro asesinó a toda mi familia; por eso vine a Mystic Falls. —Canterville no tuvo tiempo para hacer buenas migas con Gwen, y por ende, no lo tuvo para contarle su historia—. Resulta que le conocía. Hace unos años me acosté con él. —Tuerce el gesto. Está claro que no es perfecta—. Pero le perdoné —continúa, recuperando la seriedad en la narración—. Así que en teoría, nada me ata ya a este lugar. —Ni siquiera tiene una familia viva a la que eche de menos—. Quién sabe. Supongo que como cazadora de la Hermandad, no podré descansar hasta que los demás cumplan con la misión para la que nacimos.

Ser criaturas sobrenaturales, tenía que tener un precio.

—¿Y tú, Gwen? ¿Cuál es tu historia? —le pregunta entonces—. He oído que algunos sobrenaturales encuentran la paz apenas cruzan al Otro Lado. —Es evidente que ella no lo ha hecho.

— Hasta la persona más sabia se equivoca — aunque tan solo pasaron unos meses de aquella reunión, a Gwen le parecía que había sido hacía años luz — Y las personas cambiamos. Quizás me volví más blanda y fue eso lo que me mató — y era cierto, la cazadora que enfrentó su última batalla no era la misma que portaba la estaca de roble blanco y se enfrentó al original meses atrás.

— Algo he escuchado sobre ello — asintió a las palabras de esta. Ella misma había tenido contacto con su cuñada después de muerta, aunque era una habilidad de la que prefería no abusar — Así que, ¿Estas aprovechando el vacío legal para visitar los bares? — ahora que mencionaba el tema, ella no había vuelto a probar el sabor de la cerveza desde hacía un tiempo.

Escucha la historia de Canterville en silencio, ¿Cómo no le había preguntado antes por ella? No tuvieron mucho tiempo para congeniar y ahora que lo pensaba, ella tampoco le había contado sobre su vida.

— Durmiendo con el enemigo, ¿Eh? — hizo una mueca pues ella no era quién para juzgarla — Siento lo de tu familia. Yo también sé lo que es perder a alguien en manos de esos seres — al final si algo unía a los miembros de la hermandad, es que todos perdieron en algún punto a un ser querido por obra de un vampiro.

— Yo no creo que la encuentre, al menos no de momento — no mientras no tuviera la certeza de que Aron cumpliría la promesa que le hizo y seguiría a adelante sin ella — Yo intenté escapar de esto de la Hermandad. El apellido Ashkore me venía grande — le explicó esbozando una sonrisa amarga al pensar en lo que dejó atrás — Y no lo conseguí. Al final un vampiro asesinó a mi prometido delante de mis ojos — su mirada se ensombreció al rememorar la imagen de Rodolphus — Juré venganza contra él y lo hice, lo maté. Pero no solo me costó mi vida — su voz tembló, vacilante antes de continuar — Una hora antes de que el vampiro apareciera en la puerta de mi casa me enteré de que estaba embarazada — apretó los puños sobre la barandilla del puente, sintiendo como el peso de la culpa se cernía una vez más sobre ella.

Al final su venganza no le trajo paz ni descanso, tan solo más muerte y una herida que no sería capaz de cicatrizar nunca.

Técnicamente, la Hermandad estaba mejor preparada para combatir a los vampiros. Son más ágiles, más rápidos y más fuertes que el cazador promedio. Pero también tienen una implacable debilidad: siguen siendo humanos. Sienten, padecen y, en ocasiones, se ablandan.

Y aquella, efectivamente, puede haber sido la causa de su destrucción.

—Los bares... mi antiguo departamento. —Se encoge de hombros—. Parece ser que mi casero ya lo ha alquilado. Sí que me ha hecho luto el cabrón. —En realidad, sí han pasado algunos meses desde que ella muriera, pero el piso no se alquiló hasta ahora, precisamente, porque tratar de alquilarlo bajo la premisa de que una reciente fallecida vivió aquí, no resulta demasiado alentador.

