Lorenzo y Gin avanzan a paso lento, pero seguro, manteniendo siempre delante de ellos y a su vista a sus dos prisioneras: Christine Lanvik y Hela Jötunn. Aún siguen maniatadas y están muy débiles a causa del acónito, de ahí que no puedan caminar más deprisa. Y Gin lo ha preferido así: toda precaución es poca.

Teniendo en cuenta que, especialmente a ellos, aquellas lobas les han hecho el suficiente daño durante las últimas semanas.

Tener que ceder en aquel trato es, cuanto menos, una humillación para ella. Después de lo que Hela le hizo —y sobre todo, de lo que Janos estuvo en la obligación de hacer tras lo ocurrido—, Gin hubiera deseado arrancarle el corazón con sus propias manos. Pero es de la vidas de Diane y de Celestine de quienes estamos hablando.

Y Gin... Gin no puede anteponer su orgullo. No esta vez.

Aún así, no puede evitar alzar la voz y preguntarle a Enzo, con la vista fija en las prisioneras—: Dime que no me estoy equivocando. —Necesita escucharlo en voz alta otra vez, antes de perder la cordura.

En cualquier caso, ya es demasiado tarde. A unos metros en aquella carretera, ya puede vislumbrar a Aron, y a quienes —supone—, han capturado a su tía y su compañera.

Un suspiro escapó de entre los labios de la loba mientras caminaban delante de sus captores. Hela no se encontraba en su mejor momento pues el acónito recorría su sistema, debilitándola. Mantenía la vista alta sin sentirse asustada porque la mujer y el vampiro caminaran detrás de ella. De reojo observó a Christine tan cansada como ella. —Resiste—susurró en tono bajo.

No estaba segura de que pasaría, pero tratándose de las dos bestias detrás de ellas, cualquier cosa podría pasar. Tomó aire y continuó avanzando hacia lo desconocido. O al menos así fue en un primer momento pues a medida que se alejaban de la armería y se dirigían al límite en la carretera, Hela distinguió un aroma bastante familiar. Finalmente, visualizó a los miembros de su manada, pero su mirada se centró en Aron.

La loba sintió alivio y dedujo que ahí habría un intercambio. Lo cual le sorprendía porque teniendo en cuenta que Hela había matado a la mujer que la escoltaba… Se mantuvo callada, consciente de que si decía algo, podría arruinarlo.

Maltratadas. Agraviadas. Humilladas.

Hela y Christine avanzan por el lateral de aquella carretera como quienes marchan por el camino de la vergüenza. Esta última, en particular, trata de mantener la mirada firme en el horizonte, concentrada en no desmayarse a causa del acónito en su sistema. Gwen Ashkore (Gin) se ha asegurado personalmente de que esta sufra las torturas más dolorosas y humillantes, y tras todas aquellas semanas, su maltrecho cuerpo ha pasado factura.

Pero pronto habrá terminado todo. Y, cuando regrese a casa y sanen sus cicatrices y su orgullo herido, podrá planear su venganza personal.

Logra escuchar la voz de Hela a su lado, a pesar de que llega a sus oídos como un eco lejano. Sonríe débilmente. Debería ser ella quien apoyase e infundiera fuerzas a la más joven, aunque no fuera así. —Estoy bien.—Le asegura, aunque no sea cierto—. Ya falta poco...—E ignoraba cuán acertada era aquella frase. Torciendo la curva en aquella carretera, logran vislumbrar a un grupo a cierta distancia. Un grupo lleno de caras conocidas y familiares—. Aron... Loki...—Murmura en un hilo de voz. También están allí Thor y Leo, además de dos mujeres quienes, supone, deben ser de la Armería (Celestine, Diane).

Están a punto de volver a casa.

El corazón de Chris, maltrecho y torturado durante semanas, se encoge de esperanza.

A pesar de que su semblante reflejaba una calma y una seguridad necesarias, el lobo estaba especialmente nervioso, y no era para menos. Aunque ambos bandos habían accedido a aquel intercambio, la situación era tan tensa que una palabra inadecuada podría terminar encendiendo la chispa y estropeándolo todo.

El que llevaba las riendas esa noche era su tío, Loki; aún así, Aron no dudó en acudir junto a él y al resto para intervenir de ser necesario. El aspecto de las dos rehenes, Celestine y Diane, era deplorable, aunque el lobo se había empeñado en, al menos, tratar sus heridas antes de salir.

—Están aquí —el lobo se acercó a su tío, divisando a lo lejos la pequeña comitiva formada por Gin, un hombre que desconocía (Enzo) y las dos prisioneras: su madre, y Hela. Se le encogió el corazón al verlas a las dos tan vulnerables y débiles; sobre todo por su madre, a quien nunca jamás había visto así antes.

