Ginevra Ashkore ha cedido y la cazadora no puede culparla. Al final del día, todos vamos a escoger a nuestras familias, ¿no habría hecho ella lo mismo de haber estado en su lugar, de ser Vanessa quién corriese peligro? Por supuesto que sí. Lo haría, sin titubear. Aunque aquel gesto por parte de la centinela acaba de poner una diana sobre su propia espalda.

Orgullosa, Celestine Evanson traga saliva y mantiene la mirada al frente.

Son las palabras del cara guapa (Thor) las que hacen que la cazadora aparte la mirada para posarla sobre su captor. -Lo mismo que parece valer vuestra amiguita- se refiere a la más joven de las lobas (Hela); y es que a ojos de Evanson no pasa desapercibido que son mucho menores los esfuerzos por liberarla a ella. -Para un trabajo que te encargan y secuestras a la persona menos indicada- niega con la cabeza, una media sonrisa adorna su rostro. -Tendrás que intentarlo mejor la próxima vez- ella también sabe sembrar cizaña y, si va a morir esa noche, no lo hará en silencio ni suplicando.

Pero no parece que vaya a morir pues el lobo al mando (Loki) aún guarda una última carta bajo la manga; sabe que ella vale menos para la Armería que Diane, la joven Ashkore se había delatado, y es por ello que van a mantener a su amiga cautiva hasta el último momento.

La mirada de Celestine se posa entonces sobre Ginevra, a la espera de su reacción, lo que la hace perder de vista el sorpresivo movimiento de su amiga.

Las palabras amenazadoras de la loba (Hela) repiquetean en su mente, aunque Gin se esfuerza por no escucharla. Ha dado su brazo a torcer creyendo que la situación se relajaría; Diane y Celestine podrían volver a casa, las lobas también, y la centinela por fin podría olvidarse de toda aquella locura.

Pero nada más lejos de la realidad.

Gin cierra los ojos, leyendo los labios de su tía a cierta distancia. Se avergüenza de lo que acaba de hacer, pero sabe que no habría podido ser de otra manera. «Lo siento», piensa para sí. Sorprendentemente, una de las lobas (Leonore) les da la razón.

No es a Diane a quien liberan, sin embargo, sino a Celestine. Traga saliva, tratando de deshacerse de la culpabilidad sin demasiado éxito. —Eh, no es lo que habíamos acordado.  —Pero Gin tensa la mandíbula, comprendiendo que no hay nada que pueda hacer—. Dejadla llegar hasta nosotros.  —Les pide, en referencia a Celestine. Ella también merece llegar a casa sana y salva. Gin clava la mirada en ella, tratando de pedirle una disculpa en silencio. No es una rehén de segunda, ni merece sentirse así.

Pero su tía es su tía.

Sin embargo, en medio de las tensas negociaciones, Diane toma una iniciativa arriesgada: se abalanza sobre el lobo alfa (Loki) con una cuchilla, dispuesta a llevarse a más de uno por el camino. Un suicidio. —¡Diane, no! —No puede soltar a Hela, es su única moneda de cambio. Por ello, ni siquiera se mueve; tan sólo puede suplicarla en la distancia.

Pero ya es demasiado tarde.

De modo que Gin propina un fuerte empujón a Hela, soltándola sí, pero está tan débil que es probable que le cueste levantarse. Acto seguido, echa a correr hacia los lobos, sin pensárselo.

Cualquiera habría pensado que, después de morir,la centinela habría empezado a pensarse mejor las cosas. Pero tiene claro que si Diane muere, Gin lo hará con ella.

— ¿Tan poco vale su vida para ti? — una sonrisa de superioridad adornó los labios del alfa al ver el rostro de la cazadora al darse cuenta que no había liberado a la rehén que quería —. Pensaba que el acuerdo eran las dos. Que poca consideración con la señora Evanson, mis disculpas — fingió un gesto compungido hacia la rubia que acababa de liberar.

Fue su arrogancia al pensar que todo estaba bajo control lo que provocó que se distrajese lo suficiente como para cometer un error. Estaba demasiado ocupado, regodeándose ante la derrota de la armería cuando sintió el movimiento de la mujer que tenía entre sus garras. Agachó la mirada hacia ella justo a tiempo de ver como clavaba un cuchillo en su garra.

Un gruñido de dolor escapó de la garganta del lobo y durante un segundo aflojó el agarre de la mujer para desprenderse de aquel cuchillo.

Demasiado lenta, demasiado débil.

El lobo la agarró de nuevo con su otra mano, clavando de nuevo sus uñas sobre el cuello de esta sin ningún tipo de miramientos.