Tejota dirige una expresión llena de dignidad a la cazadora Ashkore. —En mi defensa —alega—, diré que estaba retirada. Y no lo sabía. —Se echa a reír. Es una excusa más bien pobre, pero antaño era mucho más inocente que ahora—. Todos tenemos alguna mancha en el historial. Te toca: ¿cuál es la tuya?

La cazadora suspira. —Es... raro. —Comenta, dubitativa—. Dejé de ser cazadora porque no quería formar parte de este mundo. Las tradiciones familiares me ponen de los nervios. —Intenta bromear, aunque queda en pobre intento—. Y entonces, me enteré de que todos murieron. Llevaba años sin saber de ellos y... necesitaba hacer algo. —Al final, todos anhelamos la reconciliación. Pero para Tejota, ya fue demasiado tarde.

—De todas formas, supongo que ya descansan en paz. —Añade, en un triste intento por consolarse a sí misma—. Tengo entendido que aquí sólo venimos los sobrenaturales. ¿A dónde crees que irán los humanos? ¿Al Más Allá? —Y, lo que es más importante—: ¿Crees que, cuando encontremos la paz, los volveremos a ver? —No habría nada que Tejota pudiera lamentar más: no volver a ver a ninguno de sus familiares durante el resto de la eternidad.

Parece que Gwen y Canterville tienen más cosas en común de las que se pensaban. —Tú también desertaste. —Comprende. Y sin embargo, siempre acaban encontrando un motivo para volver a tomar las armas—. Dios... —Cuando cree haberlo escuchado todo, la historia todavía puede ir a peor—. Gwen... Lo lamento. —Si hay algo más doloroso que morir, es sentirse responsable de la muerte de un pequeño y vulnerable inocente—. ¿Era... era de tu prometido?

Alzó ambas cejas y negó con la cabeza ante el comentario de la cazadora sobre su casero, no pudiendo evitar soltar una pequeña risa sarcástica.

— ¿Sabes lo que haría yo en tu lugar? — bajó el tono de voz, como si le estuviera confiando un secreto —. Me aparecería en su casa para atormentarle. Ya sabes, cambiarle el champú por crema depilatoria y desenchufarle la nevera mientras este durmiendo para que se le derrita todo lo del congelador — sí, puede que como fantasma troll no sirviera para mucho. Sus aspiraciones en ese momento se reducían a tratar de evitar a los suyos para que pudieran seguir adelante con su vida.

— Tuve mi época rebelde en la que tuve tratos con vampiros — algo de lo que se arrepintió después de lo que pasó con Peter, desde entonces tan solo podía sentir odio y rencor hacia ellos, que se incrementó con el despertar de la marca — Una deshonra tanto para mi familia como para la Hermandad — menudas dos piezas habían ido a reclutar.

Se quedó en silencio mientras escuchaba la historia de la cazadora. Tenían un pasado muy familiar con el que se podía sentir identificada, salvo con la diferencia de que a Canterville ya no le quedaba nadie, mientras que ella todavía podía contar con la mayor parte de su familia. Aunque ahora era su familia la que no podía contar con ella.

— ¿Crées que exista el cielo? — preguntó ante las dudas de la mujer, con la vista perdida en el horizonte —. Me gustaría… volver a ver a mi madre — su mayor arrepentimiento era no haber tenido la oportunidad de despedirse de ella —. La echo muchísimo de menos — añadió y negó con la cabeza —. La verdad, no tengo ni idea. Se supone que este sitio fue creado para separar lo sobrenatural de lo humano. ¿No? — o al menos eso decían las historias. De no ser así, ¿No habría sido más fácil para Silas tomar la cura e intentar encontrar la paz?