—Buenas noches —saludó a los centinelas en cuanto se acercaron, aunque de buenas tenían muy poco—. No hay necesidad de alargar esto más de lo necesario —esperaba que todos coincidieran; cuanto más rápido realizaran el intercambio, menos posibilidades de que todo se fuera al traste.

En silencio, Thor estaba esperando que los demás llegaran a aquella peculiar reunión. A su lado, las dos mujeres de la armería (Celestine y Diane) estaban maniatadas. Su estado no era tan malo, al menos no después de que Aron había tratado sus heridas. Por fin, el blando Lanvik servía para algo.

A lo lejos, vio a la figura de dos personas arrastrando a otras dos, supuso que se trataba de las centinelas con quién iban a hacer aquel intercambio.

— El mundo se va a acabar, porque por fin estoy de acuerdo contigo, Aron. —Esbozó una sonrisa ladina, entre más rapido hicieran aquel intercambio mucho mejor, para ambas partes. Su mirada se desvió a Hela y Christine; si el estado de sus secuestradas era horrible, el de ellas era mucho peor. — Viendo como las tienen, siento que he sido demasiado bueno con ellas. —Dijo, sintiendo como la ira se adueñaba de él. — ¿Verdad, guapa? —Preguntó a Celestine, quien estaba a su lado.

Volvió su vista a Gin y Enzo. — Ustedes primero, suéltenlas. —Hasta que las lobas no estuvieran del lado de ellos, no iba a soltar a las dos mujeres.

La única razón por la que caminaba junto a Gin era porque se lo debía, ella al igual que Damon lo habían ayudado de una muerte inminente; una muerte que estaría dispuesto a volcar sobre la loba (Christine) que caminaba delante suyo si no fuera porque su existiera ya parecía ser lo suficientemente lamentable por sí misma. Lorenzo conocía la tortura y la experimentación de primera mano, ¿qué eran unos meses en comparación con los últimos setenta años de su maldita vida? Aquella loba, la que lo había mordido no sabía lo que significaba el verdadero dolor. Aunque a diferencia de él, su cuerpo era mucho más maleable.

En la armería había aprendido que, si bien el veneno de los lobos era tóxico para los vampiros, mortal inclusive, sus cuerpos eran mucho más débiles que los de su clase. Humanos casi.

Ladeó su rostro hacia Gin y la observó de reojo ante sus palabras. —Estás haciendo lo único que puedes hacer. — Lorenzo haría cualquier cosa por quienes amaba, sin pensarlo dos veces, así que no era el más indicado para entrar en debates.

«Aron, Loki»

El inglés mantuvo sus ojos sobre los lobos en cuanto los vio acercarse y asomó una sutil media sonrisa socarrona. —Sí, sí, todos tus amigos han venido a la fiesta. — le comentó con malicia a Christine tras escucharla pronunciar en no más que un susurro los nombres de algunos de ellos. —Diles que se porten bien y me ocuparé de que terminen en una pieza. Un movimiento en falso y todo lo que verás será piernas y brazos. —

En todo aquel tiempo, Diane no dejaba de preguntarse ni una sola vez, que era lo que había podido pasar para verse en semejante situación. Había cedido  acompañar a Celestine aquella noche, pero nunca se había planteado la posibilidad de acabar así.

Quizás, debía de haberse quedado un tiempo más a recuperarse de su herida pero no, finalmente aquello había sido el colmo para ella. De no haber sido por el lobo que curo sus heridas, seguramente habría sido la primera en morir, teniendo en cuenta que se estaba recuperando de una grave lesión. Una lesión provocada por una de las lobas de aquel grupo que se presentaba con ellas al intercambio (Leonore).

No pudo evitar mirar a los presente con odio, pero estaba cansada. Su edad le había pasado factura en los últimos meses. Demasiada. Sin embargo, al contemplar a su sobrina llegado con dos de los rehenes de la Armería, Diane clavo su mirada en ella—. Gin… —susurraron sus labios. A punto estuvo de decirle que se diese la vuelta, que no merecía la pena.

Pero no podía. Simplemente no podía porque la vida de Celestine también dependía de aquello y desde su ingreso en la Armería, Diane había aprendido a apreciarla como una de las pocas personas cercanas a ser su amiga.

Lo único que pasaba por su mente en los últimos días, era recuperar a Christine. Echaba de menos a su hermana, y sabía perfectamente que las cosas podrían ponerse feas si no hacían algo. Leonore, que había sido la única en escapar de aquella batalla con el cuerpo de Loki, se encontraba llevando a dos de las prisioneras de la armería junto con sus compañeros.