— Vaya vaya, tía Diane. Eres una caja de sorpresas — apretó la mandíbula, rabioso. Su sangre de lobo hervía y lo único que podía pensar era en venganza —. Se acabaron las negociaciones — pudo ver como la cazadora soltaba a Hela, la señal que Loki necesitaba —. Despídete de la tía Diane — hundió las garras en el cuello de la mujer y tiró con fuerza hacia un lado, desgarrando su carne sin ningún tipo de compasión.

— Hemos terminado — empujó el cuerpo de la mujer contra la cazadora que corría hacia ellos, como si de basura se tratara y dirigió su mirada hacia el vampiro —. Si haces alguna estupidez, todos morís — le advirtió en una clara amenaza. Sus ojos brillaron, dispuesto a desencadenar la transformación completa si hacía falta para mostrar su poder —. Los Lanvik nunca cedemos y siempre cumplimos nuestra palabra — y él había jutado destruir a todos y cada uno de los miembros de la armería.

Con la mirada todavía fija en el vampiro por si este hacía alguna estupidez, se acercó hasta Christine, colocando un brazo alrededor de su espalda.

— Vámonos, es hora de regresar a casa — advirtió a su manada antes de fijar la vista en Aron —. ¿Eres un Lanvik o te quedas con ellos? — estaba poniendo a prueba a su sobrino, ¿A quién elegiría? ¿A su familia o sus enemigos? Quería que todos vieran quién era realmente al que durante las últimas semanas pretendían coronar como alfa.

Todo se estaba saliendo de control. La tensión era cada vez más evidente, y un único movimiento en falso podría romperla. Aron se vio a sí mismo en medio de aquel frágil intercambio, sin saber muy bien qué hacer para evitar que el caos se desatara. Su tío era demasiado orgulloso, y aún no era plenamente consciente de hasta dónde era capaz de llegar.

No tardaría mucho más en averiguarlo.

—Mamá —murmuró, al ver cómo la loba se acercaba hasta ellos. A pesar de todos los problemas, al final la sangre tiraba, así que fue hasta ella para comprobar su estado—, ¿cómo te encuentras? —viva, y eso era suficiente. Christine era fuerte, se recuperaría, aunque Aron temía lo que pudiera hacer entonces.

Porque Christine era guiada por la ira, el orgullo, la venganza. Igual que Loki, el cual aún retenía a la tía de Gin entre sus brazos, amenazándola. El grito de dolor que se alzó por encima de toda voz y ruido le hizo girarse hacia dicha escena y, entonces, todo sucedió demasiado rápido.

—¡No, no lo hagas! —intentó llamar la atención de su tío, en vano. "No la mates". Porque lo hizo, tiñendo su propio rostro de gotas carmesí. Pareció entonces que un silencio pesado se adueñaba del ambiente. El lobo digirió su mirada hacia Gin; sabía cómo iba a reaccionar, tal y como lo haría Gwen, por lo que fue corriendo hacia ella.

—¡No! —pudo alcanzarla a tiempo, agarrándola por uno de sus brazos para impedir que hiciera una locura— No lo hagas, tienen anillos lunares. Os matarán a todos —hizo énfasis en sus últimas palabras, buscando su mirada. Si no lo hacía por ella, al menos que pensara en la vida de los demás. Si decidían enzarzarse en una pelea ahora, tenían las de perder—. No servirá de nada —aquella herida ya había hecho su trabajo, llevándose a Diane.

—No voy a irme con vosotros —escuchó la voz de su tío y, aunque le costó, alzó el mentón hacia él y le mantuvo la mirada—. Si así es como quieres que funcione esta manada, reniego de ella y de ti —lo había hecho una vez, huyendo, aunque nunca había pronunciado esas palabras en voz alta. Era hora de hacerlo. 

La tensión podía ser cortada con un cuchillo. Ante las palabras del vampiro, Hela le lanzó una mirada de reojo. —Tu ya fuiste mordido una vez, ¿También quieres tentar a tu suerte?—le preguntó. Derrochaba confianza y a la loba le crispaba los nervios tanta altanería de su parte. Deseaba por desgarrarle la garganta pero tuvo que contener el impulso, sabiendo que no tendría las fuerzas suficientes para enfrentarlo.

Permaneció con la frente alta, sin mostrar temor a pesar de tener un cuchillo contra su garganta. Cuando parecía que el intercambio por fin iba a llevarse a cabo, la estúpida tía de Gin decidió apuñalar a Loki. —Serás imbécil—murmuró Hela, abriendo los ojos ante la sorpresa. El fuerte empujón la derribó y la loba blanca tuvo que poner las manos para evitar el impacto en su rostro. Gruñó, con sus ojos adquiriendo una tonalidad dorada de advertencia.

Hela se puso de pie con mucho esfuerzo. Sabía que nadie iba a ayudarla a ponerse de pie ni tendría el mismo trato que Christine. Estaba libre y eso era lo importante. Le dolían las extremidades y su cuerpo temblaba. Miró a Aron quien había respondido de aquella forma y Hela le lanzó la más mortal y gélida de sus mirada. —Eres un marica—le dijo. Estaba realmente molesta y ni siquiera había medido sus palabras. Ella no solía insultar a las personas pero estaba rabiosa.