— De mi novio. Fue él quien me encontró mientras me desangraba, pero ya era demasiado tarde — tenía aquella última mirada que Aron le dedicó clavada en su memoria, aquella despedida fue lo único que les quedó después de todas las promesas que se hicieron —. Creo que él es la razón por la que sigo aquí. Me preocupa que no pueda superarlo nunca — le confesó soltando un suspiro —. No tengo el valor de ir a verlo. Siento que si lo hago acabaré apareciéndome delante de él — ni de él ni de ninguno de sus seres queridos, salvo Astrid que había sido la única a quien recurrió en busca de ayuda.

Canterville emite una carcajada hilarante y musical. Aquellos pequeños detalles son los que, al final del día, consiguen hacerla sentir un poquito más viva. —Eres perversa, Ashkore. —Aunque mentalmente, ha tomado nota sobre lo que acaba de decir. ¿Quién sabe? A lo mejor no es tan mala idea ir a hacerle una visita al nuevo inquilino.

—Vaya, ¿no me digas? Toda una rebelde, ¿eh? —Canterville arquea una ceja, divertida—. ¿Sabes? Creo que ninguno en esa Hermandad teníamos el culo limpio.  —Si Gwen era una deshonra, Tejota no se quedaba nada atrás. Y quién sabe cuáles habrían sido las historias de otros, como Galen, Jeremy o el propio John—. A lo mejor lo que nos ha pasado ha sido una lección del karma o algo así. —Canterville no es muy mística, pero si el karma existiera, desde luego se lo merecerían.

Y, hablando de misticismos...
«¿Crees que exista el cielo?»

—No lo sé. —Confiesa, con sinceridad—. Espero que sí. Algunas personas, se lo merecerían.—Como la madre de Gwen, por ejemplo; o las hermanas de Tejota—. Eso creo. Entiendo en ese caso que si nosotras acabamos aquí... Las personas que queríamos fueron a otra parte. —Y, fuera o no el cielo, Canterville esperaba de corazón que al menos, fuera un sitio mejor que este.

Las preocupaciones de Gwen son razonables. Canterville no puede estar en su lugar, porque al contrario que ella, Tejota no se ha dejado a nadie en el mundo de los vivos. Aquello, bien pensado, también es un poco deprimente. Nadie llorará por ella.

—Quizá... os merezcáis una despedida en condiciones. —Sugiere la pelirroja, con una mano en el mentón. Ella tampoco termina de entender cómo funciona lo de quedarse al Otro Lado, aunque aquella teoría parece tener sentido—. No lo sé. Volver a veros sin sangre de por medio o... —Habría añadido sin dramatismos, aunque para qué engañarnos: las despedidas —especialmente, las que son para siempre—, siempre son dramáticas—. Puede que si vuelves a verlo y cerráis vuestro capítulo, él aprenda a pasar página. No hoy... ni mañana. Pero aún tiene toda la vida por delante. —Y, aunque habría sido bonito que la compartiera junto a Gwen, ya no van a tener esa oportunidad.

La muerte les ha arrebatado todo lo que habrían tenido.

¿Perversa? Puede que un poco, cuando necesitaba serlo. Y sobre todo si se trataba de darle una lección a alguien que le caía mal. Pequeños trucos que aprendió durante su vida universitaria.

— No sé si habrá sido el karma, pero me da que no llegamos a cumplir las expectativas de la Hermandad — y es que ella misma pasó por un ritual para deshacerse de esa parte de ella que la impulsaba a odiar de manera desmedida a cualquier vampiro tan solo por el único motivo de ser uno de ellos — ¿Tú pudiste llegar a controlar el impulso asesino? — le preguntó con curiosidad. Ahora era cuando se daba cuenta de lo poco que había hablado con ella mientras ambas formaban parte de los Cinco.

— Desearía que así fuera. ¿Que otra cosa puede significar eso de la paz? — su mirada se oscureció, no sabía cuanto tiempo permanecería en aquel lugar o si eso de alcanzar la paz sería siquiera posible para ella. ¿Que habría después de conseguirlo? Muchas preguntas para las que no tenía respuesta alguna.