Las condiciones en las que se encontraba Christine una vez pudo verla hicieron que Leonore tuviese la tentación de seguir el mismo ejemplo que Loki, pero se contuvo, porque era mejor no generar más conflictos. Por el momento. Ya habría tiempo más tarde para una venganza lenta y dolorosa. Ella por el momento tenía que cumplir la palabra dada a Ragnar y sacar a su madre de allí.

La loba, se había estado relacionando con el mayor de los Lanvik aun sabiendo el riesgo que corría, y le había prometido mantenerle informado a él y a su madre segura. Tenía que cumplir esa pequeña parte de su trato a cambio de que el no intercediera.

— No necesitamos portarnos bien —respondió la morena al hombre que había hablado (Enzo)—. Queremos a los nuestros, y si queréis recuperarlas a ellas, quizás deberíais tomar el ejemplo de tus palabras —añadió la loba, mirando luego a Gin. Su mirada acabó centrándose en Christine, a quien trataba de trasmitir algo de calma.

Al ingresar en la Armería, Celestine no sabía que se acabaría metiendo en una guerra con una de las manadas de hombres lobos de Mystic Falls. Una guerra que no le concierne y cuyas dimensiones ni siquiera alcanza a comprender. Tras más de un mes de cautiverio, sigue encontrándose a sí misma preguntándose si aquello no será solo un mal sueño.

Y si no ha perdido por completo la cordura ha sido porque ha contado, durante todo ese tiempo, con la compañía de Diane. La mujer lamenta que su compañera se haya visto envuelta en todo aquello, pero sabe que, sin ella, no habría logrado sobrevivir.

Esa tarde uno de los lobos (Aron) ha tratado sus heridas y, atadas de manos, ambas han sido escoltadas hasta una solitaria carretera donde no tardan en aparecer otras cuatro figuras. Es Diane, por supuesto, la primera en reconocer a su sobrina. No son precisamente las personas a las que Celestine anhela ver y, sin embargo, la esperanza inunda su pecho al comprender que se trata de un intercambio. Con un poco de suerte, en unas horas volverá a estar en casa.

Cuando el cara guapa (Thor) se dirige a ella, no puede sino apretar los labios, conteniéndose para no empeorar la situación. Su mirada se posa sobre la joven Ashkore tras oír la demanda del lobo, confía en que los centinelas serán más inteligentes que eso.

— Si no siguen lo que dictamos, las matamos — las órdenes del actual alfa fueron claras. A Loki no le gustaban las sorpresas, mucho menos si venían de una organización que mantuvo cautiva a su hija y que aún retenía a dos de las suyas, entre ellas, Christine.

Si por el fuera, el intercambio sería de todo menos pacífico. El lobo exigía sangre, por eso no le temblaría el pulso si tenia que acabar con la vida de las dos mujeres que se encontraban a su merced. Y confiaba que a Thor tampoco. El inconveniente que veía era su sobrino. 

— Van a pagarlo caro... — apretó sus puños al vislumbrar a las dos rehenes escoltadas por los centinelas — Y tú te preocupabas por tratar las heridas de estas dos — le recriminó a Aron. El deplorable aspecto que las lobas presentaban lo incitaba a que le desgarrara el cuello como mínimo a una presa.

— Christine... Iba a preguntar si se han portado bien con vosotras, pero diría que es evidente la respuesta — su mirada se clavó en la de su amante, antes de dirigirla hacia los dos centinelas de la armería —. No vamos a negociar quién cederá primero — advirtió el alfa, colocando su mano sobre el hombro de Diane —. Esto es sencillo, las liberáis a ambas, dejáis que vengan a nosotros y entonces yo con toda mi buena voluntad, permitiré que vuestras compañeras vuelvan con vosotros conservando la cabeza en su sitio — sus labios dibujaron de manera irónica una sonrisa en apariencia amable.

Thor escuchó al hombre que acompañaba a la centinela (Gin) y arqueó una de sus cejas. El olor que llegaba a sus fosas nasales era de rancio y cementerio, en seguida supo que se trataba de un vampiro. — Un chupasangre. —Dijo con desdén, sin molestarse en ocultar la mueca de desagrado. — Te aseguro que ellas son las primeras en sufrir, de ser asi. —Dijo en respuesta a su provocación, señalando a las prisioneras (Diane, Celestine).

Él, a diferencia de Leonore, estaba dispuesto a pelear si se llegara el caso.

Miró entonces a Loki, desde el incidente en el despacho habian limado las asperezas, y ahora estaban en buenos términos. De hecho, el hombre habia asumido el papel de alfa bastante bien y para Thor, era mucho mejor alfa que su hermano, mil años de diferencia. — Ya lo escucharon, es una oferta generosa. — Siseó, y posó la mirada en las dos lobas, realmente su aspecto era deplorable.