La loba se alejó del resto, en dirección al bosque. Algo dentro de ella se había quebrado en aquel momento y no tenía ánimos de seguir a nadie.

Christine no se vuelve para mirar al vampiro. Aún no se explica cómo ha conseguido curarse del veneno; el mordisco de los licántropos es, ha sido y será letal para los de su clase. Se ve que mala hierba nunca muere, o que ha logrado resistirse muy por encima de lo normal.

—Lo sé.—Christine asiente ante las palabras de Loki, aunque observa cada uno de sus movimientos detenidamente. Cabía esperar que asumiese el cargo de líder mientras Christine estuviera fuera y tras la muerte de Aksel, pero se le ve muy cómodo en su nuevo cargo. Demasiado. No es ningún secreto para ella que Loki siempre ha ansiado ser el alfa, pero Christine se ha asegurado personalmente de que la línea de sucesión fuese respetada.

Al menos, hasta ahora.

Sea como fuere, Loki se impone por encima de la cazadora (Gin), no sin revelar cierto dato con el que la loba no contaba hasta ahora: ninguno de los presentes (como Aron) se ha referido a ella como Gwen, sino como Gin. Christine se apunta mentalmente el dato, y dirige una mirada de satisfacción hacia Loki, comprobando que sus negociaciones han sido un éxito: el vampiro, finalmente, se ve obligado a ceder y a liberarla. —Te estaré esperando.—Le asegura, separándose de él—. Nunca me gustó dejar las cosas a medias.

Así pues, a pesar de estar débil, Christine avanza todo lo altiva que logra verse, hasta alcanzar a los suyos. La loba se acerca hasta su prima, quien la recibe con los brazos abiertos. Chris está cansada, aunque no puede evitar dirigirle una mirada inquisidora. —No delante del enemigo, Leonore.—Es lo único que puede decir ante sus disculpas. Si había un momento para desafiar la forma en la que los Lanvik siempre han actuado, desde luego no era aquel. Leonore sufrirá más tarde las consecuencias de lo que ha hecho hoy.

Pero aquello será más tarde.

Porque ahora, es momento de que se desate el caos.

Apenas vuelve el rostro hacia su hijo para tranquilizarlo, cuando a su lado, la cazadora que les queda de rehén (Diane) se revela, tratando de atacar directamente a Loki. Como cabía esperar, el lobo responde con violencia: la cazadora se desploma sobre el suelo, mientras el coro de gritos de Gin amenaza con abalanzarse sobre ellos. Aron, sin embargo, es quien la detiene, renegando de la manada una vez más.

Y por primera vez después de todos estos años, Christine está cansada de luchar.

—Sí, vámonos. Ha sido suficiente.—Chris se deja ayudar por Loki, antes de desviar el rostro hacia Thor—. Ayuda a Hela, por favor. Está muy débil.—Ambas lo están. Pero mañana, ya será otro día.

—¡No! ¡TÍA DIANE, NO!  —Es demasiado tarde. El lobo (Loki hunde sus garras en el cuello de su tía, y desangrándose, Diane se desploma sobre la carretera—. ¡NO! —Gin echa a correr hacia ellos, llevándose una mano al cinturón para tomar una cuchilla con la que, en medio de aquel arrebato, pretende acabar con todos ellos.

Sabe que es un suicidio, pero no le importa. Aquel es el segundo ser querido que los Lanvik le arrebatan.

Como cabía esperar, Aron no se lo permite: el lobo la abraza o más bien, la agarra, impidiéndola avanzar más. —¡No, suéltame! Aron, ¡maldita sea! ¡NO! —Grita y llora desconsolada, sin que las miradas de los lobos puedan hacerla sentir amedrentada—. No... es mi tía...  —Y mucho más que eso. Diane es amiga, confidente y mentora. Familia.

Pero ya no está. La han asesinado.

Ni siquiera es capaz de escuchar el diálogo que se desenvuelve entre Aron y el lobo alfa (Loki). En aquel momento, Gin sólo se quiere dejar morir.

Enzo sonrió de medio lado ante las palabras de una de sus prisioneras: Hela. —Tus palabras se contradicen un poco, love. Pero te lo dejaré pasar, debe ser terrible andar de aquí para allá después de un par de meses de tortura para tus… ¿qué? ¿veinte años de existencia?— Ya había tentado a su suerte el día que había sido mordido y había obtenido la cura días después. Cierto era que no planeaba hacerlo dos veces, tenía muchas razones para quedarse vivito y coleando.