— ¿Te refieres una despedida a lo Ghost? — mentiría si dijera que las palabras de Canterville no habían calado dentro de ella. ¿Se merecían una despedida en condiciones? —. ¿No crees que estaría siendo egoísta? — y más allá de eso, ¿Que pasaba si después le era imposible separarse de él? O si después necesitaba despedirse del resto de su familia. ¿Y si se aparecía ante John, Wyatt, Alby o incluso…?

Gin.

Su gemela, su otro asunto pendiente. ¿Podría dar con ella?

— Sabes... ¿Si hay alguna manera de localizar a alguien que no tienes ninguna idea de donde se encuentra? — puede que para un humano fuera algo más complejo, pero en el caso de las cazadoras eran fantasmas que se movían de un plano a otro. Quizás hubiera alguna forma de dar con ella.

Canterville alza ambas cejas y deva ver una expresión conforme y satisfecha. —Sinceramente, ¿cuáles eran las expectativas? —Le pregunta de forma retórica—. De acuerdo, sí. Matad al original, matad al inmortal. Pero, ¿cómo? ¿A qué precio? ¿Por qué? —¿Acaso recibirían respuesta a aquellas preguntas? Lo duda—. Trabajar para un jefe que ni siquiera existe no es que sea fácil, ¿me explico? —O quizá sí existió hace siglos. O existe, y no lo pueden ver. Quién sabe.

La pregunta de Ashkore la pilla por sorpresa. —No. —Responde con franqueza—. De hecho, ni siquiera sabía que era posible hasta que me lo has preguntado. —Porque si se lo ha preguntado, es porque fue posible—. ¿Reprimiste tus instintos asesinos, Ashkore? —La curiosidad brilla en los ojos de Canterville—. ¿Por qué? —¿No se supone que aquel instinto les ayuda a protegerse de sus enemigos, después de todo?

Aunque en realidad, podría entender el punto de Gwen. A fin de cuentas, ella también ha conocido a un vampiro...  importante. Sin embargo, ha asumido que sólo no ha tenido instintos de matarle porque, en vida, ignoraba su verdadera condición.

—Quién sabe. —Suspira. Aquello de la paz suena a final dulce. Bastante bien, o al menos, mejor de lo que les ha tocado a ellas—. Tampoco nadie ha vuelto desde allí para contárnoslo. Supongo que... es una cuestión de fe. —Puede llamarse religión, o utilizar otro apelativo; en esencia, supone hablar de lo mismo. Tener esperanza en que habrá algo mejor cuando todo termine.

—Algo así. —Sonríe. Las dudas de Gwen son comprensibles, aunque Canterville parece tener claro su punto de vista—. Yo no lo veo egoísta. Creo que... podría ayudarle a llegar más rápido a la fase de aceptación. —Negación, ira, negociación... aceptación. La pareja de Gwen necesitaría vivir el proceso de duelo, y ellos tendrían la oportunidad que muchas parejas no han tenido: despedirse aun después de que todo sucediera, sabiendo que sería el adiós definitivo—. Aunque entiendo que no sea nada que te apetezca hacer. A mí tampoco me gustaron nunca las despedidas. —Y sin embargo, le hubiera gustado tener a alguien de quien despedirse.

Pero no ha sido así.

Entorna la mirada, reflexiva ante su pregunta. —Me suena a algo de brujos. —Responde inmediatamente—. Quiero decir... Esther nos encontró a nosotras, ¿no? —Vale, estamos hablando de la Bruja Original. Pero podría ser posible, ¿no?—. Podrías quizá intentar contactar con alguna bruja, no lo sé. Ella podría tener respuestas.

— ¿Y todo al final para qué? No conseguimos eliminar a todos los vampiros y Silas se nos escapó — dejó escapar una risa amarga. Eran más fuertes y ágiles que un humano promedio, pero al final del día, cometían los mismos errores.