Hela observó de reojo a sus captores, en especial a la mujer (Gin). A pesar de que la había matado, la maldita encontró una forma de volver. Sin embargo, no dudaría en hacerlo de nuevo. Y con una mirada se lo hizo saber. —Ya casi, Christine. Pronto estaremos en casa—le dijo, tras volver su atención a la loba. Detrás de ellas, el desagradable vampiro hacía de guardia. ¿Cómo era posible que estuviera vivo después de aquella mordida? Hela tenía demasiadas preguntas.

Escuchó el intercambio de palabras pero su mirada se fijó en las mujeres que Loki, Aron y Leonore habían traído. Una de ellas, la de cabello corto (Diane) estuvo en el asalto a la armería. A la otra (Celestine) no la reconoció pero parecía importante para aquellos centinelas. Por supuesto, estaban en mejores condiciones que las dos lobas. —Has parecemos más civilizados que los humanos y se atreven a llamarnos bestias—murmuró con sarcasmo.

Valiente o estúpido por parte del vampiro, demasiada arrogancia le produjo una arcada. Desvió su mirada hacia Loki quien parecía a cargo de la situación. Dirigió su mirada a Aron con una interrogante de cómo pudo permitir aquello. Después, Thor volvió a hablar, apoyando a Loki lo cual no le sorprendía. Otro suspiro escapó de entre sus labios y trató de permanecer lo más recta posible.

Gin suspira, cerrando los ojos durante un breve instante. Enzo tiene razón. Los Lanvik han puesto a la Armería contra las cuerdas, y más en concreto, lo han hecho con ellos. Gin y Enzo, los damnificados. Aquellas lobas les han causado el suficiente daño como para que no debieran dejarlas marchar, y sin embargo allí están: dispuestos a hacer un intercambio.

Porque las vidas de Diane o Celestine valen más que cualquier venganza personal.

Al final de la carretera, ya consiguen vislumbrar a la manada y sus rehenes. El corazón de Gin se encoge cuando distingue la silueta de su tía Diane junto a los lobos. Parece demacrada, aunque tiene mejor aspecto del que parecen tener sus propias rehenes. Acercándose hasta ellos, aunque manteniendo cierta distancia prudencial, Gin clava la mirada en Aron. —Buenas noches. —La centinela observa al lobo con frialdad. Fue él quien prometió un alto al fuego de los suyos, una tregua; y la manada respondió capturando a más centinelas. Aron se la ha jugado, y Gin jamás se olvidará de eso.

—Tía Diane... —La voz de Gin es apenas un susurro. Quisiera acercarse a ella, pero sabe que no debe hacerlo; sería un suicidio para ella misma, y la vida de su querida tía podría correr grave peligro—. ¿Quién dirige la fiesta?—Varios de los lobos (Thor, Leonore) se dedican a provocarlos, y Gin sabe que todo aquello tiene que acabar. Al menos, mientras la vida de su tía siga en juego.

Sin embargo, no pueden ceder tan fácilmente. Después de comprobar que la palabra de Aron no vale nada, Gin no puede entregar a sus rehenes sin más.

«Si no siguen lo que dictamos, las matamos.»

Por edad y por la autoridad que desprende, Gin cree haber identificado al lobo que los lidera (Loki). La centinela clava su mirada en él con decisión. —No las soltaremos primero. —Sentencia—. Lo haremos a la vez. —Y no habrá lugar a discusión—. No tenemos ninguna garantía de que vayáis a dejarlas libres si hacemos lo propio con las lobas. De modo que uno de vosotros se acercará lo suficiente para liberar a vuestras amigas, y nosotros haremos lo mismo.  —Una jugada arriesgada, pero quizá efectiva—. A menos que sus vidas no valgan nada. —Añade, acercándose algo más a la víctima más joven (Hela), y extrayendo despacio una cuchilla que coloca a cierta distancia prudencial de su cuello—. En cuyo caso, deberíamos matarlas ahora mismo.

¿Quieren jugar a amenazar a sus seres queridos? Fantástico. Pero no son los únicos que cuentan con esa ventaja.

Diane no sabe que pensar y mucho menos sabe que decir. Perfectamente en esa situación cualquier conflicto puede desatarse en el momento menos indicado y acabar todos muertos, asique sabe que precisamente ella no está en posición de negociar y es mejor dejarlo en manos de su sobrina.

Sin embargo, ninguno de los dos bandos en apariencia parece querer frenarse en amenazar y tratar de engañar o cohibir, al contrario. Eso la hace ver que la situación se está tensando demasiado y que puede que al final aquello no cabe bien.

A su lado, busca ligeramente y por un instante la mirada de Celestine, tratando de decirle con la misma que todo saldrá bien. Pero comienza a dudarlo en el momento en el que los Lanvik ponen su condiciones y Gin muestra abiertamente las suyas.

Todos tienen demasiado que perder.