Pronto, la situación se descompensó por completo.
Diane atacó al licántropo y éste no demoró en responder, rasgando su garganta ante los ojos de todos y dirigiendo su mirada hacia él con una advertencia clara: “Si haces alguna estupidez, todos morís”

Y, Enzo, que pecaba muchas veces de impulsivo y errático, estuvo a punto de lanzarse en su contra cuando uno de los lobos expuso lo que sucedía: anillos lunares.

—Fantástico— murmuró.

El inglés se acercó hacia Diane, sabía que era demasiado tarde, inclusive para que la sangre de vampiro hiciera algún efecto en su sistema, pero lo intentó de cualquier forma mientras la conversación entre el lobo desertor (Aron) y su manada se llevaba a cabo. Tal y como hizo con Jasper alguna vez, mordió su muñeca y la acercó a los labios de la mujer, pero una vez más, nada sucedió.

Gin lloraba desconsoladamente, era la primera vez que la veía en aquella posición. Y una parte de él habría creído que la cazadora carecía de sentimientos verdaderos hacia cualquier persona, pero parecía que no era así. La Ashkore sufría como cualquiera lo haría en su lugar. —Tenemos que irnos. — tomó el cuerpo sin vida de Diane, rodeándola por la cintura y apoyándola contra el suyo propio antes de acercarse rápidamente a Gin y jalarla hacia él sin darle mucho tiempo a reaccionar.

Pronto y haciendo uso de su velocidad, los tres desaparecieron del lugar.

Ante la orden del lobo al mando (Loki), Celestine Evanson es puesta en libertad. La cazadora avanza hasta los suyos tras cruzar una breve mirada con la joven Ashkore, la de la centinela está llena de culpabilidad mientras que la suya, en cambio, trata de eximirla de cualquier responsabilidad. Ha hecho lo que debía: anteponer a su familia.

Apenas está a unos pasos de alcanzar a Ashkore y al vampiro cuando el grito de la joven, acompañado del gruñido de un lobo (Loki), la hace volverse justo a tiempo de contemplar la inesperada escena. -¡DIANE, NO!- no sabe lo que ha hecho su amiga, únicamente alcanza a contemplar su trágico final.

Pese a que todo parece ocurrir a cámara lenta, Celestine no logra alcanzar a los lobos antes de que el cuerpo de Diane caiga sin vida sobre el suelo. Tampoco es capaz de impedir que su sobrina se lance contra el enemigo, aunque alguien más parece dispuesto a evitar que la centinela cometa un suicidio: el mismo lobo que curó las heridas de ambas (Aron).

Los ojos de la cazadora se inundan por las lágrimas, la muerte de su amiga y el desgarrador dolor de Ginevra consiguen hacer mella en ella. Sin embargo, sabe que no hay nada que puedan hacer por Diane salvo evitar que su sangre (Gin) corra la misma suerte y es precisamente el vampiro el que se encarga de ello llevándosela de allí, también los lobos se han marchado dejándola sola con el desertor (Aron). Celestine le dedica una última mirada antes de marcharse, necesita encontrar un teléfono y volver a casa.

Thor esbozó una sonrisa. — A mí se me hace que salió perfecto, las tenemos donde queremos. —Comentó a Celestine, quizás ella no era el ser querido de la centinela, pero su secuestro habia servido para que en este momento estuvieran haciendo aquel intercambio. Saliese bien o saliese mal, porque con los volátiles que podían llegar a ser los lobos Lanvik cuando alguien no hacía lo que ellos querían, nunca se había.

Miro a Loki y asintió. — Estás de suerte, rubia. —Sin sutileza o delicadeza alguna, Thor liberó a la rubia, empujándola con fuerza hacia el centro para que se uniera a los humanos; sin embargo, aun quedaba un intercambio y todo pasó demasiado rápido. Diane hirió a Loki y este, como era de esperarse, no reaccionó de la mejor manera.

¿El resultado? El cuerpo inerte de la centinela en el suelo y ellos cubiertos con un poco de su sangre. Después de eso, todo fue drama. — Lo que nos hubiéramos ahorrado si hubiera cooperado desde el inicio. —Comentó con fingido pesar a la centinela (Gin) aunque estaba tan ocupada llorando que seguro no la escuchó. — Ni decepcionado ni sorprendido, eres un desperdicio de oxigeno, Lanvik. —Espetó en dirección a Aron, ¿será que ahora si lo matarían o seguía bajo impunidad?

— ¿Estás bien, Christine? —Pregunto a la mujer, aunque Loki se adelantó a ayudarle y ante su petición, asintió. Buscó con la mirada a Hela quien, como siempre, creyendo que podía sola, se estaba dirigiendo hacia el otro lado. Thor observó y la joven se fue de bruces contra el suelo, él rodó sus ojos y se acercó a ella. — No seas imbécil Hela. —Sin más, la levantó como si de un bulto se tratara y la echó al hombro.