— Tuve que hacerlo… ya sabes, el instinto asesino me consumía y bueno… Después de lo que sucedió en el Grill mi novio buscó a una bruja para ayudarme a superarlo. No fue fácil, pero funcionó — de no haber sido por Aron ni siquiera se hubiera planteado esa opción —. Su hermano es un híbrido y bueno… Era incómodo intentar matarlo cada vez que me cruzaba con él — su mirada se ensombreció al pensar en Ragnar. Al final, había muerto sin cumplir la promesa de traerlo de vuelta.

— Supongo que tendremos que averiguarlo por nuestra cuenta. Si nadie ha vuelto significa que no se debe estar tan mal, ¿no? — o quizás tan solo desaparecían sin dejar ningún tipo de rastro. Tan solo les quedaba la fe.

— No lo sé… admito que me da miedo que después, no sea capaz de separarme de él y que se vuelva más complicado — pero por otro lado, quizás Canterville tuviera razón. Llevaba semanas sin verlo, al menos debía asegurarse que se encontraba a salvo —. Ninguna despedida es agradable… — y eso lo  aprendió diez años atrás, cuando le tocó despedirse de la única persona que jamás pensó que tendría que hacerlo.

Llegaron al mundo juntas, pero Gwen se había marchado de este antes que ella y no habían podido reconciliarse antes.

— Supongo que tienes razón… Y en este momento, no me sería tan difícil moverme de un lado a otro — si una ventaja tenía el estar muerta, era que podía ir de un lado a otro en cuestión de segundos —. Esto es lo único que nos queda, ¿No? Al menos el tiempo que dure... — susurró volviendo una vez más la vista hasta el horizonte, donde el sol anunciaba el comienzo de un nuevo día.

—Tal vez... todo esto nos quedaba grande. O puede que fueran necesarios algunos sacrificios antes de lograr el objetivo final. —Para ganar la partida, a veces hay que sacrificar a algunos peones. La pregunta es: después de todo, ¿ha merecido la pena? Personalmente, Canterville no se atrevería a formularla en voz alta. Cree conocer la respuesta.

—Oh. —La pelirroja no puede evitar dejar escapar un respingo ante el comentario de su compañera. Parece que Gwen Ashkore ha estado relacionada con más sobrenaturales de lo que sería políticamente correcto para un cazador de la Hermandad, pero... qué demonios: ¿desde cuándo a Canterville le importa lo que sea políticamente correcto?—. Supongo que eso aliviaría las reuniones familiares.—Se le ocurre decir quizá tratando de aliviar tensión en la conversación—. Te diría que me habría sido útil saberlo aunque... irónicamente, no me relacioné con muchos vampiros en mis últimos días.—Y sí, aquello parece toda una ironía tratándose de cazadores de la Hermandad, programados de forma sobrenatural para ser máquinas de matar criaturas de la noche.

Haber descubierto aquello ahora, sin embargo, puede que ya no le sirva de nada.

Sonríe con cierto deje de sorna. —Tienes sentido del humor. —Y es que en circunstancias como aquella, el humor es de lo poco que les queda. El humor, los recuerdos... la nostalgia. ¿Conseguirían acostumbrarse a esto alguna vez? Tejota no lo tiene claro; aún menos escuchando a Gwen hablar así del hombre que amaba—. En cualquier caso... supongo que tienes tiempo para pensarlo.—Todo el tiempo del mundo. Para ser sinceros, no hay mucho más que hacer dentro de aquel purgatorio sobrenatural—. Y debes sentirte afortunada. —Añade, quizá animándola a observar todo aquello con cierta perspectiva—. Créeme, Ashkore: no todos hemos tenido la oportunidad de amar tan intensamente. —Y dicen que es mejor amar y haber perdido... que nunca haber amado de verdad.

Canterville deja caer una mano sobre el hombro de su compañera y sonríe con complicidad. —Es lo que nos queda, sí.—Coincide con ella—. Y hasta que se nos acabe la suerte... lo aprovecharemos. —Una última oportunidad para hacer las cosas bien. Para terminar con los asuntos pendientes.

Sí: es todo lo que les queda.